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C. El amor de nitivo

que, gradualmente, aportaba nuevos personajes que mancomunaban sus esfuerzos por hacer de esta Región un ámbito más favorable para vivir y progresar al compás de iniciativas que bene ciaban a la educación, el comercio, los servicios públicos y todo lo que cabe en la diaria convivencia en sociedad.

Obviamente las inquietudes nortinas re ejaban la situación socio económica que afectaba al país. Los signi cativos ingresos del oro blanco, otrora gran sustento de las nanzas públicas, ya no eran tales. La clase política, cual más, cual menos, intentaba representar la inquietud de la población. En este escenario surge el año 1957 el Partido Demócrata Cristiano, que postula, en las elecciones presidenciales del año 1958 a Eduardo Frei, quien logra 255.777 sufragios. Este primer intento del nuevo partido se ve recompensado el año 1964, cuando Frei logra 1.409.012 votos y se convierte en Presidente de la República.

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Floreal situado en medio de este nuevo escenario, con un entusiasmo elevado a un grado máximo, porque su partido conquistaba la conducción del país, asumió el desafío que, hasta el día de hoy, lo mantiene con un compromiso social cuya entrega está testimoniada en cada una de las acciones emprendidas en una larga vida de servicio público por esta ciudad, su Antofagasta.

C. El amor de nitivo.

Al integrarse al Instituto Santa María, el primer curso asignado fue el cuarto de humanidades. compuesto por 40 alumnas. Nunca antes había impartido clases exclusi-

vamente a mujeres, pero no tuvo problemas en enseñar, con su estilo, las materias asignadas y se sintió cómodo con su desempeño. En el transcurso del año, esa comodidad se perdió, porque una de las jóvenes llamó demasiado su atención, alterando la normal relación entre el docente y sus alumnas. Aurora Magaly Raby Pinto de 16 años, nacida en Taltal el 25 de julio de 1942, era quien captó su interés. Una hermosa muchachita tranquila, introvertida y de atractiva gura, pero que denotaba en su semblante una pena interna que, en todo caso, no lograba opacar la inmensa ternura que transmitía.

Floreal, a la sazón de 31 años, quedó alelado y, según recuerda, casi obnubilado y al borde de la estupidez emocional por su joven alumna. Apreció algo que había escuchado como eslogan, pero que nunca había experimentado: “el amor a primera vista”.

Sin embargo, ese gran impacto no lo re ejó de manera alguna. No emitió la más mínima señal o gesto hacia Magaly. Tampoco se lo con denció a nadie. Íntimamente tuvo temor a un desprecio y, probablemente, aunque él no lo reconoce, también le deben haber pesado los años de diferencia que había entre ambos, detalle que agravaba la situación, sobre todo porque se trataba de una alumna. El riesgo que corría era grande y le podría acarrear impensadas consecuencias laborales. Concluyó que, dadas estas circunstancias, lo único adecuado era no exteriorizar el trastorno que en él se había producido.

En quinto año, su inicial entusiasmo se ralentizó al no desempeñarse como profesor en el curso de Magaly. Sin embargo, retomó esas clases en el año siguiente, en sexto de humanidades. Además, ese mismo año, comenzó

a preparar, para el Bachillerato, a un grupo de alumnas en el que se hallaba ella.

En el plano amoroso, Floreal tenía experiencias, entre ellas el extenso romance con Eloísa. Pero, el amor es siempre el amor y Cupido actuaba a favor de una jovencita inexperta y distante de compromisos sentimentales. Magaly con la sutileza de un ave de grácil y tierno vuelo, absolutamente inconsciente, sin pensarlo ni pretenderlo, hizo irrumpir en él una fuerza interna, tan especial y poderosa, como un aluvión de emociones incontrastables.

