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B. Viajes para recordar

B. Viajes para recordar.

A Floreal, siempre le llamó la atención viajar. Dicho así, esto da para más de un comentario al aportar un antecedente explicativo a su condición de historiador. La relación “viajar—historiador” siempre se ha representado en Heródoto y “Los Nueve Libros de la Historia”. Es posible que Floreal, por modestia, haya intentado soslayar este detalle, pero la existencia tiene tantos vericuetos que se necesita de una vida para recién encontrarle el recto sentido a determinadas ideas. De hecho, desde niño tuvo mucho ajetreo al respecto. Experiencia inicial fue para él su viaje con su madre a establecerse en Chillán y luego, desde ahí, debió acompañar a su padre en sus múltiples y pintorescos viajes de trabajo por la zona.

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Su primer viaje, ya adulto, al exterior, lo hizo en tren a mediados de los cincuenta, a cargo de la gira de estudio de un curso del Liceo de Hombres, a La Paz, Bolivia. Desde dicha ciudad se trasladaron en un camión a Copacabana, pequeña localidad ribereña del lago Titicaca. Allí hicieron una travesía en las tradicionales barcas de totora. En esa gira de estudios, un alumno se sintió mal y Floreal consiguió que acudiera un médico a examinarlo. Cuando el facultativo atendió al alumno y éste le dio a conocer los síntomas, sacó de su maletín un manual y sentenció “sufre mal de altura”. A Floreal el hecho que el médico haya tenido que consultar un libro para diagnosticar algo tan natural y reiterado en los turistas que visitan el país altiplánico, lo hizo dudar de la calidad del profesional que había conseguido. En todo caso con una simple píldora, el estudiante se repuso rápidamente. No hubo otro contratiempo en la gira. Lo que sí llamó la atención de

la comitiva, fue que prácticamente todos los días había marchas por las calles céntricas de la capital boliviana.

Es pertinente señalar que en la época, gobernaba el país Víctor Paz Estensoro, fundador del Movimiento Nacionalista Revolucionario, MNR, quien mantuvo buenas relaciones con el presidente de Chile de entonces, el General Carlos Ibáñez del Campo. Al respecto Floreal recuerda una anécdota: en 1955, Paz Estensoro visitó nuestro país e Ibáñez retribuyó la visita. Cuando éste presenciaba un des le en su homenaje en La Paz, parte de la muchedumbre empezó a entonar un cántico que el presidente chileno no lograba entender y le preguntó a su colega boliviano qué decía en su canto la multitud. Este le dijo, gritan “queremos puerto” a lo que Ibáñez le contestó ¿y para qué quieren puerto si no tienen mar? La espontánea respuesta gra ca con delidad lo ladino que era Carlos Ibáñez.

Al año siguiente Floreal realizó otro viaje a Bolivia. Ahora en una delegación mixta, compuesta por un curso de niñas de la Escuela Técnica y otro de alumnos del Liceo. En este viaje Floreal fue objeto de una de las bromas más pesadas que le hayan hecho en su vida: un grupo de alumnos lo sorprendió saliendo de la ducha y uno de ellos, un novel paparazzi, le sacó una foto, que luego, publicaron en un diario del alumnado liceano.

Estando ya casado con Magaly, disfrutaba viajar con ella esmerándose siempre en hacer del viaje una experiencia agradable. Su propósito era divertir y entretener a su esposa, para ello recitaba poesías y hacía payasadas que siempre terminaban con ellos riendo. Estos viajes se iniciaron el año 1962, cuando fueron de luna de miel a Arica y aprovecharon de conocer Tacna.

En el año 1964, al asumir la Alcaldía de Antofagasta, en reemplazo de Santiago Gajardo, Floreal recibió una invitación-beca de parte de la Fundación Conrad Adenauer, para asistir a un seminario de capacitación sobre descentralización territorial y administrativa, a realizarse en Berlín, capital de la República Federal Alemana, RFA, nación que era líder mundial en la materia. La invitación fue extensiva a un grupo de 20 a 25 alcaldes chilenos de distintas tendencias políticas, entre los cuales iba el alcalde de Calama, el médico Osvaldo Olguín que hizo de jefe de la delegación y con quien tuvo mucha cercanía, dado que también era militante DC.

