1968
100 años de una pasión
Ignacio Sola, récord olímpico El salto con pértiga es una prueba técnicamente muy compleja y hay que valorar en su justa medida lo que consiguió Ignacio Sola en los Juegos Olímpicos de México 1968. Nacido en Bilbao el 1 de febrero de 1944, Ignacio Sola Cortabarría ya había sido olímpico cuatro años antes en Tokio 1964 y, año tras año, al final de cada temporada siempre estaba entre los veinte mejores saltadores europeos. El 28 de junio de 1967, en la ciudad alemana de Colonia, se convirtió en el primer español en saltar por primera vez por encima de los cinco metros y los Juegos Olímpicos de México se iban celebrar a mediados de octubre de 1968, por lo que aquella temporada iba a ser muy larga. Dirigido por las sabias manos de José Luís Torres, Sola comenzó la temporada olímpica en septiembre de 1967 con una preparación física muy completa. Hasta el mes de enero no empezó a trabajar la técnica y lo simultaneó con unas grandes competiciones en pista cubierta: primero ganó el Campeonato de España con 4,90 metros, y después fue quinto con cinco metros en los Juegos Europeos celebrados en Madrid, la misma marca que el tercero y el cuarto clasificado. La IAAF pedía 4,80 metros para acudir a la cita olímpica, pero la RFEA era más exigente pidiendo 5,05 metros o 4,90 dos veces. Y, cada vez más cerca de su segunda participación olímpica, durante el mes de junio Sola consiguió sellar definitivamente su pasaporte para la cita mexicana al batir dos veces su propio récord nacional: 5,05 metros (el 8 de junio en el madrileño estadio de Vallehermoso) y 5,10 metros (el día 23 de junio en un control en las pistas de la Ciudad Universitaria de Madrid). Recordando la cita olímpica de México, el propio Sola narra una deliciosa anécdota: “Habitualmente, en las pistas de entrenamiento de la Villa Olímpica coincidíamos a la misma horael griego Christos Papanicolau, el francés Hervé D’Encausse (padre de Phillipe D´Encausse, entrenador del explusmarquista mundial Renaud Lavillenie) y el estadounidense Robert Seagren, quien terminaría siendo campeón olímpico en aquellos Juegos. En ningún entrenamiento fuimos capaces de saltar alturas que podían rondar los 5,00 o los 5,10 metros, hasta el punto de que, a falta de tres días para la calificación, José Luis Torres y Maurice Houvion (entrenador de D´Encausse y padre del que fuera plusmarquista mundial Philippe Houvion) nos mandaron que dejáramos de entrenar para que nos olvidáramos un poco de esa situación y de una temporada ya de por sí saturada. Pues bien, dándole vueltas después al hecho de que nos resultara imposible llegar a la vertical, descubrimos que el pasillo del salto estaba un poco cuesta arriba. Lo suficiente para imposibilitarnos un agarre de la pértiga a cierta altura y por eso todos bajábamos
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la mano más de lo habitual y éramos incapaces de lograr saltos decentes. Posteriormente, la calificación y la final que se disputó dos días después fueron otra cosa”. Aquel descanso le vino bien a Sola y, ya en la calificación, tres saltos al primer intento en 4,60, 4,80 y 4,90 metros le colocaron como primero del grupo B y le llevaron directamente a su sueño, la final olímpica. Con quince saltadores en liza, la final comenzó un poco más tarde de las 13:30 del miércoles 16 de agosto con el listón situado inicialmente en 4,60 metros, ya que la primera altura de 4,40 metros no la intentó nadie. Ignacio era el saltador que iniciaba cada ronda y fue el primero en intentar 4,80. Realizó nulo al “meterse en la batida” y llevarse el listón por delante, pero corrigió el talonamiento con un pie atrás y lo pasó a la segunda tentativa. Después, los jueces colocaron el listón en cinco metros y Sola lo rebasó con gran amplitud. A continuación, no intentó los 5,05 y se fue a por los 5,10 metros, que consiguió superar a la segunda, igualando su récord nacional y también el récord olímpico. Y después la barra, por entonces metálica, se subió hasta 5,15 metros e Ignacio fue el primero en superar esa altura, estableciendo un nuevo récord olímpico y convirtiéndose en el primer atleta español que conseguía esta gesta en la historia de nuestro deporte. En el Estadio Olímpico se comentaba que el español había llegado a su límite, sobre todo después de hacer dos nulos en 5,20, pero en un paso más lo consiguió superar en su tercer intento. En ese momento, Ignacio Sola se convirtió en el octavo pertiguista europeo de todos los tiempos y en el decimocuarto mundial de siempre. Era su tercer récord olímpico, dos de ellos igualados. No pudo finalmente con los 5,25 metros y, tras realizar una competición mayúscula, fue una verdadera lástima que quedara noveno y no entre los ocho primeros, lo que le hubiera dado la categoría de finalista, pero para valorar como se debe aquella gesta debemos de recordar la altitud a la que se estaba compitiendo en México, la tensión nerviosa que acarrea una final olímpica y el hecho de estar batiendo su marca personal en cada salto. Además de los saltadores Sola, Areta y Garriga, la delegación española se presentó en México con ocho atletas más: el velocista José Luis Sánchez Paraíso; el cuatrocentista Ramón Magariños; Jorge González Amo y Alberto Esteban, quien finalmente no pudo participar por lesión, en la prueba de 1.500; Carlos Pérez en maratón; Javier Álvarez Salgado y Mariano Haro en 3.000 metros obstáculos; y el lanzador José Luis Martínez en martillo, en unos Juegos Olímpicos que cambiarían la historia del atletismo para siempre.