Estos contactos sirvieron para rea rmar, de nitivamente, que ella le agradaba sobre manera, aunque no se atrevió a confesarle sus sentimientos. Por su parte, Magaly dio un buen Bachillerato y fue a estudiar Enfermería a Santiago. Él, entre tanto, quedó con la ilusión en el aire, sin haber expresado sus sentimientos y sin contar con comunicación alguna con su musa. ¿Qué hace el enamorado que percibe la imposibilidad de ser correspondido? Sólo soñar o intentar llenar su soledad de alma con un poema o cualquier escrito que satisfaga su inquietud. Floreal, en esa oportunidad, optó por un acróstico:

Me enterneció tu rostro adolescente Años de amor en el silencio de mi amor Grati qué la mirada en el umbral de mi amargura Amor escondido, amor reprimido, pero amor Logré besarte en mis fantasías maduras Y harté mis sueños sin romance.

A mediados de 1960, el sueño encarnado por Magaly renació de improviso como una lluvia de verano. Floreal

recibió una de las más gratas e inesperadas sorpresas de su vida: ¡Una carta de Magaly!. En la misiva, ella, en forma muy ceremoniosa, lo trataba respetuosamente de “profesor” y recordando las veces que él había hablado de la situación socio económica de los obreros, le solicitaba que le recomendara una bibliografía al respecto. La causa: en la universidad debía presentar un trabajo relacionado con el tema. Ni corto ni perezoso Floreal respondió enviándole esos antecedentes e informándole de los libros que podría utilizar para el caso. Además, no dejó pasar la oportunidad de plantearle, simplemente, que no lo llamara profesor, que lo tuteara porque ahora él la consideraba su amiga, ya que no era su alumna. Contrario a sus expectativas, no recibió respuesta de Magaly durante todo lo que quedaba del año y, aunque, algo desilusionado, continuó con su vida habitual, con los panoramas propios de un treintañero soltero, con plata en el bolsillo y con piruetas amorosas esporádicas, pero sin un compromiso sentimental muy serio.

Meses después Floreal recibió una nueva carta con las disculpas por no haberle agradecido a tiempo su ayuda. También le contaba que, a su mamá, Doña Orfa Dominanda Pinto Monardes, la llevaría a Antofagasta para un chequeo médico, porque estaba sufriendo insoportables y frecuentes malestares hepáticos.

Ante esa delicada circunstancia, Floreal desplegó toda su voluntad, moviéndose con mucha diligencia y disposición, ofreciéndole su ayuda con la intención de alivianar la compleja situación por la que atravesaba. Recurriendo a su Tía Ester, que era arsenalera, le facilitó la atención de su madre a través de los médicos del hospital. Lo anterior lo transformó en la compañía habitual de Magaly,

desplazándola, de un lado para otro, en una camioneta de su propiedad, posibilitándole los trámites médicos requeridos.

En esos días, Floreal pololeaba con una colega, Guillermina Cereceda. Fue una buena relación, pero ninguno de los dos la proyectaba a algo más serio. Ella lo acompañó en muchas de las gestiones realizadas, incluso compartiendo con Magaly. Sin embargo, el contacto establecido fue como una chispa que revivió el fuego, que permanecía en latencia en su cabeza y corazón. Moralmente sintió como su responsabilidad, terminar con Guillermina, aclarándole que, si bien sentía cariño por ella, éste no era su ciente para continuar con la relación, ya que se sentía demasiado atraído por Magaly. En carta de mediados de febrero de 1961, Floreal había informado a Magaly que la relación con su polola era “una cuerda que ya estaba gastada” y que se cortaría pronto. Además, puntualizaba que prefería estar solo, porque “aun estando con ella, se sentía solo”. Magaly demostrando su instinto femenino, le contestó que la situación con Guillermina no la sorprendía y que se imaginaba lo que pasaría y re exionaba “el amor es razón, sentimiento o un perfume de los dos” y continuaba diciendo que ella creía más en lo último, “aunque el sentimiento a veces nos ciega, muy bien dicen, nada es más nuestro que nuestro corazón, pero lejos de mandarlo, estamos obligados a obedecerle.”

