Prólogo
El confinamiento y la ficción En la novela Cien años de soledad se narran el origen y las consecuencias de la peste del insomnio que azotó a los habitantes de Macondo, el pueblo ficticio que creó Gabriel García Márquez en su obra. La peste se propagó rápidamente mediante la comida y la interacción diaria. Aunque las consecuencias del insomnio parecían benéficas para el pueblo al inicio, pues todos se volvieron más productivos, la vida les rendía más y no se sentían cansados en ningún momento, la peste avanzaba irremediablemente a su segunda fase: el olvido. Pronto los macondianos comenzaron a olvidar el nombre de las cosas, su identidad y su pasado. José Arcadio Buendía tuvo que escribir los nombres respectivos de cada objeto para recordar qué eran y para qué servían. La peste del olvido era terrible porque los despojaba paulatinamente de todo aquello que los hacía humanos. A nosotros, la primera sociedad que ha vivido una pandemia en 100 años, el virus del Covid-19 no nos ha provocado el olvido, sino que, paradójicamente, nos ha venido a recordar lo frágiles que somos. Durante meses hemos sido testigos de circunstancias que nos lastiman y nos perjudican, pero que sin duda ayudarán a edificarnos. Esta cuarentena extendida nos ha obligado a hacer lo que la rutina, las prisas, el trabajo y el sistema económico nos habían negado durante décadas: mirar hacia adentro y reconocer nuestra humanidad. El confinamiento funciona como una metáfora del encierro interior, una experiencia que nos hacía falta para valorar las relaciones humanas, el tiempo, la convivencia y el simple hecho de abrazarnos o mirar nuestros rostros descubiertos. Las niñas, niños y jóvenes han resentido gravemente la pandemia porque ha interrumpido su etapa de socialización, pero sabemos que ante esta crisis han encontrado un refugio en la ficción. Hoy más que nunca la literatura cumple su función social de sensibilizar, 13