10 minute read
Un tal… Lucho
Lucas Chiappe
A través de casi 5 décadas de eco-activismo a tiempo completo, tuve la suerte de conocer muchos seres humanos totalmente comprometidos con sus causas, personas llenas de energía y dispuestas a entregarla toda en aras de la conservación: biólogos reintroduciendo especies extintas en sus medios naturales, ecólogos restaurando el hábitat de bosques talados, colectivos de mujeres bloqueando rutas madereras, comisiones de pobladores rurales impidiendo la construcción de represas hidroeléctricas, organizaciones de base luchando cuerpo a cuerpo para detener el desmonte y la pérdida de biodiversidad, movimientos sociales espontáneos impidiendo la instalación de un basurero nuclear en la árida meseta Patagónica, Asambleas de vecinos de pie, torciéndole el brazo al saqueo de las corporaciones mineras... Idealistas, llenos de fe, buscando aterrizar los sueños desbordantes de los ‘60s , personas dedicadas a desparramar en los ‘70s la ahora tan normalizada “conciencia ambiental”, individuos alertando desde hace más de 40 años sobre el cambio climático y el agujero en la capa de ozono, hombres y mujeres dispuestas a combatir en cada rincón de Latinoamérica el pre-anunciado “fin de las ideologías” de los ‘80… Hasta que, a mitad de los años noventa a esta rica lista de compañeros de tantas luchas, tantos éxitos impredecibles y una que otra derrota dolorosa (que las hay, las hay), habría de sumarle dos individuos totalmente fuera de serie, que llegaron a golpear la puerta de la cabaña donde vivimos con mi familia, con distintos aspectos, profesiones y nacionalidades, pero con un mismo destino: transformarnos en amigos íntimos. Mi compañera Jillian y yo no mudamos al pequeño valle de Epuyen (Noroeste patagonico) en el fatídico año 1976 (inicio de la dictadura más sangrienta de Argentina), luego de varios años de viajes erráticos que nos llevaron a recorrer Latinoamérica, Europa, hasta el famoso Hippie-Trail de Londres a Kathmandu, en lo que sería un viaje iniciático en la búsqueda de “Nuestro lugar en el Mundo”. Un rincón en el Planeta Azul que nos permitiera descargar nuestras mochilas y dedicarnos a construir nuestro cobijo, cultivar nuestra comida y criar nuestros hijos en un entorno saludable, lo más cerca posible a la Pachamama y lo más lejos posible del mundanal ruido urbano. De hecho este rincón cordillerano con escasa población y en decrecimiento (unos 900 habitantes desparramados en 90.000 hectáreas), pero lleno de bosques templados y un lago de aguas cristalinas, nos cautivó desde el primer momento, justamente por tener las características que buscábamos… incluyendo un viejo poblador que intentaba desprenderse de sus tierras, debido a las incómodas condiciones geográficas del sitio: “Del otro lado de un río caudaloso, que en invierno sólo podíamos cruzar a caballo, sin vecinos a la vista, un diminuto poblado con calles apenas marcadas, sin electricidad, ni señal de radio, el teléfono más cercano a 45 kms, la escuela primaria a 10 Kms y el hospital medianamente equipado de Esquel a 120 Kms . Vale a decir que durante mucho tiempo llegar a la chacra “El Nagual” no era una tarea fácil ni exenta de imponderables… Y fue por esa razón, que una mañana de Invierno de 1996 nos sobresaltamos al ver llegar, en medio de un temporal de agua y nieve, a tres personas arropadas con sendos ponchos de castilla, que indudablemente, venían a “visitarnos”: Al abrirles la puerta me tranquilizó reconocer al primero de ellos, Pedrito Cifuentes, un joven vecino nacido y criado en el Valle de Cholila, con quién habíamos entablado una relación muy fluida debido a sus habilidades como dibujante y al que le había encargado varios retratos de árboles nativos para ilustrar una serie de textos, folletos y cuadernillos de difusión que utilizaba en mis charlas de “educación ambiental no-convencional” en las escuelas, bibliotecas, y centros cívicos de la cordillera. La bienvenida en el umbral fue corta debido al frío pero una vez adentro se fueron presentando, primero un flaco alto, con aspecto tímido de intelectual y con una sonrisa amable, que se presentó con una la tonada porteña simplemente como Daniel, fotógrafo1… Y, atrás suyo intenté darle un torpe abrazo de bienvenida, a un yeti grandote, de rasgos indígenas, con una barba hirsuta, grandes anteojos de marco negro y una voz potente con la que anunció llamarse Luis, Luis Sepúlveda… Un apellido idéntico al del primer poblador chileno que ocupó a principios de Siglo XX el lugar donde nos encontrábamos… Anécdota graciosa que suscitó una primera risa colectiva… Las formalidades se diluyeron de inmediato a lado del fogón que calentaba nuestro rancho de piedra y madera… y, a continuación, como es costumbre por estos pagos sureños, calentamos agua en una pava, “ensillamos” un mate y dejamos que Pedrito nos contara la razón de su visita, aclarando que Don Luis y Daniel eran dos reporteros que vivían en Europa y estaban de gira en búsqueda de historias patagónicas para publicar en un eventual libro de viajes2. Al narrarles sobre como un pequeño grupo de pobladores sin dinero, sin respaldo y con todos los medios y
Advertisement
1 Daniel, era ni más ni menos que Daniel Mordzinski cuyos sugestivos retratos de poetas, escritores y otros artistas hoy engalanan unos cuantos museos y galerías del Hemisferio Norte.
