retazos
Botón de fuego
Antonio Nacarino Jiménez
M
REVISTA DE FERIA Y FIESTAS POPULARES 2021 - especial edición digital
e cuenta un amigo que le contaba su padre que una tía de su madre llamada Fuencisla estuvo “malita” desde que nació y que en una ocasión, siendo ya mayor, tuvo unas fiebres altas que no cedían con los remedios habituales y que tenían al médico del pueblo perdiendo el sueño por su resolución. Con la sospecha de neumonía, que en aquellos entonces se conocía como endurecimiento pulmonar, el oxígeno del aire no podía pasar a la sangre porque el pulmón dejaba de ser permeable para convertirse en un tubo rígido; ni vapores ni tisanas ni el frío y limpio aire de la campiña al amanecer resolvían el problema de dificultad para respirar que le arrancaba la vida en cada inspiración.
de fuego. Su padre le había hablado de esta antigua práctica andalusí y, en alguna ocasión, la vio aplicar cuando niño y recordaba el inmenso dolor en la cara del pobre hombre que con la azada se había cortado la mano y sangraba abundantemente y nada hacía ceder una hemorragia que ponía en peligro su vida y la de sus cinco hijos. El cauterio con hierro candente cerró para siempre ese río rojo que amenazaba el futuro de los suyos.
En el “doblao” encontró ese artilugio de hierro terminado en forma de botón que, calentado al fuego y aplicado directamente a la piel, era capaz de activar la circulación de la sangre favoreciendo la curación. Actuaba como un revulsivo, como si fuera el botón on/off de reseteo de nuestro organismo, Era una época de remedios casi medievales, que como hacer borrón y cuenta nueva y empezar habían perdurado durante siglos sin el inexistente de nuevo, como si la quemadura despertase los método científico que todo lo iba a revolucionar. humores sanadores dormidos en nuestro interior y La ciencia se abría paso frente al oscurantismo, la se les librara de las rejas entre las que permanecía costumbre y el inmovilismo secular hipocrático dormido. que tanto alentaba la fe y el dogma religioso; pero eso aún quedaba lejos por estos lares. No podemos olvidar que todavía no había acontecido que un tal Fleming, tras volver de unas vacaciones de tres semanas, se percatara de que en una pila de placas olvidadas antes de su marcha, era bacteriólogo, donde había estado cultivando una bacteria, había crecido también un hongo en el lugar donde se había inhibido el crecimiento de la bacteria, hongo que procedía del piso superior donde se estaba investigando sobre alergias y que el viento había depositado casualmente en las mismas, eran los albores de la todopoderosa penicilina, fruto de Instrumentos para cauterio en el Códice de “Al-Tarisf ” (“Arte de Curar”). Abu al-Quasim (963-1013). la casualidad y objeto de culto desde entonces, Medina Zahara (Córdoba) nada ha salvado más vidas en la Humanidad. En una de aquellas noches de insomnio, y ante el Fuencisla hacía tiempo ya que no tenía capacidad agravamiento de la enfermedad de Fuencisla, Don para decidir, la vida la castigó con una enfermedad Hermógenes tomó la decisión de aplicarle el botón desde la cuna que la ató para siempre a depender
18