1964
100 años de una pasión
Garriga, saltador 2.0 En 1912, el estadounidense George Horine fue el primer humano en subir por encima de los dos metros en salto de altura. Cincuenta y dos años después, un aragonés de Borja (Zaragoza) sería el primer español en conseguirlo. Luís María Garriga nació el 14 de junio de 1945. Tenía facultades para el deporte. Medía 1.85 metros. Pesaba 80 kg. Y en sus inicios se entrenaba “por correspondencia” en el campo de fútbol de su pueblo, utilizando para ello un colchón que arrastraba todos los días desde su casa. En 1963 se convirtió en el plusmarquista español al saltar 1,98 metros en Madrid durante los Campeonatos nacionales escolares, sucediendo en las tablas de los récords nacionales a José Miguel López Aguado. Un año más tarde, en el estadio municipal El Congost de Manresa y durante la celebración del encuentro homenaje a Josep Pla March, fundador del Club Atlètic Manresa, Garriga superó el listón situado en la que por entonces era la psicológica y mágica barrera de los dos metros. A rodillo ventral y cayendo en arena. Después, durante su vida deportiva, conseguiría unir a ese récord de Manresa otros catorce récords nacionales al aire libre y once más en pista cubierta, así como cuarenta y cuatro internacionalidades. Garriga, al igual que “Pipe” Areta e Ignacio Sola, fueron los saltadores que revolucionaron sus respectivas especialidades, con unas marcas que les situaron a nivel mundial y que les permitieron acudir a los Juegos Olímpicos. El aragonés llevó el récord de salto de altura desde los citados dos metros hasta 2,14 metros en pista cubierta. En Tokio 1964 fue el primer saltador olímpico español en la prueba de altura, donde saltó 2,03 metros (vigésimo primero en la calificación). Y, tras batir el récord de España con 2,12 metros en la ronda previa, se plantó en la final olímpica de México 1968, donde acabó en la undécima posición con una marca de 2,09. Una final mítica y siempre recordada por la aparición en la escena mundial de un jovencísimo estudiante de la Universidad de Oregón recién llegado a la escena atlética, Dick Fosbury, que aquella misma tarde estableció un nuevo record olímpico con 2,24 y revolucionó la prueba con su nuevo estilo, saltando de espaldas al listón. Luis María Garriga siempre cuenta que estar en aquella final supuso un doble privilegio: ser olímpico y poder ver a pocos metros una de las grandes revoluciones técnicas de la historia del atletismo.
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En los tiempos de Luis Garriga, apenas existían colchonetas en las competiciones y se caía en un foso de arena en el que a veces, con suerte, había virutas de corcho que amortiguaban la caída. El estilo con el que realizaba sus saltos, como hemos comentado, era el rodillo ventral, la técnica que en la década de 1940 popularizó el californiano Lester Steers como evolución del rodillo costal que se utilizaba en la época de George Horine, de quien hemos hablado en el inicio de este momento. En el rodillo ventral el saltador franqueaba el listón boca abajo, pasándolo casi a horcajadas. Con esta nueva técnica los récords empezaron a superarse y en 1964 el récord mundial ya lo había establecido el saltador soviético Valeriy Brúmel en 2,28 metros un año antes, con una evolución de ese estilo llamada técnica Straddle que llevó a la URSS a muchos entrenadores estadounidenses buscando ese plus que permitía ganar centímetros. Como hemos visto, al poco tiempo apareció Fosbury en México 1968 y puso esta prueba patas arriba, nunca mejor dicho. En la cronología del récord español, a Garriga le sucedió otro extraordinario saltador, el barcelonés Martí Perarnau, que saltó 2,14 en Barcelona en 1973 y que también llegó a ser olímpico en Moscú 1980. Al dejar el atletismo, Luis Miguel Garriga se dedicó a la política local, llegó a ser alcalde de Borja, concejal del ayuntamiento de Zaragoza y posteriormente fue presidente de la Federación Aragonesa de atletismo.