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E. De la política y los pretextos políticos
debido a que la Democracia Cristiana no logró la mayoría de regidores electos (sólo obtuvo 4 de 9). Floreal recuerda que Miric fue un honesto y correcto alcalde, que hizo una buena gestión comunal.
No naliza su período de regidor, ya que en 1969 renuncia y se postula como Diputado por la Segunda Agrupación Departamental (Tocopilla, El Loa, Antofagasta y Taltal), por el período 1969-1973, saliendo electo junto a Pedro Araya y Juan Bautista Argandoña, en representación de la DC.
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Así es como los Recabarren Raby recalan en Santiago a comienzos del año 1970 y se instalan en una casa ubicada en calle Celerino Pereira de la comuna de Ñuñoa. En las cercanías se ubicaba la plaza actualmente llamada Fanor Blanco y el colegio Santa Marta donde matricularon a sus tres hijos. En el barrio también se hallaba la Parroquia Santa Marta, en la cual se hacían misas a la chilena, dirigidas por Vicente Bianchi y a la que asistían todos los domingos. A la misma casa se fueron a vivir los hermanos de Magaly, Santiago, que estudiaba arquitectura en la Universidad de Chile, y Sergio, que ingresó a terminar su educación secundaria al Liceo Hispanoamericano y después a estudiar ingeniería en la Universidad de Chile.
E. De la política y los pretextos políticos.
Es necesario contextualizar, que previo a 1970 y con mayor fuerza durante el gobierno de la Unidad Popular, UP, el país vivió una de las polarizaciones sociopolíticas más profundas que haya conocido el Chile republicano. Este fenómeno llegó al seno de las familias, donde incluso se
daban casos de una incomunicación entre padres, hijos y hermanos.
Éstos, identi cados en trincheras opuestas, sostenían una especie de disenso ideológico sin cuartel, lo cual no se atenía ni admitía ninguna convención destinada a mantener una discusión respetuosa, moderada y de provecho social. Prevalecía en parte de los bandos en disputa, el turbio propósito de imponer posiciones a toda costa, sin importar el posible perjuicio que se podría causar al adversario. En ese sui géneris campo de batalla, tanto a nivel nacional como local, existían paladines de uno y otro frente, que se daban con todo.
Su investidura parlamentaria y el haberse radicado en Santiago, nunca lo aislaron de la zona a la cual pertenecía. Por el contrario, luego de su trabajo en la Cámara, que nalizaba los miércoles, normalmente se trasladaba a Antofagasta de jueves a sábado a reunirse con su comando y realizar visitas recorriendo su circunscripción, con el propósito de escuchar a la gente y empaparse en terreno, de los distintos temas que se le planteaban, para luego analizarlos buscando y promoviendo soluciones factibles de implementar.
“En la hora de incidentes, los parlamentarios podíamos abordar cualquier tema. En este aspecto el PDC, bajo el liderazgo del “Hermano” Bernardo Leighton, quien imponía respeto y disciplina (cosa que se echa de menos en estos tiempos), obligaba a toda la bancada a asistir cuando un parlamentario de sus las iba a hacer uso de la palabra”.
Como la mayoría de los parlamentarios demócrata cristianos, Floreal fue un tenaz opositor del gobierno de Allende, in uenciado particularmente, por su rechazo al
totalitarismo que exhibían los países donde la ideología marxista gobernaba; orientación que se oponía radicalmente a sus principios democráticos, libertarios y cristianos. De hecho, cuando se anunció la visita de Fidel Castro a la zona, fue uno de los más críticos a la llegada del dictador cubano, puesto que éste había ofendido al pueblo de Chile con sus ataques al presidente Frei y a las Fuerzas Armadas chilenas, al acusarlas, sin el debido discernimiento, de estar sometidas a las disposiciones del Pentágono y al imperialismo norteamericano.
A nivel regional, Floreal se llevó las palmas en representación de su partido y de la oposición, convirtiéndose en un detractor pertinaz y valiente de irregularidades y atropellos que, los funcionarios del gobierno de la época cometían a discreción, sin tener un contrapeso que defendiera el Estado de Derecho, que aún, a duras penas, imperaba en el país.
Fue un asiduo visitante de la Contraloría, presentando denuncias en todos aquellos casos que correspondían, a su juicio, a arbitrariedades y situaciones anómalas que, de una u otra forma, transgredieran la legislación vigente y se perjudicara a la comunidad o se discriminara a los trabajadores y, que merecían ser investigados.
También los diarios antofagastinos lo tuvieron con frecuencia en sus o cinas, con críticas que sacaban ronchas y pisaban callos. Se transformó en una verdadera piedra en el zapato, para muchos representantes políticos del gobierno de la Unidad Popular en su circunscripción.
Floreal, fustigaba permanentemente, con la ironía que lo caracteriza, señalando como “hombre nuevo” (cali cativo que la UP utilizó para catalogar a los chilenos que impondrían el socialismo en Chile), a cualquier funcionario
que abusaba o se excedía en el desempeño de su cargo. En su condición de Diputado, asumió un rol contestatario, sin sacar el cuerpo a la controversia. Preocupado de las cuestiones locales, reconoce siempre haberlo hecho frente a sus adversarios políticos, pero jamás promoviendo la violencia. No hacía caso de rumores y siempre acudía a la fuente misma de la noticia.
Fue un opositor leal y tal como era apasionado en defender lo que estimaba que se hacía mal, también reconocía una buena labor, como en el caso del subsecretario de Transportes de la época, a quien públicamente elogió por el hecho de haber cumplido el compromiso de incrementar la ota de buses en Antofagasta.
Un round áspero fue el que tuvo con quienes dirigían la Radio Coya de María Elena. “Dentro de mis visitas parlamentarias a la región, normalmente me daba tiempo para visitar María Elena, donde sostenía contactos con diversos grupos opuestos a la UP”.
Los viajes los hacía en auto y en el trayecto, sintonizaba la única radio que se escuchaba en la zona, Radio Coya, donde Patricio Manns, el cantautor del neofolclor, prácticamente la dirigía, aun cuando había sido contratado como encargado de una variada gama de actividades culturales y artísticas, como libretista radial y otras funciones que no consideraban una actuación importante en la línea editorial de la emisora.
“Él, férreo adherente al gobierno de la UP, mantenía una dirección programática arti ciosa, cargada al proselitismo político y a emitir informaciones denigrantes de la oposición y cuando se enteraba que yo visitaría el campamento, azuzaba a la población, atribuyéndome una serie de actuaciones anti populares y proclamando que
el “momio Recabarren” los visitaría, con la intención de promover entre los trabajadores alguna acción de repudio a mi presencia. En todo caso, siempre en mi recorrido por las faenas, fui acompañado por una pareja de carabineros y jamás tuve ningún contratiempo”.
“Que hablaran mal de mí, no era problema. En la política, muchas veces prevalece un juego sucio. Casi vale como una regla, sin embargo, en una ocasión mi paciencia se colmó, al escuchar atónito que se propalaba una información de falsedad absoluta, que me dejó prácticamente con la boca abierta: decía que el expresidente Eduardo Frei Montalva, viajaría periódicamente a Antofagasta a reunirse con personeros vinculados a la extrema derecha y extranjeros, con el propósito de complotar contra el gobierno”.
Ante esta tendenciosa y calumniosa información, Floreal solicitó a Manns la entrega de la grabación de lo informado, con el propósito de hacerla llegar al expresidente Frei, para que éste adoptara las medidas legales que estimara conveniente para defender su honra y dignidad. Su solicitud fue denegada con la excusa que no la tenían y que él debería grabarla al momento de escucharla y que, por lo demás, de todas maneras, aunque contaran con lo grabado, no se la entregarían a él, pues el único que podía exigirla, era la persona aludida en la información.