Según Floreal, el curso fue de un elevado nivel; tuvo notables expositores, con traducción simultánea y duró alrededor de 20 días. Las clases se realizaban en la mañana y la tarde, en el mismo hotel donde alojaban, cumpliendo todos los horarios con germánica disciplina. La beca incluía pasajes aéreos, hospedajes, alimentación y un viático de 30 marcos diarios, que alcanzaban sobradamente para cubrir gastos menores.

El programa consideró un recorrido por una serie de pequeños pueblos a orillas del Rhin, donde sus respectivos alcaldes les transmitían las variadas experiencias colaborativas, tales como compartir instalaciones, bodegas, frigorí cos, etc. También tuvieron la oportunidad de visitar Munich, conocer algo de Los Alpes y asistir a una típica esta alemana de la cerveza. En esa época, plena Guerra Fría, la ciudad de Berlín se encontraba dividida, aunque sin el muro. Muy temprano en las mañanas, eran despertados por el estruendo provocado por aviones rusos que pasaban por sobre el hotel, rompiendo la velocidad del sonido. La delegación pudo visitar Berlín Oriental

en un bus con un recorrido preestablecido, donde no se podían bajar y sólo se les permitía hacerlo para sacarse fotos delante de una estatua de Lenin. Una ocasión muy especial de dicha estadía, fue cuando la delegación tuvo una cena con Willy Brandt, el alcalde de Berlín, quien posteriormente sería un gran canciller de la RFA.

A mediados de los setenta Floreal y Magaly fueron de vacaciones a Argentina, Uruguay y Paraguay. Desde Santiago hicieron el viaje por tierra, en un vehículo de la antigua empresa CATA hasta Mendoza y de ahí, en tren, hasta Buenos Aires. De esta ciudad a Floreal lo deslumbró su arquitectura y sus atestadas y atractivas librerías. Visitaron la tumba de Evita en el cementerio de La Recoleta y disfrutaron de un espectáculo de tango. Desde el puerto de Buenos Aires atravesaron el Río de la Plata en un aliscafo hasta Montevideo, que los recibió con mucha lluvia, a pesar de que era verano. A Floreal la ciudad le pareció chata y apagada. No podía ser de otra manera después de haber conocido la capital argentina, la ciudad más europea y cosmopolita de América. También tuvieron la oportunidad de viajar a Punta del Este, balneario que, como a muchos, les pareció demasiado exclusivo.

Terminaron su periplo en Asunción, ciudad que no les impresionó.

Uno de los viajes familiares que más recuerda Floreal, es el que hicieron a Chiloé. Éste se gestó ante una re exión de Magaly, quien le planteó que debían hacer un viaje todos, ya que si Claudia y Cecilia, habían nalizado su enseñanza media, con seguridad continuarían sus estudios superiores sin tener claro dónde y posiblemente el verano siguiente no estuvieran todos juntos nuevamente para viajar en familia.

El largo recorrido lo hicieron en auto desde Antofagasta hasta Puerto Montt, con una breve estadía en Concepción. Viajaban en carpa, una experiencia nueva para ellos y como buenos nortinos, no iban muy bien preparados para afrontar el clima del sur. El frío y las lluvias le dieron la bienvenida y ellos no la agradecieron. Como no contaban con duchas a la mano, optaron por visitar algunas de las termas que existen en la zona sur para poder gozar de un baño caliente. La carpa se les pasó con las lluvias en varias oportunidades y para aminorar las di cultades, a veces recurrieron a hospedarse en hoteles que el gremio de profesores poseía. Entre las anécdotas que Floreal recuerda de este viaje, está una que sucedió al comprar una botella de licor de oro en un almacén del camino. En esa ocasión, la dependiente que los atendió, una típica campesina, a toda vista sufría de hiperpilosidad y exhibía unos bigotes extremadamente espesos. Esta insólita situación, provocó en las niñas un ataque de risas, que tuvo que ser contenido apresuradamente por Magaly, para que la mujer que los atendía no se sintiera ofendida. Floreal reconoce hidalgamente que, hasta él, sintió deseos de demostrar hilaridad, pero afortunadamente pudo contenerse. Otra situación jocosa la provocó Gonzalo, quien, al estar en la orilla del Bío Bío, quiso demostrar que era capaz de bañarse en sus aguas y, prestamente, se lanzó a ellas para salir entumecido, tan rápido como entró.

