Edit EDITORIAL
La historia cuenta que el 8 de marzo de 1908 fueron carbonizadas 129 costureras, en la fábrica Cotton Textil Factory de Nueva York, en su mayoría jóvenes inmigrantes europeas, como feroz represalia de sus patrones ante la huelga que habían organizado para reclamar mínimos beneficios laborales. En homenaje a ellas, la revolucionaria alemana Clara Zetkin bautizó la fecha en 1910 como Día Internacional de la Mujer trabajadora. Convertido en tribuna desde 1911, el 8 de marzo fue adoptado por millones de mujeres que, cada vez en mayor cantidad y con más definidos y ambiciosos objetivos, poblaron calles, plazas, teatros, aulas, medios de prensa de todo el mundo, para denunciar crímenes, violencias y arbitrariedades y exigir justicia y reivindicaciones impostergables. Así nos lo narra un reciente comunicado de Casa de las Américas. De otro lado, el 8 de marzo fue institucionalizado como Día Internacional de la Mujer por la Organización de Naciones Unidas ONU, en 1975.
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Ojalá todos los días se rindiera tributo y respeto a la mujer en el hogar, en la sociedad, en Colombia, en el mundo, pero lamentablemente no es así. Por eso dedicamos esta revista Ágora a la mujer, la mujer que triunfa, pero sin desconocer la mujer maltratada.
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