Ayudando a la rubia Regina Grijalva Velázquez, 14 años Municipio: Hermosillo, Instituto Mexicano Americano de Relaciones Culturales
El ambiente era diferente, hoy era diferente, más callado, además de una alarma rompiendo el silencio en la casa de Adelma.
—Las mañanas son más frías…, pensó Adelma, quien estaba acurrucada en las cobijas de su cama mientras la alarma de su teléfono sonaba. Hoy era el primer día de clases presenciales después de meses de cuarentena y, Adelma, ya se había acostumbrado a levantarse más tarde por sus clases en línea. Apagó su alarma y se sentó en su cama, viendo la ventana por la que pasaban los rayos de sol del día, llegando a su cara y avisando que ya era mañana. —Me gustaba más quedarme en casa... se susurró a sí misma. De repente, hubo un toco fuerte en su puerta, y se asustó tanto que se cayó de la cama con un grito. —¡Adelma! ¡Ya levántate que se nos hace tarde! dijo la mujer detrás de la puerta, claramente desesperada. —¡Ay, que ya voy! respondió la chica en el piso de madera. Minutos más tarde, Adelma estaba corriendo en las escaleras rumbo al primer piso de su casa, abotonando la chaqueta de su uniforme. —Hola, hija, dijo su “Má”, dándole una sonrisa a la muchacha que casi se caía de las escaleras. Ella estaba sentada en el sofá, tomando una taza de café caliente. Con razón olía a café en el cuarto. —Que está haciendo Madre en la cocina? preguntó Adelma a su Má. 119