En Chiloé visitaron las más importantes ciudades y pueblos, tales como Castro, Ancud y Quellón. Según Floreal: “Fuimos parando en muchos pueblos que cruzábamos, admirando los pala tos y los caminos típicos chilotes con exuberante naturaleza, llenamos nuestra mirada de verde, visitamos muchas de las iglesias de madera que

son patrimonio de la humanidad, comimos platos típicos, en Quellón, obviamente, compramos gorros de lana, etc. Fue el viaje familiar más lejos y largo que realizamos”.

En su periodo de alcalde designado, en 1990, nuevamente recibe una invitación desde Alemania para participar en un seminario sobre administración municipal. El manejo de la basura, la locomoción colectiva, el agua potable, las áreas verdes eran algunos de los temas que consultaba tratar el evento, que duraría un par de semanas. En esa oportunidad viajó con Magaly, pero sabiendo que, prácticamente, mientras estuviera asistiendo al seminario no iba a poder estar junto a su esposa. Viajaron desde Santiago con destino a Frankfurt. Mientras Floreal se trasladó a Berlín a integrarse al evento de capacitación, Magaly se embarcó en un tour que la llevaría a conocer varias ciudades de Bélgica y Francia. Luego del seminario se juntaron y recorrieron Barcelona, Roma, Florencia y Venecia. Al nalizar este periplo regresan a Frankfurt y se hospedan en casa de un amigo chileno, quien, además, los carretea, por los lugares más interesantes de la ciudad. Cuando llegó el día que debían regresar a Chile, se dieron cuenta que no tenían pasajes en el mismo vuelo. Intentaron solucionar el problema en la o cina de la línea aérea en Frankfurt, pero fue inútil y solo les recomendaron que la única posibilidad era que se presentaran en el counter de Lufthansa, por si ahí les pudieran dar una solución a su problema. Es necesario aclarar que en la o cina de la aerolínea, les hablaron siempre en inglés y Floreal creía que había entendido todas las instrucciones, pero la realidad era otra. Al arribar al aeropuerto, Floreal le recordó a Magaly que debían contactar a “Mr. Hall”, a lo que ésta le corrigió

“no Papá, debemos ir al “hall” y allí ubicar el mesón de Lufthansa”.

Mientras se desplazaban por las instalaciones, Floreal escuchó “¡Reca!, ¡Reca!” y, de inmediato le dijo a Magaly, ¿escuchaste?... Su respuesta fue: “estás loco, quién va a estar gritando tu nombre aquí”. Dilucidaron el dilema cuando un joven se les acercó y saludó con afecto a Floreal. Era un exalumno que estaba estudiando en Alemania. Este ejemplo muestra que la huella pedagógica de Floreal trasciende las fronteras.

Afortunadamente la gestión de cambio de pasajes les resultó y Magaly intentó comunicarse con el amigo que los había atendido en su casa para informarle, pero no obtuvo respuesta. Luego, con la tranquilidad de haberse sacado el problema de encima, se relajaron con unas exquisitas onces alemanas.

Al terminar éstas, decidieron reintentar la comunicación con el amigo antes mencionado, para avisarle que habían solucionado el problema y que viajaban juntos. Nuevamente y ya transcurrida más de una hora, se dirigieron al sector de las casetas telefónicas, que no eran menos de veinte y Magaly, de casualidad, entró a la misma donde había intentado hablar antes y ¡Oh sorpresa! en ella encontró su pequeño bolso con todos los documentos del viaje y parte de la plata que les había sobrado. Sin duda alguna, una situación irrepetible y una muy feliz coincidencia. O, tal vez, sólo una situación normal, que re eja la honesta conducta de un pueblo como el alemán, que al ver pertenencias ajenas pre ere dejarlas en el mismo lugar por si su propietario regresa a buscarlas.

A nes del 1993, iniciaron un largo viaje a México, que contempló visitar su Capital Federal, Guadalajara,

Mérida, Guanajuato, Acapulco, Cancún y Taxco. En Cancún tomaron un tour náutico, donde con un simple kit de buceo era factible sumergirse y extasiarse con el maravilloso espectáculo submarino, que se suele apreciar en los arrecifes de los mares caribeños. Magaly tuvo la experiencia de apreciar la enorme cantidad de peces de distintas variedades, de diversas formas y de atractivos y brillantes colores, que habitan esas cálidas aguas. A Floreal, quien se había sometido poco tiempo atrás a una operación al corazón, no le fue recomendada tal travesía, por lo que tuvo que conformarse con admirar las contorsiones de su sirena al verla sumergirse reiteradamente, para gozar del multicolor panorama submarino que presentaba el sector donde se habían detenido.