La negativa recibida no logró acallar a Floreal, quien difundió el hecho a través de los medios informativos antofagastinos. La situación afectaba al expresidente y además, Radio Coya había impuesto una verdadera dictadura comunicacional con recursos públicos, ya que la estación radial tenía nanciamiento de Soquimich, una empresa estatal. Y aún más, aparte de informar al expresidente Frei,
telegrafío al presidente Allende, a los ministros del Interior y de Minería y a los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, poniéndolos al corriente de la situación. Junto al Senador Juan de Dios Carmona, reiteró la denuncia ante la Asociación de Radiodifusores de Chile, ARCHI. Además, aprovechó de acusar, por el ejercicio ilegal de la profesión, a un comentarista de la radio, ante el Colegio de Periodistas. Finalmente, ninguna de las acciones señaladas arrojó un resultado positivo para lo que perseguía Floreal. El país vivía una situación de mucha gravedad como para preocuparse de comentarios, aunque reconocidamente difamatorios, de una minúscula radioemisora de un pequeño pueblo perdido en el desierto.
“Tuve la oportunidad de intervenir en el hemiciclo, en junio de 1971 y mayo de 1972, para referirme a la situación de Soquimich, SQM. Inicialmente aplaudí la medida del presidente Allende de nacionalizar íntegramente la empresa, a la vez que planteó la meta de producir un millón de toneladas con la misma dotación de personal que tenía y bajar la deuda que alcanzaba unos 9 millones de dólares”. Floreal supuso que con esta medida y desafío presidencial la empresa regional que había sido un pilar fundamental en la economía nacional podría volver a convertirse, con una buena administración, en una unidad productiva e ciente. Se equivocó rotundamente. De partida el millón de toneladas prometidas no se alcanzó, la deuda de la empresa se incrementó y lo peor, es que la dotación de personal se aumentó en más de 700 trabajadores sin ninguna otra justi cación, más que pagar favores políticos a los partidos gobernantes. Estas denuncias le costaron a Floreal más de algún reproche de partidarios de la UP, en especial de la diputada socialista Carmen Lazo.
Con SQM no hubo tregua y mantuvo situaciones con ictivas, prolongadas y variadas. Interpuso una queja ante el Ministerio de Economía denunciando que la empresa mantenía una deuda millonaria ante el Servicio de Seguro Social, por el no pago de imposiciones de los trabajadores de varias de sus faenas, mientras que, por otro lado, se contrataban con altos sueldos a ejecutivos vinculados con los partidos socialista y comunista, para Santiago y las o cinas salitreras, en funciones que no se justi caban. También censuró los excesivos gastos de funcionamiento de la Casa de Huéspedes, en la que se incluía todo lo relacionado con la visita de Fidel Castro a las instalaciones de la empresa.
Además, jó su preocupación en un plan de racionamiento que se puso en práctica en las faenas, donde se entregaba una tarjeta que les permitía retirar cuotas de productos de primera necesidad a los trabajadores, mientras que los ejecutivos tenían las puertas abiertas de las pulperías para abastecerse de todo tipo de mercadería.
Otro de los con ictos fue la denuncia hecha por ejercicio ilegal de la profesión de una médica cubana que ejercía en la O cina Pedro de Valdivia, quien había operado a una paciente y ésta había fallecido, lo que hizo dudar de la idoneidad de la profesional. Floreal solicitó, al Colegio Médico de Antofagasta, que revisara el expediente de la citada especialista. Este capítulo gremial informó que conocía el caso, especi cando que le habían dado plazo para revalidar su título, cosa que la involucrada no hizo, ante lo cual el colegio la denunció a las autoridades sectoriales respectivas. Esta acción, además, provocó que otros cinco médicos cubanos, renunciaran a sus puestos en las salitreras. Aparentemente, tampoco
tenían sus títulos profesionales en regla. En ese mismo tiempo, se descubrió que un ex estudiante de medicina de nacionalidad uruguaya, sin siquiera contar con el título en su país, ejercía como profesional en el Hospital de Pedro de Valdivia. Esta polémica dio la razón a Floreal, por la anarquía y desorden existente en el sector salud en las o cinas salitreras dependientes de SQM.
En noviembre de 1966 el presidente Eduardo Frei Montalva había inaugurado en la Población Lautaro de Antofagasta, un supermercado perteneciente a la Cooperativa Regional de Consumo del Norte Grande, Coopenor. Esta cooperativa, que a la fecha contaba con más de 7.000 socios, había nacido el año 1962 con la intención de aprovechar los bene cios de la ley de Frontera Libre Alimenticia, cuyo objetivo era convertirse en un ente distribuidor, comercializador y regulador de precios de una serie de productos de consumo habitual. En el año 1972, con más de 13.000 asociados, la organización se enfrentaba a una profunda crisis. Luego de la ocupación ilegal de los locales de la cooperativa y aun siendo ésta una entidad privada, el gobierno optó por traspasarla al Área Social y puso a un interventor a cargo. Este funcionario, demostró nula capacidad de administración, provocando, al corto tiempo, problemas nancieros inmanejables, como una liquidez igual a cero, que cerró la posibilidad de crédito de los proveedores, lo que obviamente redundó en un desabastecimiento brutal y en un atraso importante en el pago de las imposiciones del personal. En suma, un verdadero caos en una cooperativa, que antes del gobierno de la UP, cumplía a cabalidad el bene cio para el cual había sido creada. La voz de Floreal no se hizo esperar y denunció en la Cámara la ineptitud del interventor. En
la prensa local, fue mucho más duro, reclamando y a rmando que el Interventor había “saqueado” los bienes de la comunidad y pasado por encima de los derechos de los asociados.
Una demostración de la permanente disposición de Floreal, en su rol parlamentario, de involucrarse y denunciar situaciones arbitrarias que afectaran a ciudadanos, se presenta en la siguiente anécdota: Es sabido que, en la segunda mitad del siglo pasado, el secuestro o toma de aviones era una situación recurrente, normalmente efectuada por terroristas que buscaban, con este sistema, desviar una nave hacia un país donde se sintieran protegidos; presionar por la liberación de rehenes adictos a sus ideologías, creencias o simplemente pretendiendo un rescate en dinero. En nuestro país, a nes de los sesenta se produjo el primer secuestro de un avión comercial, LAN Chile, que hacía la ruta Puerto Montt-Santiago, a cargo de un par de jóvenes armados que, cali cados por la prensa como los primeros piratas aéreos en la historia de Chile, exigían a la tripulación que se desviaran a Cuba. En de nitiva, los raptores fueron reducidos por la tripulación y la aeronave no alcanzó a salir del espacio aéreo nacional. ¿A qué viene esta referencia? Simplemente a que nuestro buen amigo, a nes de junio de 1972, se vio enfrentado a una situación en la cual tuvo que liderar la toma de un avión Caravelle de LAN Chile, que había despegado desde Santiago con destino a Antofagasta.
La situación comenzó con el aviso de la empresa aérea, comunicando que el vuelo programado para las 08:00 hrs. se postergaba para las 20:00 hrs. La gran mayoría de los pasajeros no alcanzó a ser alertado de este retraso y, además, fue informada que la aerolínea no les iba
a otorgar compensación alguna por el retraso. A la hora reprogramada la nave despegó, pero no pudo aterrizar en Antofagasta por problemas climáticos y tuvo que dirigirse a la ciudad de Arica, donde, de acuerdo con lo anunciado por la aerolínea debían alojarse por su cuenta, para retornar al día siguiente a Santiago. Ante esta información, Floreal exigió hablar con el encargado de la empresa, para manifestarle el desacuerdo y molestia general ante el abuso que estaban sufriendo los pasajeros. No consiguió modi car la postura de la empresa con su reclamo.
Una vez de regreso a la capital, al día siguiente les avisaron que los embarcarían con destino a Antofagasta en sus vuelos regulares en la medida que en estos tuvieran cabida. Este aviso colmó la paciencia de Floreal. Explotó y le anunció a la línea aérea que encabezaba personalmente la toma de la aeronave, dada la indolencia, irresponsabilidad y falta de respeto de la empresa para con sus usuarios, quienes llevaban más de 24 horas sin dormir, sin ingerir alimentos, soportando eternas esperas en salas de embarque y varias horas a bordo del avión, habiendo realizado un par de vuelos estériles y sin recibir una información seria respecto de una solución adecuada y de nitiva. Además, que no se había observado ninguna acción deferente de parte de la empresa en consideración a que el vuelo transportaba mujeres, niños, ancianos y enfermos que lo único que aspiraban era retornar a sus hogares a descansar.