El término del pololeo con Guillermina se produjo sin mayores consecuencias. A partir de ese momento, se quedó sin polola. Con Magaly lo existente sólo era una amistad y un sueño que, por esos días, vivía en su interior.

La enfermedad de su madre impidió su regreso a la universidad en Santiago. Atrás quedaría la intención de convertirse en la profesional que anhelaba. Sin embargo, no hubo queja ni resentimiento por lo que se le venía encima y lo aceptó, asumiendo una responsabilidad familiar como una adulta y no como la de una jovencita que recién comenzaba a abrir los ojos a la vida.

El hecho de que Magaly no se alejara de la zona facilitó el inicio de una correspondencia muy amistosa con Floreal. Es necesario precisar que la carta, en esa época constituía el gran medio de comunicación. El teléfono era muy caro y nada fácil su obtención, por lo que pocas familias contaban con un aparato en su casa.

Las cartas de la joven Magaly siempre fueron manuscritas, con una letra pareja y hermosa. Floreal, al comienzo, también recurrió a su escritura, pero tuvo el buen criterio de cambiar luego a una máquina de escribir. Su caligrafía no lo favorecía y su escritura con letras diminutas resultaba casi ilegible. Ella siempre escribía pasada la medianoche, incluso a veces a las 2 o 3 de la madrugada, cuando en su casa se respiraba sosiego, silencio y todos dormían. A esas horas, sólo acompañada por el rumor de las olas taltalinas, tenía la tranquilidad para dedicársela a Floreal.

Al inicio del epistolario, ella rubricaba las cartas con un “tu transition”. Esta es la historia: en una de sus clases en el Instituto Santa María, Floreal se referió al mandato presidencial de José Joaquín Pérez (1861-1871), reconocido como el primer gobernante elegido por consenso político, al cual Floreal, con insistencia, cali caba como un gobierno de transición, tal cual lo reconoce la historia política nacional. Al terminar la exposición, Floreal ofreció

la palabra a las alumnas, por si tenían alguna duda o querían que ahondara sobre lo expuesto. Sólo Magaly se atrevió a levantar la mano y, tímidamente, acotó: “Profesor, se puede decir que el gobierno de Pérez fue de “transition”. Esa intervención descolocó a Floreal, por la inocencia que transmitió ella al hacerla y, lo más probable, es que esbozara una leve sonrisa, cosa que Magaly recibió con rubor y nunca pudo olvidar. Prueba de esto es que así rmara sus primeras cartas.

Lamentablemente los médicos antofagastinos, no obtuvieron un diagnóstico certero del mal que aquejaba a la madre de Magaly. Floreal adhirió a lo que varias personas recomendaban, que intentara llevarla a Santiago para tener otra opinión. Así lo hizo, pero sólo sirvió para aclarar que la situación era irreversible. A su madre la aquejaba un cáncer al hígado en un estado de avance tal, que no había nada más que hacer. Al regreso con ella a Taltal y, como la mayor de cinco hermanos (tres mujeres y dos hombres), sintió que era su responsabilidad permanecer a su lado, encargarse de sus hermanos menores y asumir el rol de dueña de casa, recién cumplidos los 18 años.

En pleno período en que su madre, ya desahuciada, se encontraba bajo sus cuidados en su casa de Taltal, en febrero de 1961, Magaly le escribe a Floreal: “Imagínate un lugar oscuro, en el que aparece un rayito de sol y tendrás una imagen de lo que es actualmente la vida de esta amiga que te escribe. Ese rayito de sol, que es la con anza y fe en el Patrón (así se refería ella a Dios), ilumina pequeños cuerpecitos (en alusión a sus dos hermanos menores que dormían) y estos son las pequeñas alegrías con que me regalonea Dios”. Continúa aludiendo a una misiva de Floreal: “Tú carta ha sido uno de los cuerpos

más grandes iluminados por el Sol y ¿por qué?: porque me ha traído noticias tuyas y porque veo que mis hermanas ya cuentan con la tabla de salvación para el futuro. (Floreal había conseguido que Arbia ingresara a la Universidad del Norte a estudiar pedagogía en matemáticas y Edith al internado del Instituto Santa María). Créeme, era ésta una situación que me preocupaba mucho; no quisiera ni por nada que una de ellas perdiera este año. Si he de hacerlo yo, ellas deben aprovechar por mi ¿no te parece?”.