En este recorrido visitaron entre otros lugares de interés la Basílica de la Virgen de Guadalupe, el complejo arqueológico de Teotihuacán, las ruinas de Chichén Itzá, el museo Antropológico y el Zócalo con su catedral y el palacio de gobierno y sus murales. En su estadía en Ciudad de México Magaly aprovechó de contactar a una amiga que había conocido en Bélgica, quien los atendió y sirvió de guía en su recorrido turístico.

En el año 1996, Floreal y Magaly, en compañía de su hermanos Arbia y Santiago y sus respectivos conyugues, José Luis Gómez y Magalí Amadori, hicieron un viaje de un par de semanas a Estados Unidos, el cual cruzaron de costa a costa. Entre otras ciudades, visitaron San Francisco con su puente Golden Gate y sus carros eléctricos que recorren empinadas avenidas; Dallas donde estuvieron reunidos con Horacio Marul (un ex regidor de Antofagasta), Washington, donde pudieron apreciar la Casa Blanca y visitar algunos de sus famosos museos y monumentos;

y Nueva York, en la cual visitaron las Torres Gemelas, recorrieron el Central Park y asistieron en Broadway a una función del musical “Los miserables”. También fueron a una función en el Bronx y asistieron a una iglesia del sector, donde presenciaron una misa al ritmo góspel. Una anécdota que re eja el espíritu festivo y bromista de Floreal acaeció en un pasillo de una estación del Metro de Nueva York. El grupo iba saliendo y se encontró con un violinista japonés que interpretaba un tango, del que Floreal conocía su letra. Este ni corto ni perezoso, se acercó al violinista y comenzó a entonar el tema cual interprete rioplatense. Todo un espectáculo.

En el año 2002 Floreal y Magaly viajaron a Buenos Aires, acompañados de su hija Claudia, su yerno Raúl y sus hijos. En dicho viaje, aparte, de aprovechar algunas de las innumerables atracciones que ofrece la capital argentina, tuvieron la oportunidad de presenciar una esta criolla, con bailes folclóricos, el tradicional asado y gauchos demostrando su habilidad sobre los caballos.

En octubre de 2005, se canonizaría en el Vaticano al Padre Hurtado y dado que Floreal lo había conocido mientras estudiaba en el Pedagógico y era afín a su consecuencia cristiana y a su obra social, sintió un deber presenciar la ceremonia. Facilitó la decisión el hecho que un grupo de feligreses de la Iglesia Madre de Dios, de Antofagasta, liderados por el sacerdote Sergio Neira, se hubieran organizado para realizar el viaje. Floreal y Magaly fueron de la partida, también su cuñado Santiago y su esposa Magalí.

El periplo se inició en Zurich, para luego viajar a París donde disfrutaron unos días paseando por el Sena, visitando museos y otros hitos turísticos como la Torre Ei el y el Arco de Triunfo.

De la capital francesa viajaron en tren cama a Venecia, donde se obnubilaron con la Plaza San Marcos, su maravillosa arquitectura, sus canales, puentes, góndolas y máscaras. Desde esta ciudad, en un auto arrendado, se dirigieron a Roma atravesando una importante cantidad de pequeños, típicos y atractivos pueblos. Ya en la capital asistieron a la canonización del segundo santo chileno. La ocasión la rememora Floreal, como una experiencia espiritual especialmente íntima, cercana, ya que no es frecuente la canonización de un compatriota, ni menos uno conocido y admirado por su obra.

La ceremonia fue presidida por el Papa Benedicto XVI, en la Plaza San Pedro del Vaticano. Floreal recuerda que llegaron tarde a la ceremonia y no pudieron ingresar a una sala donde el Papa recibiría, en forma especial, a un grupo de feligreses dentro de los cuales ellos estaban considerados. El largo viaje estaba tomando un cariz de decepción. Tuvieron que conformarse con esperar afuera, donde una muchedumbre, debidamente acordonada, se esperanzaba con ver al pontí ce. Tuvieron suerte. Benedicto XVI, no tan solo apareció, sino que, además, tuvo la gentileza de avanzar hacia ellos y estrechar las manos de algunos, entre los cuales se encontraba Floreal. Un gran premio para un gran cristiano.