Solo entonces cuando el avión estaba en poder de los pasajeros, se apersonó un alto ejecutivo de LAN quien se comprometió en embarcar a todos los maltratados usuarios juntos en una nueva nave, un Boeing 727. Un diario de la época tituló la aventura como: “LAN está como la
mona: Reca se tomó el avión para viajar”. Esta anécdota solo gra ca la disposición que a oraba en Floreal cuando estaba frente a una situación abusiva e irresponsable que afectaba a sus coterráneos.
Otro episodio en que Floreal tuvo una destacada participación se relaciona con una situación acaecida en la Radio Minería. Es sabido que todos los gobiernos han utilizado una red nacional de emisoras cuando el presidente de turno o un ministro, tienen algo relevante que dar a conocer al país, pero durante el gobierno de la UP, se había transformado en una costumbre demasiado habitual. El 27 de octubre del 1972, a las 13:22 horas, esta radioemisora, unilateralmente, se descolgó de una cadena nacional dispuesta por la O cina de Información y Radiodifusión de la República, OIR, y comenzó a emitir el programa “Transmisión libre y democrática”. Al cabo de un rato, llegó a la radio el abogado de la Intendencia Norman Garín, acompañado del Delegado de Servicios Eléctricos y de un contingente de carabineros y le entregó a Manuel Miranda, gerente de Radio Minería, un o cio del Intendente Fernando Gómez, en el que se le comunicaba que debido a la infracción en la que había incurrido la radioemisora, al interrumpir la red nacional obligatoria, se suspendían sus transmisiones por 144 horas.
En los diarios de la época, se aprecia a Floreal, acompañado de otros parlamentarios locales, de dirigentes gremiales y de numeroso público a la entrada de la radio, enfrentando a la comitiva que iba a clausurarla. Ante la exhibición del o cio de la primera autoridad regional por parte del abogado Garín, Floreal declaró “La rma en este papel, tiene la misma validez que la del presidente del club del “Guatón Loyola”. Previamente Floreal se había
informado, con los abogados Carlos Marín y José Luis Gómez, que el único estamento con autoridad para clausurar una radio era la OIR, en consecuencia, la medida era ilegal. El mismo Floreal, declaraba: “El país ha vivido bajo la voz del amo por más de 12 días”, aludiendo el período en que el gobierno había hecho uso de la red nacional de emisoras y, “ésta es una cadena, contra la libertad y la libre expresión”.
Ante esta fallida acción de la autoridad política, la comitiva se retiró sin haber hecho efectivo el corte de transmisiones. Sin embargo, a las 15:13 horas una mano negra, le cortó el suministro eléctrico a la radioemisora y ésta quedó en silencio.
Finalmente, cerca de la medianoche, el gerente de la radio recibió una nota del intendente, que decía “que por orden del presidente de la República y por instrucciones de la OIR, se autorizaba a todas las emisoras del país para suspender la cadena y se deja sin efecto todas las clausuras y suspensiones aplicadas en todo el territorio de la República”. Ciertamente éste fue un con icto corto, no obstante, permitió apreciar la postura que Floreal, normalmente asumía ante las autoridades, cuando éstas tomaban medidas reñidas con las libertades que consagraba la Constitución.
Con el Intendente, como era lógico de prever cuando dos posiciones se contraponen políticamente, además, con responsabilidades distintas, uno a la cabeza de todo el aparataje administrativo del gobierno y el otro ejerciendo una labor eminentemente scalizadora, era dable esperar una relación tensa, difícil e ingrata. Floreal, como se ha visto, era “el vocero” de la oposición en la Provincia y quien más se jugó el pellejo al transformarse en el inspector-censurador de las autoridades gubernamentales.
A él le llegaba información de cada manejo abusivo, irregular y/o ine ciente, que se producía a nivel de funcionarios públicos provinciales y, luego de veri car las denuncias, hacía las veces de caja de resonancia, a través de los medios de comunicación locales. Una de las situaciones que desaprobó, fue la intención de establecer organismos comunitarios paralelos a los centros de madres y juntas de vecinos o ciales existentes.
También reprobaba la administración de parte del Partido Comunista, de las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios, JAP, dependientes de la Dirección de Industria y Comercio, DIRINCO, por distribuir pollos, preferentemente, entre miembros de con anza política, discriminando a gran parte de la población.
Otra de las instituciones a la que prestó atención por situaciones anómalas, fue la Empresa de Comercio Agrícola, ECA, debido a la de citaria gestión de distribución de alimentos que presentaba, la cual agravaba la escasez de productos de primera necesidad para la población. Floreal contaba con antecedentes indesmentibles, que avalaban sus denuncias. Pruebas al canto: en sus bodegas de La Chimba y en el puerto, tenía miles de sacos de arroz que presentaban un franco deterioro producto del gorgojo; la quema de 30 toneladas de carne en mal estado en la quebrada El Way y además, otra cantidad de carne descompuesta en los frigorí cos de Tocopilla. También hizo ver su crítica por la entrega de vales que esta repartición pública hacía, discrecionalmente en la comunidad, para el retiro de ciertos alimentos.
Para entender la posición de Floreal, se hace necesario analizar el contexto en que se hallaba el país, bajo el régimen de la UP, desde el punto de vista del aprovisionamiento
de comestibles y artículos de primera necesidad en general. Las colas eran parte del paisaje citadino nacional, llegando al extremo que, si alguien se encontraba con una, enseguida se ubicaba en ella y después preguntaba ¿qué están vendiendo? Las causas, luego se sabrían, no eran achacables exclusivamente a una mala distribución de los organismos correspondientes, sino que, además por acaparamiento masivo, el mercado negro y el aprovechamiento de comerciantes inescrupulosos.
“Con el hambre del pueblo no se juega, señor Intendente” y “El intendente es un encubridor”, fueron algunas de las acusaciones expresadas por Floreal hacia la primera autoridad regional, aparte de cali carlo de “afuerino”. Todo este despliegue mediático, derivó en una querella del Intendente en contra del Diputado Recabarren, por el delito de injurias graves proferidas por escrito y con publicidad. La reacción de Floreal no se hizo esperar y contraatacó. “Estoy estudiando presentar una querella contra el Intendente por las expresiones vertidas en contra mía en radio y televisión” y “No me acallarán, aunque me encarcelen”. Por supuesto que esta polémica sacó ronchas en todas las tiendas políticas adeptas al régimen y los comunistas, foco de sus denuncias, fueron los que más recogieron el guante y lo atacaron por todos los ancos. Él descartaba las acusaciones de éstos, reprochándoles “falta de solvencia moral” (por el indulto de Allende a 43 miristas). Además, justi caba su actuar en que la libertad de expresión había sido una de las garantías constitucionales que exigió la DC a Allende para apoyarlo en el Congreso Pleno de 1970, para que asumiera como presidente de la República. En de nitiva, la Corte de Apelaciones no dio lugar al desafuero de Recabarren.
Una polémica áspera y prolongada sostuvo con Mario Silva, abogado socialista de 38 años, Gerente de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO Norte. Básicamente Floreal denunciaba que en dicha entidad pública existía una desmesurada burocratización, soplonaje y que se perseguía y exoneraba a trabajadores de pensamiento distinto al de la UP, sin ninguna razón objetiva, para contratar en su lugar a personas obsecuentes al gobierno. Esta acusación fue respondida por el gerente, básicamente divulgando un detallado resumen de las actividades y acción de la entidad pública, asunto que no dejó conforme a Floreal, que arremetió dando a conocer una serie de antecedentes anómalos como la adquisición de una vivienda para el gerente, contratación de personal injusti cado, mal uso de camioneta scal, etc.
Esta disputa fue, tal vez, la más prolongada, dura y difundida por la prensa local de todas las que protagonizó y la que más tarde le provocaría un gran agobio.