Estos pensamientos denotan el gran cariño y responsabilidad que Magaly profesaba por sus hermanos menores, Arbia, Edith, Santiago y Sergio de 17, 16, 10 y 8 años respectivamente.

La amistad que le ofrecía Floreal, sin duda que caía en tierra fértil. La aparición de este maduro, respetado y gentil exmaestro, debe haber encandilado a una jovencita Magaly desde un comienzo. A través de sus notas le contaba todas sus angustias y temores. Él le aconsejaba tener fe en el futuro, pues percibía que ella lo consideraba un verdadero amigo y con dente; él, mientras tanto, admitía estar enamorado.

La relación epistolar a distancia, que va haciendo crecer sentimientos de mayor profundidad en ella, se justi ca en parte dado que, de la noche a la mañana, se encontró con una carga ni siquiera soñada. Su destino era ser profesional, no dueña de casa, con la responsabilidad de una numerosa familia a tan temprana edad y, además, el problema no menor de su madre muy enferma.

En esa época no era fácil que una hija tuviera una comunicación uida con su padre y si a esto, se le agrega que Magaly había estudiado en Antofagasta, lo que le

había alejado de su hogar en Taltal, mayor era la distancia con su padre. En este escenario, la aparición de Floreal en su vida fue más que bienvenida.

A pesar del negativo pronóstico médico, respecto de la salud de su madre, a mediados de marzo, Magaly le expresa a Floreal su alegría porque el domingo 5 de marzo, su progenitora había cumplido 50 años. Le decía, además, “no te voy a contar lo angustioso que fue para nosotros ese día, sino la alegría de ella. Le preparamos un almuerzo grandote con todas las cosas que le gustan y puede comer y la llevamos al comedor a almorzar todos juntos. Estaba feliz. ¡Gracias a Dios que nada le hizo mal!”. Ese almuerzo y festejo, fue el último en que la familia Raby Pinto, completa, disfrutó con la presencia de la madre.

Al poco tiempo, el 23 de abril de 1961, la madre de Magaly falleció. Floreal lamentó no haberse hecho presente en el funeral, debido a sus clases en Antofagasta y a las responsabilidades del cargo de regidor comunal que había comenzado a ejercer. A partir de esa luctuosa situación, la comunicación entre ellos se incrementa. Floreal pasó a ser la única persona a quien Magaly recurre para con arle sus cuitas. Las cartas que escribe Floreal comienzan a adquirir un tono de mayor intimidad, haciéndole ver a Magaly que la soledad lo agobiaba y que su correspondencia siempre lograba reconfortarlo.

En medio de estas circunstancias, Floreal llega al punto en que, según su confesión: “estaba que cortaba las huinchas por ella y decidí tirarme el salto”. Con fecha 8 de abril de 1961, recuerda, “hice una mariconada (sic): le envíe dos cartas, una dentro de otra. La primera debía leerla, pero la segunda le pedía que la abriera siempre y cuando su intuición percibiera su contenido y estuviera

de acuerdo con él. Caso contrario, si decidía no abrirla, quedaríamos tan amigos como antes”. Obviamente Floreal, en la segunda misiva le confesaba que estaba enamorado de ella.

La PD de la misiva que debía abrir, especi caba lo siguiente: “La segunda carta va dirigida a mi nombre. Si no deseas abrirla, solamente tienes que ponerle estampilla y me la devuelves”.

En este episodio, es preciso consignar que Floreal, no obstante, su experiencia en lances amorosos y de que estaba consciente de su transformación en una persona muy especial para Magaly, igual fue presa de cierta inseguridad y aprensión ante una posible respuesta negativa, al momento de conocer la confesión que contenía la segunda carta.