Luego de la estadía europea, el grupo que integraba Floreal se separó de la delegación antofagastina y se trasladó a Israel, donde tenían programado visitar muchos lugares sagrados. En la Ciudad Vieja de Jerusalén, obviamente visitaron los sitios imperdibles como el Santo Sepulcro, la Vía Dolorosa, los distintos barrios, las atractivas tiendas de souvenirs, etc. En el Muro de los Lamentos, Floreal dice haber seguido la costumbre judía de escribir

un deseo en un papel e introducirlo en un intersticio de las rocas milenarias que constituyen el antiguo murallón, aun cuando no recuerda qué estampó en él.

Otra buena anécdota protagonizada por Floreal acaeció antes de ingresar a la Cúpula de la Roca o Domo de la Roca, el monumento islámico más antiguo que se conserva, con su impresionante cubierta dorada que la distingue de lejos. Había que hacer una la, que hacía presagiar una larga espera. Floreal fue presa del cansancio, que le había legado una típica jornada de caminata turística y no se le ocurrió nada mejor que tomar un descanso, sentándose en el suelo antes de la entrada del recinto. Mientas estaba en esta posición, cual mendigo tirado en el piso empedrado a la espera de una dádiva, ésta llegó de manos de un sacerdote quien depositó en sus manos una biblia. Floreal nunca supo si el clérigo era católico o judío, sólo logró admirar el hermoso texto en hebreo, en una impresión de lujo que atesoró como un grandioso regalo. Poco le duró esta satisfacción, pues al rato, cuando pretendió ingresar a la cúpula, los guardias del recinto le quitaron la biblia por razones obvias: habría sido un sacrilegio permitir que alguien ingresara con un texto totalmente antagónico a la fe que representaba el templo. Lo peor es que a la salida no le devolvieron el preciado regalo.

También se dieron el tiempo de visitar el Museo del Holocausto. Aun cuando, Floreal y sus acompañantes habían visto películas, reportajes televisivos y/o leído sobre el magnicidio nazi de los judíos, el presenciar en vivo y en directo fotografías originales, antecedentes y diversos elementos que pertenecieron a prisioneros, de los distintos campos de concentración que levantó a lo largo y ancho de Europa, la Alemania de Hitler, el impacto emocional

y espiritual que recibieron cada uno de ellos fue anonadante, macizo y duro. A Floreal, particularmente, le conmocionó una gran habitación repleta de zapatos usados de todo tipo, de niños, mujeres y hombres. Le dedicó un largo momento de re exión al observarlos, estremecido al pensar que cada uno de ellos, en algún momento, sirvió a un ser humano en su tránsito esperanzado por la vida, sin pensar ni remotamente cuál sería su destino nal.

Luego de Jerusalén, emprendieron viaje al Mar Muerto, donde tuvieron la oportunidad de tomar un baño en sus tibias, viscosas y densas aguas. Pero sin duda alguna que el hecho más relevante y de mayor espiritualidad para el matrimonio Recabarren Raby, aconteció en la localidad de Caná o Canaán, lugar donde procedieron, en un simbólico acto de amor, a renovar sus votos matrimoniales, cumpliendo, además, el rito de ser bautizados nuevamente.

Uno de los viajes que Floreal evoca con especial sentimiento, por su profundo sentido místico, acaeció al poco tiempo del viaje al Vaticano. Este se realizó, en el mes de julio del año 2006 con motivo de celebrar el cumpleaños de Magaly, a la ciudad de Aparecida del Norte, en el estado de Sao Paulo, Brasil. En aquella ocasión integraron otra vez un grupo de eles de la Iglesia Madre de Dios, que era encabezado por el padre Sergio Neira. Su interés era visitar la Basílica de Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil, en el Estado de Sao Paulo, la que es considerada la segunda basílica más grande del mundo, después de la Basílica de San Pedro, del Vaticano. Durante el año son millones los peregrinos que la visitan, en especial el 12 de octubre, día conmemorativo de dicha divinidad protectora, ocasión en la cual se desarrolla un amplio programa de actividades religiosas y culturales que, al buen estilo

brasileño, llenan de color, alegría y movimiento las calles de la pequeña localidad. El templo es de una gran belleza y su característica más notable es que es redondo y en el medio se desarrolla la misa, que es factible presenciar desde cualquier ubicación.

