1992
100 años de una pasión
Fermín Cacho, campeón olímpico Después de todas las emociones vividas a orillas del Mediterráneo en aquellas maravillosas noches olímpicas de Barcelona, todavía faltaba la guinda del pastel y ésta la pondría el 8 de agosto un joven mediofondista soriano en la final de los 1.500 metros. Fermín Cacho Ruiz había nacido en Ágreda el 16 de febrero de 1969 y, tras haber coqueteado con el fútbol, deporte en el que también apuntaba maneras, comenzó a dar sus primeros pasos en el atletismo a mediados de los años ochenta en los parques de su localidad natal de la mano del excelente entrenador Enrique Pascual, debutando en febrero de 1984 en el Campeonato de España escolar de campo a través en la localidad alicantina de Torrevieja. Sin embargo, fue en 1986 cuando la ilusión olímpica se cruzaba en su camino. El 17 de octubre de ese año el presidente del Comité Olímpico Internacional Juan Antonio Samaranch pronunciaba el nombre de la ciudad que debía albergar los Juegos Olímpicos de 1992 y el “a la ville de… Barcelona” resonó con fuerza en todo el mundo y comenzó a despertar los sueños de miles y miles de jóvenes deportistas españoles. Uno de ellos era Fermín, que en aquel entonces contaba 17 años y que empezó a soñar con ejercer un papel protagonista en esa gran cita que debía celebrarse a seis años vista. Con esta idea en mente Cacho fue evolucionando como atleta ya en edad júnior participando en su primera gran competición internacional en el invierno de 1987. Se trataba del Campeonato del Mundo de campo a través en Varsovia, donde ocupaba el puesto 47. Después en verano se metió en la final del Europeo Júnior de Birmingham, donde se clasificaba 12º en los 1.500 metros. Siguiendo con su progresión en 1988 se colgaba sus primeras medallas importantes, primero en invierno en la lejana ciudad neozelandesa de Auckland donde fue bronce por equipos en el Mundial de cross y luego en verano logrando el bronce en el Mundial Júnior de Sudbury (Canadá) por detrás del keniano Wilfred Oanda Kirochi y de un hombre que estaba llamado a convertirse en uno de los grandes del medio fondo mundial, el argelino Noureddine Morceli. Los Juegos se acercaban y en 1989 Fermín ya tuvo la oportunidad de probar la superficie donde tres años más tarde se proclamaría campeón olímpico, primero con una espectacular carrera en el Campeonato de España en la que daba un golpe de autoridad, imponiéndose
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con un magnífico registro de 3:36.23, su mejor marca en aquel momento, y luego participando con el equipo español en la Copa del Mundo en septiembre, en la que ocupaba el sexto puesto. Al año siguiente lograba su primera gran medalla internacional en categoría absoluta al colgarse la plata bajo techo en el Europeo de Glasgow y en el verano de 1990 disputaba también la final del Europeo de Split. En el año anterior a los Juegos Cacho seguía avanzando y se proclamaba subcampeón mundial a cubierto en Sevilla y alcanzaba la quinta plaza en la final mundialista de Tokio. Llegamos así a los mágicos días de agosto de 1992. Fermín se había preparado a conciencia para citarse con su momento y, tras superar sin muchas dificultades las eliminatorias y semifinales, ese momento iba a llegar en esa soleada tarde de verano del 8 de agosto en el Estadio Olímpico de Montjuïc. Tan confiado estaba en sus posibilidades que tras almorzar pudo dormir dos horas de siesta y de camino al Estadio le dijo a su entrenador: “Enrique, vete a la grada y siéntate a disfrutar, porque hoy vas a convertirte en el entrenador de un campeón olímpico”. Dicho y hecho. Tras una salida lenta, Cacho supo reaccionar a todos los cambios de ritmo de sus rivales y asestó el golpe definitivo a menos de 200 metros para meta, cuando vio el hueco que dejaron por el interior el alemán Jens-Peter Herold y el keniano Joseph Chesire, que marchaban en cabeza, y se lanzó irresistiblemente a por el oro. Los últimos 100 metros fueron un paseo triunfal de Fermín Cacho, que levantando los brazos al cielo celebraba esta gesta sin precedentes en el atletismo español. Cacho se colgaba el oro con un registro de 3:40.12, por delante del marroquí Rachid El Basir y el qatarí Mohamed Sulaiman, que aceleraron de forma espectacular en los últimos metros, mientras que el gran favorito para la victoria, el argelino Noureddine Morceli, caía hasta la séptima plaza. El soriano unía así su nombre al de otros grandes del medio fondo mundial como Herbert Elliot, Peter Snell, Kip Keino, John Walker o Sebastian Coe. En aquella final olímpica Fermín estaba acompañado por otro atleta español, Manuel Pancorbo, que cruzaba la meta en séptima posición. Este último, nacido en la localidad jienense de Torredelcampo el 7 de julio de 1966, fue otro de los grandes del medio fondo español de aquellos años, antes de pasarse a los 5.000 metros donde se colgaría la plata en el Europeo de Budapest 1998 por detrás de Isaac Viciosa.