1972
100 años de una pasión
Sagrario Aguado, la primera gran saltadora Sagrario Aguado Nadal nació el 4 de octubre de 1949 en Madrid y empezó en el atletismo por casualidad. Una de sus hermanas ayudaba en los entrenamientos que comenzaban a realizarse en la pista de la Ciudad Universitaria de Madrid, y dijo a los entrenadores que a su hermana le gustaba mucho el deporte. De hecho, Sagrario ya jugaba al baloncesto, deporte que en el futuro compaginaría con el atletismo, jugando en el club Medina Almudena de Primera División. Así que con esa carta de presentación la hicieron unas pruebas en la antigua pista de la Almudena y en la Universitaria. Era 1965 y allí estaba Bernardino Lombao con un grupo de atletas universitarias: “Estaban las hermanas Montes (Mayte y Merche), Pilar Pardo, Mari Carmen Paredes, María Jesús Sanz…” Sagrario Aguado tenía entonces 16 años. Y en aquella pista de la Almudena inició su camino con las condiciones de aquellos años: un foso con un montón de tierra que, poco a poco, fue perfeccionándose con unos sacos de goma espuma en los que la caída era un poquito mejor. Y así Sagrario siguió saltando a rodillo sin imaginar todavía lo que pasaría en México 1968. En aquel momento, el salto de altura español estaba liderado por la madrileña Mercedes Morales. Pero su gran rival de los primeros años fue Teresa María Roca, saltadora de Mataró (Barcelona) con la que sostuvo infinidad de duelos: Teresa María llegó a ser plusmarquista nacional en tres ocasiones entre el año 1969 y el 1972, y también fue campeona de España al aire libre otras tantas veces; mientras que Aguado consiguió ese título en seis ocasiones. Y llegaron los Juegos Olímpicos de 1968. Y llegó Fosbury para sorprender a todo el mundo del atletismo. “Así que, tras esos Juegos, yo que tenía un entrenador muy lanzado, muy loco y muy bueno (Bernardino Lombao), empezamos a probar el estilo Fosbury en la piscina universitaria, porque no había fosos. Poníamos una toalla como listón y yo caía a la piscina”. La primera colchoneta de salto altura la trajo Lombao de Italia y Sagrario fue la primera saltadora española en incorporar el estilo Fosbury al atletismo español. Precisamente el mismo año en el que la brava Sara Simeoni hizo lo mismo en Italia, mientras que otras
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muchas saltadoras decidieron mantener el tradicional rodillo. El 22 de febrero de 1969, Aguado estableció en Barcelona el récord español en pista cubierta saltando a rodillo ventral y sólo once días después lo superó en Madrid, pero saltando de espaldas. Las mujeres se adaptaron mucho más rápido a la nueva forma de pasar el listón que los hombres. Alguna rival, como Teresa María Roca, no cambió de estilo y fueron muchos los concursos en los que saltaban cada una a su manera. Un día para el recuerdo fue el 7 junio 1969. Se inauguraba la pista de tartán de Vallehermoso con la disputa del XI Trofeo Canguro y Aguado establecía un nuevo récord de España salvando el listón en 1,59 metros. Cuando se acercaban los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, Ana María Molina y Sagrario Aguado se quedaron a las puertas de haber sido las primeras atletas olímpicas españolas. “Pese a todos mis esfuerzos no llegué a ser olímpica. Me perdí los Juegos de Múnich por un centímetro”. Pero el atletismo le había dado otras muchas experiencias extraordinarias: “Ese mismo año (1972), en un torneo en Zagreb vi a la búlgara Yordanka Blagoeva superar el récord del mundo y compartí pódium con ella. Blagoeva saltó 1,94 metros y yo me quedé en 1,65”. Tal y como recogemos en la estadística que acompaña a estas líneas, otra cosa que sucedió en aquel 1972 fue el momento en el que Aguado se convirtió en la primera saltadora española en superar un listón situado en 1,70 metros, con motivo del Campeonato de España. Sagrario Aguado dominó el salto de altura español durante diez años. Superó o igualó el récord de España en 12 ocasiones al aire libre y en 14 en pista cubierta, llevando la plusmarca desde 1,54 hasta 1,73 metros. En sus últimos años como saltadora, Sagrario Aguado compartió protagonismo con Carolina Nolten, la atleta nacida en La Haya que fue otra de sus grandes rivales. Y en los campeonatos previos a su despedida, su última gran contrincante fue una jovencísima Isabel Mozún, que, siendo cadete, ya dio muestras de que una nueva generación llamaba a la puerta.