Un viaje plani cado y que lamentablemente abortó fue uno que habíamos programado hacia mediados de 2008, con Floreal y Magaly, más el matrimonio Visedo Soriano, a la capital del tango. Iríamos un n de semana a gozar de los atractivos de Buenos Aires, sacándole provecho a sus espectáculos, sus librerías, sus cafés, sus tanguerías, sus barrios y a todo lo anexo que pudiéramos aprovechar en ese corto periplo.

Estábamos convencidos que lo pasaríamos muy bien, sólo faltaba de nir la fecha, la cual estimábamos hacia nes de marzo venidero. En el verano del 2009, Magaly cayó de improviso enferma de gravedad y fue internada en la Clínica Indisa de Santiago. Con Erika, no conocíamos su diagnóstico, pero teníamos la esperanza que fuera algo pasajero. A los días, por un viaje de trabajo a la capital, en febrero, fui a visitarla a la clínica y logré intercambiar un par de palabras con ella. La aprecié entera, sobre todo al escuchar lamentarse que, por ella, nuestro proyectado viaje a Buenos Aires estaba abortando. Mi respuesta no se hizo esperar, manifestándole que no sería así, ya que se repondría y luego estaríamos en condiciones de retomar el programa.

En esos días, con Erika, iniciamos un viaje de vacaciones por una semana, que teníamos programado a Florianópolis, Brasil. Mientras estábamos fuera sostuvimos contactos permanentes con Floreal para conocer la evolución de Magaly. Lamentablemente con el pasar de los días, las noticias que fuimos recibiendo, cada vez fueron más des-

alentadoras, hasta que Floreal nos comunicó, con inmensa pesadumbre, que ya no había esperanza alguna, sólo esperar un desenlace fatal. Con fortuna nosotros alcanzamos a regresar a Antofagasta a tiempo para despedir a nuestra querida amiga y acompañar a Floreal en el terrible trance por el cual comenzaba a transitar. Así, el viaje que estábamos programando realizar, se vio trágicamente cancelado.

Hay ocasiones en que la vida nos depara momentos que han de permanecer indelebles en nuestra memoria. Son situaciones especiales, que se presentan muy de vez en cuando, en forma inesperada y sin ninguna señal previa. En el primer semestre del año 2016, viví una de estas experiencias, en un viaje en camioneta, que hice en compañía de Floreal y Rafael Mella a Pisagua. Nos motivaba un interés histórico y turístico. Nos alojamos en un hostal de una conocedora de la historia local, quien nos orientó sobre los lugares interesantes a visitar, aparte de adquirirle unos libros patrimoniales.

Más allá de lo que vimos y descubrimos en el viaje, estos párrafos no tienen el propósito de re ejar la visión con que cada uno de nosotros quedó de lo visto, sino de la experiencia lograda luego de las horas compartidas. Nunca habíamos tenido la oportunidad de viajar los tres juntos y, obviamente, siempre se anidan ciertas dudas previas y, además, preceden aprensiones respecto de la relación y el ambiente que pueda crearse. Sin embargo, al corto andar, intuimos que íbamos por un buen camino y que el viaje nos sería interesante y placentero.

Pasamos dentro de la camioneta, no menos de unas 16 horas y compartimos otras tantas caminando, conociendo y acompañándonos en diversas mesas y espacios en los cuales hablamos de todo, sin tabúes ni restricción

de ningún tipo. Fueron conversaciones simples y directas, cuyos temas giraron desde las fórmulas para arreglar el país, pasando por historias de las canciones que escuchábamos, hasta teorías y comportamientos respecto del sexo. Proliferaron las bromas y tallas de doble sentido, que lograron establecer un ambiente distendido, de con anza y amistad, que en muchas ocasiones nos hizo caer, por qué no decirlo, en un lenguaje salpicado de coprolalia, propio de una reunión de hombres, pero en la mejor de las ondas, sin un mínimo tinte de ordinariez, sino tan solo aprovechando oportunismos lingüísticos, según el tema que tratábamos. En resumen, fue una jornada hilarante para atesorarla como un hito, en la cual nos sorprendió un Floreal desconocido, bromeando a la par con el Rafa y conmigo. Sin escabullir el bulto y en muchos casos dictando cátedra, como una clara demostración de su lúcida y espléndida vejentud. Nos deleitamos escuchando y tarareando a viva voz, música de nuestra época. Tangos, valses y boleros desa aron nuestra memoria y en variadas ocasiones Floreal se mostró más conocedor que nosotros de las letras de las canciones que se escuchaban. A propósito de canciones, el tango preferido de Floreal es “Uno”, el vals “El clavel del aire” y el bolero “Sabor a mí”. Esos dos días, han sido de los más entretenidos, divertidos y cordiales que he pasado en mi vida.