Em Epuyen | Patagónia. 1999
los políticos en contra, lograron detener un enorme proyecto hidroeléctrico que amenazaba con inundar un Valle bajo 45 mts de agua, ellos quisieron conocer el sitio y enterarse de primera mano los detalles de esa inédita rebelión en época dictatorial y de cómo esa batalla que duró 5 largos años (1981-1986), de angustias amenazas, ásperas discusiones, boicots y paranoias, había transformado para siempre nuestras vidas…Y de paso, agregó, querían tener más detalles sobre la siguiente cruzada ecológica, en la que me había involucrado, el “Proyecto Lemu” un iniciativa que lancé con el objetivo de proteger, revalorizar, y restaurar los bosques nativos más australes del Planeta… soñando junto a varios eco-legas trasandinos un eventual Santuario Internacional de Bosques Nativos al Sur del Paralelo 40º3 Todas cualidades que mostraban la ubicación de ambos, como viajeros inteligentes, humildes, abiertos y bien intencionados: Claves que nos hicieron abrir de par en par las puertas de nuestras vidas y de nuestras andanzas, incluso narrarles en confianza, algunas inconfesables acciones secretas que llevamos adelante en pos de la conservación de nuestros preciados y tan maltratados Bienes Naturales… Obviamente la charla no duró unas pocas horas como había prometido el bueno de Pedrito si no que se extendió durante varios días en los que Daniel y Lucho fueron conociendo nuestra “tribu de Jipuches” (hippies y mapuches)… los amigos del valle, sus niños, los músicos, las docentes, los gobernantes, los protagonistas de tantas historias ambientales, sociales y políticas que se desarrollaron luego de haber logrado salvar el Valle… Como podrán imaginar quienes conocieron los pensamientos y la ideología ambiental de Lucho o quienes hayan leído algunos de sus libros, durante esa breve primera gira, iniciamos una amistad sólida y duradera que dio un salto cuántico para nosotros, cuando una amiga francesa, al enterarse de la “ilustre” visita que habíamos recibido, nos alcanzó un libro de tapa raída para que nos enteráramos quien era el misterioso escritor disfrazado de periodista: Se trataba de un ejemplar de Un Viejo que Leía Novelas de Amor… una revelación que nos confirmó definitivamente que las sincronías nunca son casualidades y que los cisnes negros conviven con nosotros desde siempre… Desde ese momento nos convertimos en ávidos lectores de cada uno de
2 Libro que muchos años más tarde llevaría como título: Últimas noticias del Sur (2012) 3 5 millones de Has de bosques templados reconocido por la UNESCO en el año 2007 como “Reserva de la Biosfera Nor Andino Patagónica”…
No Patagonia Express | Patagónia. 1999
sus posteriores “viajes” literarios, incluyendo sus breves cuentos infantiles con los que se deleitaron chicos y grandes. Un par de años más tarde un amigo de mi hija, al volver de un viaje de placer a España, se subió a un avión de Iberia y de puro aburrido durante el vuelo comenzó a leer un suplemento cultural del Diario El País que distribuían gratis a cada pasajero y al toparse con una nota que se titulaba: “Un tal… Lucas” de Luis Sepúlveda4, casi se cae del asiento al entender que el autor de la nota hablaba “del papá de su mejor amiga”. La recortó disimuladamente y me la hizo llegar por “Correo”… Situaciones que nos volverían a acercar en otras ocasiones o acontecimientos, entre los que cabe mencionar su generoso ofrecimiento para escribir el prólogo de mi segundo libro de fotografía Alma de Bosque, que imprimí en Chile, en donde estuve “cortando clavos” esperando el envío que no llegaba nunca, hasta que, a pocas horas de entrar a