Sin duda, al analizar el rol ejercido por Floreal, nos damos cuenta de que él se transformó en un verdadero contrapeso de las arbitrariedades, cometidas por funcionarios del gobierno. Este papel no fue gratuito, lo catapultó a un sitial de persona non grata, en distintos ámbitos locales. No fueron pocas las ocasiones en que sintió temor a una agresión física, dado lo ácido de sus reproches; por fortuna, nunca se llegó a la violencia.
En 1973 correspondía renovar la Cámara de Diputados y Floreal decide repostularse al cargo. En esa época se elegían 7 diputados en toda la Región y el Partido Demócrata Cristiano local, muy in uenciado por la opinión de Juan de Dios Carmona, se la jugó por retener los tres cupos que tenía con Argandoña, quien en esa oportunidad no se repostularía.
Para enfrentar la elección con tres candidatos, el PDC eligió a Cesáreo Castillo. Aceptando la estrategia de nida por el partido, Floreal no hizo una campaña adecuada. Incluso, no visitó Calama, que era reducto de Castillo, ya que vivía y cimentaba ahí su postulación. Estaba con ado en que él contaba con votos su cientes para ser reelecto, ya que en el acto eleccionario anterior había sido el candidato DC más votado, superando a Pedro Araya por más de 2.000 sufragios. Era tal la seguridad de contar con los votos su cientes —ingenuidad casi de principiante—, que envió una carta al electorado calameño, solicitándole que no votaran por él, sino que lo hicieran por Castillo, mientras él centraba su campaña exclusivamente en Antofagasta, Taltal y algo en Mejillones.
En un viaje de campaña en que visitó Taltal, en compañía de Magaly, una de sus hijas y Tomislav Ostoic, tanto la camioneta que los trasladaba de regreso a Antofagasta, como una micro con jóvenes de la DC asistentes a la manifestación, fueron víctimas de un incidente que pudo tener trágicas consecuencias: soportaron un ataque a balazos por miembros del partido comunista. La balacera impactó en diversas zonas de la carrocería de ambos vehículos y rompió el parabrisas de la camioneta en que viajaba Floreal. Luego de la denuncia ante Carabineros, éstos lograron ubicar a uno de los culpables y dejarlo detenido. Tiempo después Floreal recibió una petición del Obispo de Antofagasta, Carlos Oviedo Cavada, que se había caracterizado por su misión humanitaria entre quienes estaban privados de libertad, para que desistiera de interponer una demanda en contra del agresor. Floreal accedió a la solicitud del prelado.
Rememora Floreal que, en el a che propagandístico de la campaña, aparecía con su hijo en su regazo con el
mensaje “Lo quiere tanto como a su pueblo”. Corolario, la DC eligió sólo dos diputados: Castillo, quien recibió la mayor votación de su colectividad y Pedro Araya, perdiéndose Recabarren, aun cuando sus votos crecieron en un 41 %. Magaly, se enteró primero que él del resultado, pero no se lo informó hasta el día siguiente.
Esta situación, con la visión del tiempo pasado y en base al comportamiento del político tradicional, da pie a algunas re exiones. Una de ellas es que Floreal nunca ha sido un verdadero político de sangre, de aquellos capaces de cualquier cosa por destacarse, de esos especímenes macucos, buenos para cambullonear con tal de sacar provecho de toda circunstancia. Tampoco poseía vocación de poder. Él era diferente. No buscaba el discurso fácil ni la entrevista grandilocuente y tampoco se atribuía éxitos ajenos. Era un hacedor de cosas, un cosista (como suele decirse actualmente), acostumbrado a buscar soluciones a problemas tangibles de los pobladores y cuando ocupó titulares periodísticos, fue como denunciante de con ictos que perjudicaban a la comunidad. Aparte de esta característica, Floreal aceptó lo que el partido le propuso; echando mano a un optimismo rayano en la candidez, actuó con una generosidad desconocida en las contiendas políticas. Sólo un dato para terminar este punto. Pedro Araya que fue reelegido diputado el año 1973, obtuvo algo más de 900 votos respecto de Floreal, cantidad absolutamente abordable por éste, si tan solo hubiera realizado una mínima campaña en Calama o incluso si no hubiera enviado la carta señalada precedentemente.
Al parecer, mientras Floreal fue diputado, no alcanzó a aquilatar que la mayoría de sus colegas manejaban muy bien los códigos y cánones por los cuales se rige la activi-
dad política hasta nuestros días, donde cada parlamentario, en su escala de prioridades, está primero, segundo y tercero. Con esa que la Cámara le pareció una cofradía donde reinaba la sensación de un complot permanente o bien, una especie de baile de disfraces donde las caretas cambiaban según los intereses personales en juego. No se sintió cómodo. Tal vez le faltó tiempo para compenetrarse más con el trabajo legislativo. En este sentido fue un parlamentario atípico, una especie de alcalde disfrazado de Diputado. Sin embargo, le interesó el trabajo de las comisiones, integrándose con mucho interés a las de Educación y de Minería. En esta última se trató un con icto que había a lo largo del río Salado, al interior de Chañaral. El cauce de este río era utilizado por la División Salvador de Codelco, como desaguadero de los relaves del proceso de concentración de cobre. En su recorrido hasta el mar, se habían instalado numerosas plantas artesanales para recuperar parte del metal rojo que contenían los relaves. El negocio a ese nivel era bastante rentable lo que estaba generando problemas y mucha anarquía entre los planteros. La comisión estableció un reglamento que logró normalizar las señaladas instalaciones y sus operaciones.
Mientras ejerció el cargo de parlamentario, tuvo una altísima asistencia a las sesiones de la Cámara y no viajó al exterior en ninguna ocasión. Sin duda que eran otros tiempos. En la diaria jornada en la Cámara logró establecer un estrecho contacto político con Arturo Frei Bolívar y Alberto Zaldívar Larraín.
El golpe militar lo sorprendió en cama. Convalecía de un accidente insólito: una caída de un segundo piso. Su error fue el intento de acceder a su casa, dado que se le habían quedado las llaves adentro. Según sus recuerdos,
llegó a tener una leve pérdida de memoria, por un golpe en la cabeza. En ese estado de reposo, desvinculado de leer diarios o escuchar la radio, no se enteró de inmediato, de la asonada militar que se producía en el país. Tuvo que llegar Magaly y, sin ocultar cierta complacencia por la situación, le dijo: “¿Papá escuchaste la noticia? ¡¡Los militares están tomando el poder, se va Allende!! La visión de su esposa, sin duda correspondía a la de muchas mujeres prácticas, que sufrían, entre otras situaciones complicadas, las penurias provocadas por un desorden económico, en el que cada día se transformaba en una verdadera osadía preparar la comida para su familia. Floreal por su parte, mucho más informado de estas maniobras de las fuerzas armadas, no tuvo una reacción de festejo al recibir la noticia. Al contrario, él habría esperado otra salida para el momento que vivía el país y se limitó a decir: “Mamita, no hay que ser muy optimista, mira que uno sabe cuándo los militares llegan, pero nunca cuando se van”
Con el advenimiento del golpe militar, mediante “bandos” llamaban a diversos personeros políticos, dirigentes sindicales y empleados públicos del derrocado gobierno, a presentarse ante las autoridades de facto. Muchos de ellos que nada temían, pues nunca habían desarrollado o estado vinculados a actividades delictivas o terroristas, se presentaron con ados de que, una vez comprobadas sus identidades y actuaciones, serían dejados en libertad. Mario Silva, ex Gerente de CORFO, con quien Floreal había protagonizado fuertes controversias, según lo señalado anteriormente, fue uno de los tantos que concurrieron en forma voluntaria el 12 de septiembre de 1973 ante las autoridades militares, que lo dejaron detenido. El 19 de octubre de 1973, fue ejecutado, junto a un grupo
de otros detenidos políticos por orden de Sergio Arellano Stark, en su paso por Antofagasta, a cargo de la siniestra Caravana de la Muerte.