En todo caso, hay que decirlo, según se había desarrollado la comunicación con Magaly, la incertidumbre y pesimismo de Floreal, era un tanto exagerada. Corroboraba lo anterior, la forma en que ella le dirigía sus cartas. Inicialmente lo trataba de Viejo Reca, para luego tornar a un Querido Reca o Querido Pochito. Por su parte, desde un comienzo, el trato de Floreal fue Querida Magaly y no recibió reparo alguno.

Una muestra inequívoca, de que algo nuevo y entusiasta se había anidado en Magaly por Floreal, se asocia a la frecuencia con que ella le comentaba sus quehaceres, a icciones y esperanzas, llegando a escribirle tres o cuatro cartas al mes. Incluso ante una con dencia de él, a inicios de abril, en la cual le manifestaba conformarse con poco, Magaly, evidenciando un reparo al borde de la molestia, le señala una directa y clara advertencia “conmigo no te conformes con poco, ya me has empezado

a conocer, espera siempre más”. En otro párrafo de esta misiva le con esa: “Estoy segura de que cada vez que te escribo, lo hago con toda mi alma, pensando sólo que es un medio de acercarme a ti, de vivir con la ilusión de que no eres sólo un sueño”. Ciertamente estos pensamientos denotaban que ya existía en Magaly, una atracción por él, que iba más allá de una simple relación amistosa.

A pesar de lo precedente, Floreal sentía un verdadero pánico de recibir una respuesta negativa a su aspiración, ya que su sentimiento era tan profundo y verdadero, que no concebiría su vida sin ella. Un factor que también perturbaba su tranquilidad era que, por su edad, ya no le sería fácil cerrar el capítulo Magaly e iniciar otro, con la intención de formar una familia, anhelo que permanecía dentro de su cabeza desde muy joven.

Corolario: Magaly abrió las dos cartas y con especial premura y ansiedad, la segunda, dado que intuía su contenido.

Inusualmente, según se habían acostumbrado Floreal y Magaly en contestar sus misivas, pasaron varios días, antes que llegara la respuesta de Magaly. Floreal, mientras tanto, se pasaba todo tipo de “películas”, respecto de la reacción que su osadía pudiera haber provocado en su musa. Al n la esperada carta de ella llegó. Allí le detallaba que su confesión la había sumido en una inesperada re exión. Necesitaba tiempo para ordenar sus pensamientos y sentimientos. Requería hacer un profundo análisis de lo que él representaba en su vida. Esperaba que la entendiera y le tuviera paciencia. Le con denciaba: “Mi vida sentimental ha sido confusa y no quisiera equivocarme; no quisiera engañarme, ni mucho menos a ti. Por eso te pido que esperes hasta que pase este período de incertidumbre.”

Floreal estuvo a la altura, no podía haber sido de otra forma. Fue comprensivo, gentil y caballeroso, respondiéndole que no se presionara. Que abriera su corazón para leer lo que él le dictara en forma libre, sincera y real. No pretendía que sus propios sentimientos in uyeran en su decisión, ya que lo que importaba y valía, sería lo que ella verdaderamente sentía por él. Que él sabría acatar sin ningún tipo de sombras ni reproches, si su determinación no iba en la dirección pretendida. Que la quería demasiado como para provocarle algún problema y, concluía ofreciéndole su irrestricta amistad, aun cuando ella no aceptara su propuesta.

Pero la tempestad no se presentó y, al cabo de dos semanas, la respuesta esperada por Floreal llegó, elevando por los cielos sus aspiraciones. Fue, como dicen los gringos “a dream come true”, un sueño hecho realidad. Una conquista que él, desde un comienzo, consideraba una verdadera utopía, no tan sólo por la diferencia de edad, sino también porque no se consideraba adecuado para ella: según él, “la suerte de los feos, la envidian los lindos”. Así fue como Floreal se convirtió en el amante pololo de Magaly.