impresión recibí el “Fax” de Lucho, con un texto absolutamente surrealista, compuesto por una narración entre mágica y delirante sobre mi vida y mis sueños ambientales, y me asaltaron serias dudas, ya que sus elogios sobre-dimensionados me apabullaron... aunque, al rato, comprendí que el mensaje era fiel a su óptica y estilo e inevitablemente debía incluir en su repertorio algunas insólitas y a veces bizarras exageraciones, para emanar ese aroma misterioso que infaliblemente lograba atrapar la atención de sus lectores. Otro encuentro imborrable con el Lucho (lamentablemente el último en vivo y en directo) fue cuando me invitó a exponer parte de mi obra fotográfica y audiovisual en el marco del XI Salón del libro Iberoamericano de Gijón. Ese año (2008) el eje central del evento era “La Tierra somos todos”, me invitó a compartir el panel donde se producirían los debates abiertos que tenían como temática: “La Huella Ecológica Global” – “Las Víctimas del Desarrollo” – “La Realidad Medioambiental como desafío para la Creación Literaria” entre otros… Conceptos que nos permitieron a los panelistas y al público presente, llegar a conclusiones casi “inevitables”: Por un lado, el estado de emergencia planetaria en el que nos encontramos y en consecuencia la necesidad de actuar sin demora para tratar de revertir una situación de peligro inminente e irreversible... La verdad es que podría escribir muchas páginas sobre el gordo con cara de pillo y corpachón de oso bueno, ya que fue siempre un tipazo de pura cepa, generoso, firme como un Coihue, amigazo fiel, siempre dispuesto a reír, a celebrar y a
Na cabana de Butch Cassidy | Patagónia. 1999
brindarme una mano o un consejo certero en cuanta batalla ambiental me haya tocado vivir... Pero para cerrar esta no tan breve descripción de una amistad profunda, me gustaría recordar la última de las sincronías que fueron una constante en nuestra relación: A la vuelta de una larga gira por el Norte de Río Negro y Neuquén, aproveche una parada del transporte público en Bariloche para estirar las piernas y comprar alguna revista buscando amenizar el largo viaje hasta Epuyen y descubrí entre tanta mediocridad, una libro con una tapa que me llamó la atención ya que se trataba de una excelente foto de nuestro querido tren: el “Trochita” patagónico5 y al tomar el el ejemplar en mis manos descubrí que era un texto de Lucho con un título singular y desconocido para mi: La Lámpara de Aladino… lo compré sin dudarlo y me subí apurado al bus pensando en la suerte de volver a casa en buena compañía… Y a poco de comenzar a leer me topé con la dedicatoria de uno de sus cuentos breves, encabezada por mi nombre… Lo que resultaría ser para mi familia: su último regalo silencioso…
Com Lucas Chiappe | Patagónia. 1999
5 La imagen de la tapa, como no podía ser de otra manera, era de Daniel. El último tren patagónico de trocha angosta recorría un largo trayecto entre la localidad de Jacobacci en la costa Atlántica de Río Negro y la ciudad cordillerana de Esquel en Chubut. Hoy sus últimas locomotoras y sus angostos vagones calefaccionados en Invierno por estufas a leña o carbón, realizan un breve circuito turístico entre El Maitén y Esquel… Lucas Chiappe activista ecologista, periodista y fotógrafo, es referente en la conservación de los bosques andino-patagónicos. Gracias a su tarea, ha conseguido crear y ampliar nuevas áreas naturales protegidas que conforman un corredor biológico que abarca 2.5 millones de hectáreas. A través de distintos medios combate la desinformación, trabajando en la restauración y protección de la biodiversidad de los bosques.