Floreal con esa que este infausto hecho, le provocó, por años, una grave carga moral y emocional. De alguna forma, íntimamente sentía algo de responsabilidad respecto del destino nal del señalado personero y aunque de su parte, jamás hubo ni el más mínimo intento de denunciar a exfuncionarios de la UP ante las autoridades militares, igual albergó cierto sentimiento de culpabilidad. Con el transcurrir del tiempo y el conocimiento de la monstruosa, ilegal e indiscriminada persecución que el Estado, durante la dictadura de Pinochet, ejerció en contra de los adherentes del gobierno de la UP, recién logró desprenderse de este peso. Floreal lamenta profundamente lo acaecido con Mario Silva y con todos quienes fueron víctimas de la dictadura. No podría ser de otra forma en quien sigue profesando una consecuente postura democrática y un alto sentido cristiano. Él, desde un comienzo, adhirió a la facción demócrata cristiana que se pronunció en contra del golpe militar y que, además, dentro de su léxico político, nunca consideró a un adversario como un enemigo.
Hoy muy distante del ambiente de turbulencia política que envolvía y dividía a toda la sociedad chilena y, además, con la sabiduría y serenidad otorgada por los años, Floreal reconoce que en algunos casos pudo ser bastante duro, irónico y hasta insolente con sus críticas y juicios para determinados funcionarios públicos. Lo anterior lo personaliza en el caso del Intendente Fernando Gómez, militante comunista, en quien vio a un hombre serio, honesto y responsable, al que nunca descali có en su condición de persona, sólo tuvo reparos a su actuar como
representante de un gobierno que, desde su perspectiva política, estaba haciendo mal las cosas.
Dado que Floreal habla de su pasado para proyectarlo, sin que pierda su vínculo con la realidad nacional que lo posibilitó, no aventuremos juicios unilaterales. Todo merece una serena y respetuosa re exión. Por ejemplo, en plena dictadura militar, Eduardo Frei Montalva escribió “El chileno pregunta”. Las ideas de esos pocos párrafos siguen vigentes. Fue importante, históricamente, decir: “El chileno, más que mirar hacia el pasado, se pregunta si podrá el país recuperar un nivel de desarrollo económico que permita realmente dar trabajo y mejores niveles de vida a los campesinos, a los obreros, a la deprimida clase media, a los profesionales y estimular de nuevo a los empresarios que ven sus actividades paralizadas y descapitalizadas”. Frente al avance del tiempo, aún estas ideas permiten a rmar que “Así el pueblo se debate entre la inquietud de los que ven crecer el resentimiento y la venganza y el temor de los que guardan silencio por el riesgo que corren si expresan sus opiniones”. O tempora! O mores!, exclamó Cicerón.
La condición de hombre público de nuestro amigo determina que muchos episodios de su vida ocupen un lugar que crea una cierta distancia con las preocupaciones habituales del hombre común. A Floreal, como individuo, al simple vecino de su barrio, también le corresponden las minucias del diario vivir. Era necesario continuar dando la cara a las inevitables adversidades, como en la canción, él debió hacerlo “a su manera”.
Floreal en cada lugar donde trabajó, tuvo buenas relaciones con sus compañeros, ganándose las simpatías de ellos. Recuerda que, a los días de haberse producido el
golpe militar, se encontró en la calle con un joven radio controlador de apellido Bravo, que era simpatizante de la UP, quien le solicitó un consejo sobre qué hacer y Floreal sólo le dijo ¡¡Ándate!!, previendo que la represión recién comenzaba y nadie estaba en condiciones de predecir cuánto duraría, ni cómo ni a quienes afectaría.
Muchos años después, un hombre ya mayor se le acercó en el centro de Antofagasta y con respeto le preguntó “perdón, ¿usted es don Floreal Recabarren? ¡Si! asintió y el extraño le dijo “usted no se debe acordar de mí, yo trabajaba en Radio Cooperativa cuando ocurrió el golpe, y me recomendó que me fuera de Antofagasta” ¡Ah sí me acuerdo! respondió éste. “En de nitiva le hice caso y me fui a Rancagua donde tenía unos familiares y allí rehíce mi vida, formé una familia, me ha ido bien, y ahora después de tantos años he vuelto de turista a Antofagasta. No sabe cuánto le he agradecido su consejo, por lo que pasó después en el país, es muy probable que, si me hubiera quedado, habría enfrentado serios problemas”. El joven, en la época del golpe, era cercano al MIR, pero de los tantos adherentes románticos e incrédulos, que sentían cierta admiración e idealismo con el discurso del movimiento de extrema izquierda, pero sin participar activamente en las acciones violentistas que propugnaba.
Hay que recordar que, en esos aciagos días, el régimen de facto, no discriminaba a la hora de detener a todos quienes olieran a izquierdistas. Para los militares, militantes o simples simpatizantes de partidos políticos que no fueran de derecha, eran sinónimo de terroristas o estaban en contra del gobierno y más valía que estuvieran encarcelados, sometidos a distintos tipos de apremios ilegítimos y no circulando libremente por las calles. Sim-
plemente el atropello a los derechos humanos era la tónica diaria y permanente.
Durante la época en que la actividad partidista estaba restringida en el país, Floreal continuó manteniendo contacto con sus camaradas de partido, participando en reuniones clandestinas en distintas casas de Antofagasta, para analizar la marcha del país, compartir noticias de los dirigentes nacionales, intentar ayudar a correligionarios, etc. A dichos encuentros, recuerda que asistían Pedro Araya y los exregidores Hernán Diaz y Gastón Araya. Pedro Araya, era el representante del grupo que viajaba a Santiago y se reunía con las autoridades nacionales de la DC en la clandestinidad, siendo el mensajero de las novedades, análisis y estrategia que la plana mayor de la Democracia Cristiana hacía respecto de la situación del país. Floreal, también mantuvo una permanente correspondencia con los máximos dirigentes de su partido, en especial con el expresidente Eduardo Frei Montalva.
En esos años, la dictadura, como una forma de excluir a los partidos políticos de la vida ciudadana, comenzó a con scar todos los bienes que estos poseían. Los partidos, de acuerdo con las posibilidades que le permitía el marco legal vigente, comenzaron a implementar las medidas factibles para proteger al menos las sedes. En Antofagasta, la DC era propietaria de una amplia casona ubicada en calle Maipú entre Matta y 14 de febrero. Los dirigentes acordaron traspasar la propiedad a un antiguo camarada, con el compromiso de retrotraer la situación y devolverla al partido, una vez que en el país volviera a establecerse una institucionalidad democrática plena. Al tiempo de la transacción, Floreal descubrió que el militante había transferido los derechos del 50 % de la propiedad a un tercero y lo
encaró, pero no obtuvo una respuesta satisfactoria de éste, por lo que hizo la denuncia a los dirigentes de Santiago. La situación, aunque éticamente cuestionable, legalmente era complicada, sobre todo, dado el ambiente antipolítico que el gobierno militar, majaderamente, transmitía. Ante este enrarecido ambiente, los dirigentes estimaron que se debería llegar a un acuerdo en que el 50% que faltaba por transferir de la propiedad, fuera para el partido. Cosa que tampoco ocurrió.
A todo esto, Floreal, como miles de ciudadanos disidentes del gobierno militar, aparte de participar subrepticiamente en reuniones con camaradas de su tienda política, no tenía mucho más espacio donde manifestar su descontento. Pero, aun así las cosas, existían ciertos ritos en los cuales algunos demostraban su oposición al régimen instalado, como no participar del canto del himno nacional e izamiento de la bandera los lunes en la UCN o no des lar cada vez que Pinochet visitaba la ciudad. Magaly al saber de las andanzas y riesgos que tomaba su marido le decía “te van a pillar”, pero él no desistió en su afán de, al menos, mantener viva la utopía de la vuelta a la democracia.