Con esa categoría, el entusiasmo elevado a su máxima expresión y sintiéndose estar viviendo un estado de exquisita y delicada fantasía, Floreal comenzó a viajar periódicamente a Taltal. Se alojaba en una pensión y visitaba a Magaly en su casa, donde alternó con su padre, Heriberto Santiago Raby Alfaro, un descendiente de ingleses, de alto porte, ordenado e inteligente, que había sido tripulante de barco mercante y en esa ápoca trabajaba en una salitrera. Don Heriberto había estado casado antes con doña María Fischer con la cual tuvo tres hijos.

No transcurrieron más de tres o cuatro meses de pololeo, cuando Floreal le propuso a Magaly casarse pronto. Aunque Magaly no tenía duda alguna en contraer matrimonio con Floreal, lo postergó hasta inicios del año venidero. Consideraba que la fecha propuesta por Floreal estaba muy próxima a la muerte de su madre y de su luto que aún no superaba del todo.

Acercándose el plazo que habían convenido, se pusieron de acuerdo para visitar al futuro suegro. Floreal rememora la conversación: “vengo a pedirle la mano de su hija, quiero casarme con ella”. El padre miró inquisitivamente a su hija y le preguntó: ¿y tú Magaly...? “Yo también papá”, respondió ella. Él se quedó mirándolos un instante y luego dijo simplemente: “entre ustedes existe una gran diferencia de edad, pero el amor puede más”. Con dicho beneplácito sellaron el compromiso cuando Magaly recién tenía algo más de 19 años y Floreal casi 35.

Se casaron de inmediato por el civil y por la iglesia, en Taltal, a las 10:00 de la mañana del 23 de enero de 1962. Floreal viajó en su camioneta acompañado por su tía Ester, Santiago Gajardo y por un amigo, Juan (Guatón) Mandaleris Kelaiditis, quien fue su testigo. En la camioneta llevaban un pavo amarrado de una pata, que iba a ser sacri cado para el festejo del matrimonio y éste los acompañó con sus graznidos todo el viaje, como presintiendo el n que le esperaba. El matrimonio fue un verdadero acontecimiento en el pueblo: se casaba la hija de la querida y recordada profesora Dominanda, una de las más antiguas y respetadas maestras del colegio.

La luna de miel fue en Arica hasta donde se trasladaron en avión desde Taltal, luego de hacer escala en An-

tofagasta, Calama, Tocopilla e Iquique. Para Floreal, que temía a los aviones, el viaje resultó largo y molesto. Obviamente llegó extenuado, con el ánimo por los suelos, no apto para comenzar una luna de miel soñada. A pesar de las molestias del viaje, la estadía en Arica, aparte de sus playas y otros encantos naturales, contaba en esa época con el bene cio de la libre importación de un sinnúmero de variados productos a precios bastante convenientes, que le otorgaban al viaje un atractivo complementario. Además, aprovecharon la cercanía y se dieron una vuelta por Tacna. Al matrimonio Recabarren Raby, le pareció un extraordinario viaje, que recordaron con calidez toda la vida.

En esa época Floreal vivía con su tía Ester y su hermana en calle Matta esquina Uribe, arrendando el primer piso de una casa de propiedad de don Julio Gálvez.

Desde que formaron hogar, Floreal y Magaly se llevaron a vivir con ellos a dos hermanos menores de ella, Arbia y Santiago, mientras que su padre se quedó en Taltal con Edith y el pequeño Sergio. Floreal consiguió que a Santiago lo aceptaran en el internado del Colegio San Luis, donde permaneció un par de años, para luego ingresar al Liceo de Hombres. Arbia por su parte, prosiguió estudiando pedagogía en matemáticas en la Universidad del Norte y vivió con su hermana y cuñado, hasta que se casó con el abogado antofagastino José Luis Gómez.

Un par de años después, el padre de Magaly enfermó gravemente y también se lo llevaron a su casa por casi medio año, hasta su muerte acaecida en 1965. En el transcurso de ese tiempo, Floreal se acercó mucho a él, logrando cultivar entre ambos, una franca y afectuosa

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