1950
100 años de una pasión
José Luis Torres, maestro de maestros Auténtico pionero del atletismo español, la vida de José Luis Torres como atleta refleja a la perfección aquellos años en los que todo estaba por inventar y donde un lanzador como él solamente podía aprender improvisando y estudiando al detalle los movimientos de las fotografías que llegaban desde el extranjero: “Nadie te enseñaba, porque nadie sabía”, decía él. Figura clave en la historia de nuestro deporte, entre 1944 y 1952 se proclamó campeón de España en lanzamiento de peso y de disco en seis ocasiones en cada disciplina, acumulando ocho récords nacionales. Y en 1950 unió para siempre su nombre a las fronteras que tuvo que derribar el atletismo español al ser su primer representante en un Campeonato de Europa. En aquel verano de 1950 en el que los grandes protagonistas fueron Emil Zátopek y Fanny Blankers-Koen, el propio Torres recuerda que ya había dado por finalizada su temporada y, tras pasar unos días de vacaciones en San Sebastián lejos de los entrenamientos, “vino José Carvajal, presidente de la Federación, y simplemente me dijo que había sido seleccionado para ir al Campeonato de Europa porque había dos plazas que pagaba el país organizador y yo iba a ser el que fuera, algo que me pilló totalmente por sorpresa al faltar únicamente dos días para la competición”. En medio de la polémica que surgió en España porque además estaban seleccionados Pedro Martínez (altura), José Coll (5.000 y 10.000 metros) y Sebastián Junqueras (110 y 400 metros vallas), pero ninguno más pudo ir al no haber tiempo para arreglar los papeles de todos, Torres viajó con la premura de la improvisación para participar en el lanzamiento de disco, tal y como recuerda uno de sus discípulos más destacados, el mediofondista Jorge González Amo: “Durante el calentamiento tuvo buenas sensaciones y se encontró de repente haciendo buenos tiros. Pero luego, como muchas veces ocurre a los lanzadores, la competición fue otra cosa y ese día no había nada más, sin poderse clasificar para la final y terminando en la última posición con unos pobres lanzamientos que reflejan el corto momento de forma con el que llegó en medio de sus vacaciones”. Con el paso del tiempo, apoyado por la figura del entrenador italiano Giovanni Battista Mova clave para el nacimiento de la Escuela Nacional de Entrenadores en 1949 y para los pri-
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meros pasos hacia la modernización del atletismo español, la pasión de José Luis Torres por el atletismo hizo que fuera imposible determinar cuando acabó el atleta y cuando comenzó el entrenador, hasta que en 1954 todavía se le recuerda pronunciando el juramento de los atletas de los V Juegos Universitarios Nacionales en la pista de la Ciudad Universitaria: “Atletas, deportistas universitarios… ¿prometéis luchar en competencia noble, sin sentir el amargor de la derrota y sí siempre el gozo del esfuerzo cumplido con generosidad y nobleza, con ímpetu y gallardía?” A su alrededor, pronto comenzó a dibujar un mundo ideal en el patio del colegio Calasancio del barrio de Salamanca de Madrid donde daba clase. Mientras, en la pista comenzó a entrenar a muchos de los mejores atletas españoles. Y tras la inauguración de la residencia Joaquín Blume en Madrid, que a partir de 1975 recogió el testigo de la actividad del madrileño gimnasio Moscardó, supo aprovechar desde el principio su papel de entrenador único, no sólo para seguir sacando a los mejores atletas, sino sobre todo para convertirse en maestro de maestros y adelantar el que sería el futuro de nuestro atletismo que conocemos hoy en día. “Al principio estaba solo – recuerda González Amo -, pero supo empezar a formar a sus atletas como entrenadores en cada una de sus especialidades, creando un sistema muy integrado. Torres siempre fue un adelantado a su tiempo y fue un maestro en el estudio de la condición física como base fundamental de todas las especialidades. Dentro de ese sistema, cada entrenador que formó dirigía su parcela y su especialidad, pero él coordinaba la condición física y organizaba al menos tres sesiones conjuntas por semana en lo que para él era un aspecto esencial”. “Siempre humilde y rehuyendo del protagonismo, para ver lo que Torres supuso para el atletismo español sólo tenemos que ver cómo era el atletismo que cogió y como es el que dejó. Del atletismo de los pioneros en el que no se sabía nada al de la especialización más profunda. Y el Paisa, tal y como todos le llamábamos, siempre estuvo ahí”, finaliza González Amo. Torres todavía pudo ver en vida el emotivo homenaje que le tributaba el atletismo español el 15 de diciembre de 2018 en la localidad madrileña de Torrelodones donde residía, incluida la inauguración de una pista de atletismo con su nombre, antes de fallecer a los 97 años de edad el 6 de abril de 2019.