El 11/9/80 el Gobierno Militar llamó a plebiscito para pronunciarse por una nueva constitución que regiría en el país, cuyo propósito era asegurar a las Fuerzas Armadas un papel tutelar sobre la política nacional, legitimar el nuevo orden económico, por sobre el social y no dejar espacios abiertos a la oposición. En la redacción del texto habían participado varios juristas vinculados a sectores identi cados con la derecha política y económica, como Jaime Guzmán, Sergio Díez, Alejandro Silva Bascuñán, además del expresidente Jorge Alessandri Rodríguez. Desde un
comienzo, Floreal se manifestó disidente al orden político que proponía la nueva carta fundamental y abiertamente se pronunciaba a votar por el No, en el plebiscito llamado a rati carla. Consecuente con lo anterior, el 9 de septiembre del indicado año, hizo pública una declaración de seis puntos donde argumentaba su posición, nalizando: “Sin miedo a las represalias que se puedan tomar contra mi persona, mi esposa y mis hijos, votaré No, porque como advierte Quijote a Sancho: “por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida.”
El día 11 de septiembre antes de mediodía, acudió a la Universidad del Norte, que era uno de los recintos de votación, hizo la la correspondiente, se presentó ante los encargados de la mesa, se identi có con su carnet de identidad al que le pegaron una estampilla, rmó un libro, votó No y al entregar el voto y retirar la colilla de éste, le hicieron entintar su pulgar con una tinta que se suponía indeleble. De vuelta en su casa, desprendió la estampilla de la cédula con agua y luego logró eliminar, con suma facilidad, todo rastro de la tinta de su dedo. Con esta acción demostraba la ine cacia de los elementos utilizados para evitar una doble votación. Luego de unas horas se presentó en el mismo recinto, en otra sala de votación, contigua a la que ya había sufragado y procedió con la misma rutina ya realizada. Cuando estuvo frente a los encargados de supervisar los sufragios, estos lo instaron a votar y él les dijo “no señores yo ya voté y mi presencia aquí es para testi car que la forma en que se está llevando a cabo esta votación, permite cometer fraude, porque yo despegué la estampilla de mi carnet y me lavé la tinta del dedo y de este modo muchas personas pueden votar una y otra vez, sin que haya nada que los pueda detectar, esta
votación está viciada”. Floreal era uno de los miles de ciudadanos que le restaban legitimidad al acto eleccionario, al no existir padrones electorales, pero el único en el país que se arriesgó a denunciarlo públicamente con una acción incuestionable y temeraria.
Obviamente los responsables de la mesa le dijeron que debía presentar su reclamo al jefe del local, el mayor Juan Bellinger. Éste, al escuchar el planteamiento de Floreal, le dijo que tenía que hacer la denuncia en el juzgado de turno, lugar al que se dirigió. El juez del Primer Juzgado, Hugo Andrés Bustos, quien aparentemente, venía despertando de una siesta interrumpida, acusó a Floreal de “intento de fraude electoral, en grado de tentativo” y dictaminó su encarcelamiento en la cárcel pública. Se lo llevaron esposado. En la cárcel convivió un par de días con reos encausados por múltiples delitos quienes lo trataron muy bien. Recuperó su libertad y en la certeza de que suya era la razón, agradeció a los buenos y oportunos o cios del abogado José Luis Gómez.
Hay fotos de la época, donde Floreal baja de un furgón de Carabineros con rumbo a la cárcel y también cuando recupera la libertad estrechando a su esposa Magaly y a su hija Cecilia. El acontecimiento, por lo insólito —“pueblo chico in erno grande”, dice el refrán—, dio mucho que hablar localmente. El Mercurio del día 12 de septiembre tituló el suceso como “Broma de inocentes: Denunció fraude, el Juez lo acusó a él”. Andrés Sabella, en su columna del 13 de septiembre del mismo diario señaló “Caer a la cárcel por pretender pureza ciudadana ¿no es cosa de Ionesco?” A su vez, no fueron pocos los dirigentes nacionales de la DC que le hicieron llegar a Floreal su solidaridad por lo acontecido.
El 14 de septiembre de 1980, el diario El Mercurio de Antofagasta en su columna Tribuna regional, publicó la carta enviada por Floreal, bajo el título “Desde la celda N° 24”, que a continuación se reproduce:
“Permanentemente la vida nos depara sorpresas. Algunas agradables, otras agobiadoras. Por lo mismo tiene plena validez la idea de que la existencia es una caja de Pandora. Y algo peor: Nos estamos acostumbrando a vivir en un mundo donde la irracionalidad y lo ilógico han sentado sus reales. La verdad la cubren de falsedad y a estas la adornan con prendas de certeza.
El jueves 11 de septiembre, cerca de las 14 horas llegamos a la Cárcel Pública de Antofagasta. Por ser consecuentes con una línea de limpieza cívica y moral, quisimos mostrar las irregularidades que se podían cometer con el procedimiento que se usó para el plebiscito nacional. Sostuvimos con mucha anterioridad que sin Registros Electorales, el acto no estaría revestido de la seriedad que se merecía. Se nos contestó-recuerden que fueron palabras del propio exsenador don Juan de Dios Carmona en el Aula Magna de la U. del Norte- que la tinta que se utilizaría para tomar las huellas digitales no se borraba antes de 24 horas (aseveración producto, sin duda, de ignorancia en la ciencia química). Todos tuvimos la oportunidad de comprobar que el testimonio era “ or de un minuto”.
El resto ya todos lo conocen. De acusador se nos transformó en acusado y sentado en mi celda N° 24 de la Cárcel Pública, dejo correr mis sentimientos y mi pluma. Soy uno de los tantos reos en proceso por un presunto delito contra la sociedad. Mi celda la comparto con don Lucho que está espiritualmente aniquilado: “Solo por respeto a Dios no me quito la vida”, nos con dencia.
Esa es la tónica que anima a mis compañeros de presidio. Dios está en la cárcel. En cada corazón, en cada esperanza. Dios no es una ilusión, sino una dimensión real. Entonces podemos comprender vivencialmente de que Dios “está más cerca de los pobres y de los que sufren”.
No tenemos quejas. Los gendarmes, aun aquellos con apariencia dura, son seres humanos y comprensibles. No nos duelen las cadenas que se enroscan en nuestras manos. ¿No son las cadenas que hurtan la libertad las que pretendemos destruir? Es como para agradecer a Dios la oportunidad que nos ha dado. Mas aún: cientos de manos aprietan la mía. Brazos de hombres humildes y de otros que en un tiempo fueron personajes —para nosotros siguen siendo— nos entregan un abrazo con fraternal cariño, ¿tomó tecito, don Reca?.. “Floro, en la tarde comes con nosotros”. ¿Por qué Dios me ha premiado de esta manera?
A las cinco de la tarde nos han encerrado en nuestra celda N° 24 tras una puerta de erro y de doble pestillo. Tenemos un tarro para nuestras necesidades biológicas, cualesquiera que sean. Se duerme a sobresaltos, una procesión de pensamientos, lógicos e irracionales, des lan frente a nuestro insomnio. Una campanada despierta el primer intento de dormir. Son las 7:30 de la mañana. Es la advertencia que tenemos que levantarnos. A las 8:15 horas se abren las celdas y nos colocamos en la puerta para que nos cuenten. De allí, arrastrando nuestro tarrito con estiércol nos encaminamos al baño (¿baño?).
Formamos las para recibir el pan y el té. No me cabe duda alguna: el pan de la cárcel es el mejor del mundo. Luego al patio para sentir los minutos que forma la hora. A las 11:00 un pitazo ordena formación: uno…dos…
tres y los números se cuelgan en mis oídos. La orden fue numerarse.
Duele perder la libertad. Duele ser reo. Duele estar sometido. Pero nada nos quita la autoridad moral de nuestra acción. Aquí todo lo esperamos de Dios y del juez. Ahora también comprendemos la tremenda responsabilidad de los que administran justicia”.
Indudablemente fue temeraria su actuación, en momentos en que en el país no imperaba el Estado de Derecho y que la represión, a cargo de los organismos de seguridad del Estado era una amenaza permanente. El enfoque y placidez que nos otorga el paso del tiempo, nos permite cali car el actuar de Floreal, simplemente como heroico, al desa ar a un régimen que, por mucho menos, había demostrado una ereza brutal e inhumana contra sus opositores y que el poder judicial amparaba su impunidad. Floreal nunca había demostrado una actitud gregaria y, en este caso no necesitaba estímulos externos ni escuchar una voz de mando para actuar en consecuencia y en forma absolutamente personal.
