LA MUJER EN LA DOCENCIA:
Ser mujer y docente ha sido Redactado por: Andrea Durán una lucha de siempre Docente del programa
EN CONTEXTO Clara Helena Sánchez, la primera matemática del país. (Foto de El Espectador.com)
“La enseñanza para las mujeres se basaba en aprender rezos, y las labores domésticas para ser buenas esposas y madres. Por el contrario, la educación de los hombres estaba abierta al conocimiento, a las ciencias, a la filosofía y otras asignaturas”, señala Solís. Esta visión machista también la portaban con gran orgullo otras mujeres de la época.
Ser mujer y docente en este siglo resulta ser una gran proeza. Tras siglos de luchas por la igualdad, la inclusión femenina, el voto y el acceso a la educación, hoy podemos reconocer que desempeñar esta profesión es la prueba material de que las mujeres pueden ser polifacéticas y exitosas, aún por encima de los estigmas sociales que la han ubicado como eje principal del “oficio” y la atención en los hogares.
No es mucho lo que se logra en la transición de los siglos XIX y XX para que la mujer encontrara más allá de estos temas de enseñanza, principalmente en Centroamérica y Latinoamérica (En Europa y Estados Unidos el panorama era diferente), pero milagrosamente en 1925 de acuerdo a la investigadora cartagenera Dora Piñeres de la Ossa, el presidente Pedro Nel Ospina a través del Proyecto de Ley Orgánica sobre instrucción pública de la Segunda Misión Pedagógica Alemana, contempló que las mujeres se educaran en tres componentes: el primero, sobre su papel y responsabilidad en el hogar, otra, para obtener el bachillerato y la última a la enseñanza comercial.
Somos docentes desde siempre, sin darnos cuenta, pero es hasta el siglo XIX que se empieza a pensar en algún tipo de aprendizaje sobre labores domésticas complementarias como bordar, tejer o coser y por supuesto, acciones derivadas de la religión impuesta por la evangelización como rezar. Mariela Solís es una periodista mexicana que trabaja para la Revista Milenio y destaca que la base del sistema adoptado por las culturas americanas se da en Europa en el siglo XVIII, con la premisa de una formación diferenciada entre hombres y mujeres.
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