Con relación al viaje a la capital argentina no realizado, en más de una ocasión le planteé a Floreal si se atrevía a retomar esa idea, pero la asociación que hacía con Magaly, le imponía una negativa que yo respetaba. Hasta que, a mediados del año 2016, volví a la carga y aprecié una disposición nueva en él, ya no rechazaba a la primera la posibilidad de viajar. En de nitiva, logré entusiasmarlo

y emprendimos el viaje. En esa ocasión viajamos Floreal, Angélica Araya (integrante del equipo de trabajo de digitalización de las actas municipales), Rafael Mella y su esposa, Gladys Giroux, Erika y yo.

La capital argentina nos recibió como habitualmente recibe a sus visitantes de paso. Con su obelisco, cual faro guía de los transeúntes, con su calle Corrientes llena de vida nocturna, con las marquesinas incandescentes de sus múltiples salas de espectáculos, con sus restaurantes dispuestos a atender hasta altas horas de la noche, con sus atractivas y completas librerías, con sus cafés donde se respira buen gusto, etc. Ante este panorama, aprovechamos cada hora de nuestra corta estadía.

Dentro de las actividades que realizamos, fue asistir a una moderna y gran sala de espectáculo ubicada en Puerto Madero, en la cual se cenaba y presenciaba un show de tangos de primera calidad. Una anécdota que no puedo soslayar fue que, al salir de este establecimiento, nos dimos cuenta que Floreal, traía puesta en su pecho, la servilleta que había ocupado en la cena. Obviamente más de una broma surgió del grupo, imputándole la vergüenza que nos estaba haciendo pasar al robarse la servilleta. Él, con la bonhomía que lo caracterizaba, no tuvo empacho en posar sonriente para una fotografía y luego hacernos rmar a todos, el casual souvenir, inocentemente conseguido. También visitamos el Barrio de la Boca y elegimos un restaurant que tenía música en vivo para almorzar. Al ingresar al establecimiento, a los asistentes los recibía una joven ataviada de bailarina porteña y lo invitaba a sacarse una foto con ella. Ni Rafael ni yo, accedimos a la invitación, sin embargo, Floreal no se hizo de rogar y se dispuso a posar. Le pusieron un sombrero al más puro estilo

gardeliano y cuando simulaba una tomada tangómana a la bailarina, se dispuso a recibir el ash con esa mirada pícara que lo caracteriza. La foto adorna una mesa enana de su casa, con indisimulado orgullo de su propietario.

Otra noche asistimos a la tanguería La Cumparsita, un pequeño local ubicado en pleno barrio San Telmo, donde va rotando una importante variedad de conjuntos, cantantes y parejas de bailarines, que logran establecer el típico ambiente bonaerense que el turista busca. Normalmente, en estos locales en que el espectáculo se desarrolla muy cerca del público, suele ocurrir que los bailarines, invitan a la pista a los asistentes. Ni nuestras esposas, ni Rafael ni yo aceptamos la invitación. Floreal y Angélica lo hicieron. Floreal exhibió sus dotes de bailarín de tango, a su manera por supuesto, sin ningún asomo de impudicia, más bien se le apreció absolutamente empoderado de su casual rol de compadrito porteño. Lo más destacable es que en su expedición, re ejaba en su mirada y expresión corporal, una alegría y satisfacción admirables. Fue una muestra de su personalidad y carácter. Una demostración de jovialidad y entusiasmo, que ni Rafael ni yo nos atrevimos a realizar.

Él ha manifestado que, de sus viajes, el país que más admiró fue México, porque pudo conocer un pueblo nacionalista, en el buen sentido de la palabra, dedicado a preservar y transmitir su cultura y formando y educando a sus niños inculcándoles respeto por sus ancestros.

También siente que no pudo viajar a algunos destinos que le habría gustado conocer, como las ciudades de Praga, Viena y San Petersburgo, pero ¿qué importa ese detalle a un espíritu aventurero? La vida siempre impone su verdad: entre el viajar y el soñar, en cada uno de los

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