Con este arrojado testimonio ciudadano, Floreal pudo haberse erigido como el gran paladín local, de la disidencia no violenta a la dictadura imperante y haber, de algún modo, sacado provecho político a su denuncia, sin embargo, nunca tuvo en su mente ni en su actuar dicho propósito.
Lamentablemente, y se debe decir, tampoco su partido, salvo honrosas excepciones personales, le hizo el reconocimiento que por méritos le correspondía. Mientras que muchos de sus camaradas se camu aron, callaron e incluso no fueron pocos los que se cobijaron bajo el alero
militar, él nunca renunció a su ideario y coherencia política ni a su apego a la democracia. No salió indemne del evento, ya que, por su actuación, al poco tiempo fue despedido de la Universidad de Antofagasta.
En los años post plebiscito del 80 continuó muy ligado a la DC, participando en diversas instancias y reuniones, hasta llegar a asumir la dirección del Comando del NO en Antofagasta, para el plebiscito de 1988. “Recuerdo que teníamos que organizar un mitin para reforzar el llamado a no aprobar el referéndum y los del comando, inocentemente, de nimos que el mejor lugar era la céntrica esquina de Prat con Matta. Fui a solicitar el permiso al Gobernador, que en ese tiempo era Jorge Mozó, quien me respondió que era imposible ocupar el sector que le pedíamos, pero que nos ofrecía que hiciéramos la manifestación en la calle Aníbal Pinto. Esta medida la entendimos como una orden del gobierno, de no facilitar los mejores lugares para que la oposición se manifestara. No culpamos al gobernador, quien debía cumplir con las instrucciones que le llegaban desde el Ministerio del Interior. En todo caso, a pesar de que con Jorge Mozó estábamos en las antípodas políticas, con el tiempo logramos establecer una buena relación basada en el mutuo respeto. Por supuesto que, aun cuando no considerábamos el lugar como el más adecuado, no nos quedó otra alternativa que aceptar de inmediato su propuesta, sin dejar de sentir una gran duda, respecto de la convocatoria que podríamos lograr, ya que carecíamos de recursos su cientes para sostener una campaña publicitaria efectiva en los medios, tendiente a invitar a la ciudadanía a dejar de lado sus temores y asistir al evento. De Santiago vino Patricio Aylwin y creo que Ricardo Lagos también. El acto fue todo un éxito. Nos
dimos cuenta de que la gente ya no sentía miedo de expresar libremente su rechazo al régimen militar y manifestar con fuerza y a cara descubierta su negativa a la posibilidad de extender su mandato”.
En de nitiva el ganar la opción del NO en el plebiscito, signi có que en 1989 debían efectuarse elecciones presidenciales y parlamentarias. En ellas Floreal fue precandidato a senador por la Democracia Cristiana. Contaba con un gran respaldo local, sin embargo, desde Santiago surgieron otros dos candidatos (Sergio Wilson y Carmen Frei), ante esta situación Floreal exhibió, una vez más, un espíritu atípico en un político, una disposición a actuar mirando el interés partidario por sobre el personal, renunciando a su precandidatura, argumentando que él no quería perjudicar al partido con su postulación. Sin duda alguna que su deserción contribuyó a que Carmen Frei obtuviera la primera mayoría y fuese electa senadora por la Región.
Con la vuelta a la democracia, bajo la presidencia de Patricio Aylwin, en 1990, Floreal fue designado alcalde de Antofagasta, cargo que ejerció hasta nes del año 1992. Fueron dos años productivos, pero a su vez turbulentos. En la madrugada del 18 de junio de 1991 Antofagasta sufrió uno de los desastres naturales más grandes de su historia. Producto de una lluvia intensa de solo un par de horas, el agua que se acumuló en el desierto, buscó su avance gravitacional a través de distintas quebradas que cruzaban la ciudad, provocando aluviones que fueron arrasando con todo a su paso. El resultado: sobre un centenar de muertos y más de una docena de desaparecidos. La ciudad quedó devastada, llena de barro e intransitable. Recuerdo que en esa época Proa aún era una utópica
idea de un puñado de amigos y se nos ocurrió colaborar en algo, ante el desastre comunitario. En la Avenida Andrés Sabella, desarrollamos una campaña que llamamos “Limpiemos con alegría la ciudad”. Esta contempló operativos de retiro de escombros y barro con maquinaria de movimiento de tierra, pinturas de fachadas, incorporación de árboles, etc. Todo lo anterior fue acompañado de la música de una tuna universitaria. Destaco este evento porque Floreal, como alcalde, se hizo presente y colaboró con entusiasmo en las actividades que se desplegaron, aparte del liderazgo y coordinación que ejerció en terreno en todas las acciones que la Municipalidad debió desarrollar, con el propósito de normalizar la ciudad.
En octubre de 1992 se realizó la primera elección municipal de vuelta a la democracia, a la cual Floreal postuló. El sistema utilizado consistió en la elección de un Concejo Municipal donde la primera mayoría asumiría como alcalde y los demás candidatos serían concejales. Triunfó Pedro Araya, quien lideró la municipalidad hasta julio del 2003, fecha en que falleció.
En el cargo de concejal, 1992-1996, Floreal, no se sintió cómodo, ya que las funciones de éstos eran eminentemente scalizadoras de la gestión del alcalde, sin la dinámica propia de enfrentar problemas comunitarios y resolverlos, alejada del trabajo en terreno que era la función que más lo entusiasmaba. En todo caso cumplió su rol, aportando desde su perspectiva y experiencia en lo que pudo para que la gestión alcaldicia fuera positiva para la comuna.
Al respecto, cabe señalar que, a pesar de ser camaradas de partido con Pedro Araya, de haber compartido el Parlamento y de ambos haberse arriesgado durante la dic-
tadura de Pinochet, no lograron establecer una relación estrecha ni amistosa entre ellos. Sin embargo, lo anterior no ha sido obstáculo para que Floreal, cuando se trata de mencionar ejemplos de buenas administraciones municipales, siempre ha destacado la gestión de Pedro Araya. Nobleza obliga.
En el segundo gobierno de la Concertación, bajo la presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Floreal es elegido Consejero Regional, CORE, para el período 19972001. En dicho Consejo participaron guras nacionales y locales como Juan Luis Maurás, Sergio de los Ríos y Luis Pacasse entre otros. Quedó muy satisfecho del accionar del Consejo, donde pudo apreciar seriedad y un muy claro sentido regionalista. En su calidad de consejero le correspondió mantener un estrecho contacto con Gastón Viveros, quien estaba a cargo del programa Zicosur, que se orientaba a promover la integración de Antofagasta con las provincias argentinas de Salta y Jujuy principalmente. Valoraba el trabajo de Viveros, quien a su juicio no ha sido superado en su labor de proyectar la Región, como un importante corredor para la salida de los productos del noroeste sudamericano hacia el Asia. Incluso en su mandato se logró desarrollar una reunión multinacional en Antofagasta, con la presencia de la República China.
Sabido es que Floreal no ha sido un militante que concite una irrestricta adhesión a sus posturas dentro de su partido, ya que éstas, siempre se han ajustado a principios, valores y consecuencia mientras que, en la actividad política, estos preceptos cada vez más vienen siendo considerados anticuados y transitorios, y lo que prevalece es el pragmatismo, la inconsecuencia y el doble estándar. En esta faceta, ha tenido desavenencias con distintas
directivas locales e incluso, ha llegado a discrepar de las posturas de algunos presidentes nacionales de la DC. En una ocasión Floreal asumió la presidencia provincial del partido. Reconoce que en este cargo tuvo más problemas que satisfacciones, dado que “fui muy jodido en cuanto a exigir a los camaradas, una labor prolija y e ciente, pero me encontré con posturas indolentes, lentas y priorizando intereses personales”. En otras ocasiones se contactó con jóvenes militantes, con el propósito de guiarlos en el campo político, a través de transmitirles la historia, principios, valores y obra de los próceres de la DC, pero que no encontró eco en su intención. Estima que hace, por lo menos, más de una década que no participa del quehacer partidario.
La lectura de estas páginas, dejan claro, cual ha sido, políticamente hablando, la posición de Floreal. Así como en la época de la UP, combatió con todo a los comunistas, ante la posibilidad que se instaurara en Chile un régimen adicto a dicha ideología, donde la libertad, democracia y el respeto a los derechos humanos, eran solo palabras huecas y sin valor. Más de cuarenta años después, apoyó a la Nueva Mayoría, donde participaban los comunistas, dado que también tiene claro que la derecha siempre ha estado al lado de quienes de enden sus intereses económicos, sin hacerle asco a ningún método para garantizar y proteger sus privilegios. Su postura actual refuerza la consecuencia con la que ha actuado en su vida.
Al respecto, en el gobierno anterior fue uno de los más leales demócrata cristianos a la presidenta Bachelet, incluso más que muchos militantes del propio partido de la mandataria, a la que ha defendido con fuerza y convicción a través de sus opiniones y columnas del diario
El Mercurio de Antofagasta. Sin embargo, su lealtad no ha llegado a la obsecuencia. Un ejemplo fue su posición respecto de la nueva constitución promovida por la presidenta, a la cual Floreal se opuso en forma decidida.
A partir de 1990 Floreal fue designado miembro de la Junta Directiva de la Universidad de Antofagasta, en representación de distintos presidentes de la República, cargo que se prolongó hasta el año 2004, donde llegó a presidir dicha junta en varios períodos. En ese desempeño, pudo imbuirse y participar en los distintos quehaceres universitarios. Constató el buen nivel de análisis que imperaba al interior de la universidad, donde la prioridad era hacer una gestión e caz y e ciente. Su satisfacción más grande es haber participado en el estudio, evaluación y creación de las carreras de derecho, medicina y odontología, todas estas, muy necesarias para formar profesionales en la zona norte del país.
En el año 2002 el rector de la época, Jaime Godoy, postuló a la reelección, pero fue superado por el ingeniero Pedro Córdova. Lamentablemente la gestión de éste generó una de las mayores crisis nancieras que ha debido afrontar la universidad, debido en gran parte, a contrataciones descontroladas e innecesarias, que provocaron un importante dé cit presupuestario. Esta situación derivó en una toma estudiantil que solicitaba la renuncia del rector. Floreal, un consecuente defensor de la institucionalidad rechazó públicamente la petición estudiantil, argumentando que el rector había sido democráticamente elegido y debía terminar su administración. En una ocasión en plena toma de la Universidad, un grupo de estudiantes lo increpó por su postura y le arrojó vino tinto que manchó la impecable indumentaria que acostumbraba lucir.
Desde abril de 2002, hasta nes de 2003, Floreal ocupó un cargo en el Directorio de la Empresa de Servicios Sanitarios de Antofagasta, ESSAN, en representación del Estado, fundamentalmente debido al conocimiento de la realidad regional y la relevancia que tenían sus opiniones en la comunidad. Floreal nunca había tenido la oportunidad de participar en un directorio de una empresa pública, ni menos en una sociedad anónima y a pesar de su inexperiencia, con esa que se sintió muy cómodo en el cargo, fundamentalmente, porque el grupo de directores y, en especial, los ejecutivos, Renato Agurto, Aurora Williams y Calixto Díaz entre otros, contribuían generando un ambiente de profesionalismo, seriedad y transparencia en la gestión de la empresa.
Recuerda que en ese período se aprobaron varios proyectos interesantes, entre ellos destaca: la puesta en funcionamiento de la planta desaladora de agua de mar de Antofagasta, siendo en su época, la más grande de América Latina construida para consumo humano; el inicio de operación de la estación depuradora de aguas servidas de Calama, la disposición nal del 100% de las aguas servidas en la región de Antofagasta y el proceso de facturación in situ.
Se debe destacar que tanto Floreal como los demás integrantes del Directorio de ESSAN eran contrarios a su privatización, sin embargo, la decisión gubernamental inevitablemente condujo al traspaso de la empresa al sector privado a nes del año 2003, en este caso al Grupo Luksic. Ante esta realidad Floreal mostró una permanente preocupación por la capacitación y desarrollo del personal, con la mirada puesta en preparar a los trabajadores para los desafíos que impondría la gestión privada, es-
fuerzo que se vio compensado con la continuidad que tuvo gran parte de la dotación en la nueva administración.
La última actuación política de Floreal, aconteció a mediados de la primera década de este siglo, durante el segundo ciclo alcaldicio de Daniel Adaro, quien había asumido como alcalde en remplazo del fallecido titular Pedro Araya, por el tiempo que le restaba en el cargo, dado que había sido el segundo candidato más votado en las elecciones de concejales. Ante la elección del año 2004 esperaba que la DC lo rati cara como su abanderado a la reelección, sin embargo, el partido apoyó a Jaime Araya, hijo de Pedro. El alcalde en ejercicio, consciente del apoyo ciudadano que tenía, no aceptó esta decisión y renunció al partido, presentándose en calidad de independiente. No se equivocó, ganó la elección con cerca de un 60%, la más alta votación nacional, en el año 2004.
No obstante, la renuncia a la DC manifestada por Adaro, la que había obedecido a una decisión estrictamente instrumental y no a un rechazo a la ideología de ésta, dicho partido continuó teniendo una gran ascendencia en su actuar, asesorándolo en diversas materias y otorgándole ciertas orientaciones tendientes a desarrollar una buena gestión municipal. Floreal señala que recibió un llamado desde el partido para que trabajara en la municipalidad, contribuyendo con su experiencia. A regañadientes y con Magaly no muy convencida que se involucrara nuevamente en política, aceptó el cargo de Administrador Municipal. Explica que a pesar del poco tiempo que estuvo en dicha función, se sintió muy cómodo y aportó en varias situaciones a solucionar problemas internos. Lamentablemente Adaro veía fantasmas y enemigos en todas partes y despidió a muchos trabajadores
identi cados con el exalcalde Pedro Araya, a pesar de los consejos que le daba Floreal de entusiasmar a la gente y trabajar en equipo. Él por su parte, mantenía buenas relaciones con el personal municipal y, además, en sus apariciones en representación del alcalde, normalmente salía muy bien parado. Esta guración no le habría gustado al edil mayor, quien intentó sacarlo de la vitrina municipal, ofreciéndole que asumiera como coordinador entre el municipio y el CORE. La respuesta de Floreal no se hizo esperar, se fue a su o cina y redactó de inmediato su renuncia, argumentando que él no era un asesor y se la entregó personalmente en presencia de toda su plana directiva.
Siempre ha sido conveniente una mirada evaluativa hacia el pretérito. Floreal, día a día, se ha mostrado dispuesto a hablar de su pasado. Lo hace con la convicción de que sus actos de servidor público, por lo general, o no lograron satisfacer a la mayoría, o sólo fueron justipreciados por unos pocos. Mientras tanto, la vida debe continuar y esto es lo único que interesa. En el gran escenario del mundo, uno de los papeles más difíciles es el del político. Él necesita del hombre común y éste, al momento de juzgarlo, sólo lo hará por sus obras y por su consecuencia entre sus palabras y sus actuaciones. Tantísimas son las circunstancias de las labores políticas que, sin querer olvidamos que ese afanoso laborar es la esencia de lo que antiguamente se consideraba “el servicio público”, donde germina la política como verdadero amor a la polis y donde el civismo supera al individualismo haciendo de cada ciudadano un prójimo, al que sólo algunos están llamados a servirlo sin mezquinos intereses. Floreal, un servidor público, sabía de estas cosas y cuando encontraba
espíritus a nes, siempre se dio un tiempo para referirse, no a lo super uo de la política, sino a su quintaesencia, a su n último que ennoblece al paso de los años y que, en nuestro amigo, arraigó a temprana edad.