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Bibliotecarios municipales ¿profesión valorada? Teresa Castellano Cuesta
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REVISTA DE FERIA Y FIESTAS POPULARES 2021 - especial edición digital
er bibliotecario público municipal es una profesión que requiere conocimiento académico y técnico, dedicación, esfuerzo y amor por lo que se hace. Son muy pocas las personas que reconocen esta labor como servicio básico y fundamental, cuya finalidad es beneficiar a toda la comunidad. Los bibliotecarios son profesionales que dedican la mayor parte de su tiempo de trabajo a orientar a los usuarios para que puedan encontrar la información que necesitan en un momento determinado; son personas que trabajan con y para la comunidad, la acercan a la información y al conocimiento, la llevan a conocer culturas, le brindan espacios para el libre esparcimiento, etc. Sin embargo, el bibliotecario municipal necesita ser reconocido y valorado, no solo por su labor, sino por su aporte al desarrollo de la comunidad; este desfase en su valoración suele venir dado especialmente por parte de la Administración, ya que el público sí es conocedor de su trabajo y, en términos generales, no solo lo reconoce, sino que hasta agradece su dedicación, cosa que los elogia como ciudadanos. El apoyo de los dirigentes políticos, frente a la labor del bibliotecario, ya es otra cuestión, con lo cual tampoco se propicia que la comunidad valore mucho más, si cabe, las bibliotecas, la información, el conocimiento y la cultura como uno de los ejes principales de la sociedad y como opción de crecimiento. Los bibliotecarios constituyen un gremio amplio y se encuentran agrupados en asociaciones profesionales. En Andalucía contamos con la AAB (Asociación Andaluza de Bibliotecarios) que lleva años luchando por mejorar sus condiciones de trabajo, exigir sus derechos profesionales y vigilar para que las administraciones cumplan con sus obligaciones
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con respecto a estos profesionales. Sin embargo, esto no ha sido suficiente; los bibliotecarios esperan que se continúe con el desarrollo de estrategias para lograr dignificar su profesión. Así mismo, es necesaria una reglamentación del cuerpo bibliotecario y la sensibilización de gobernantes y alcaldes frente al trabajo social de las bibliotecas y, todo ello, pese a que, en Andalucía, la implantación de estos centros comenzó a principios de los años ochenta, con la llegada de la democracia. En esos momentos, se construyeron numerosas bibliotecas municipales y se consiguió acercar los libros a los municipios de más de cinco mil habitantes. En esos años, y a pesar del esfuerzo de 1 de 1 las administraciones locales, muchas bibliotecas tenían una presencia casi testimonial, pues eran simples salas de estudio, con escasísimos recursos, tanto en material bibliográfico, como en personal. En muchos casos, el encargado no tenía la formación técnica deseable para llevar la gestión de estas bibliotecas; hallábamos a auxiliares administrativos, personal subalterno, maestros y hasta guardias municipales, al frente de estos centros. Estamos hablando de hace casi cuarenta años. La situación ha ido cambiando, afortunadamente, aunque no todo lo que debiera. A día de hoy, y en poblaciones de más de 15.000 habitantes, hallamos a profesionales especializados en la materia al frente de las bibliotecas, amén de los ambivalentes, que gestionan bibliotecas y archivos. Son personas con estudios universitarios, licenciados en Historia, Filología, Documentación, o bien diplomados en Biblioteconomía. Aún, a pesar de esa mejora de la que hablamos, la situación del personal de las bibliotecas municipales sigue siendo bastante deficiente, a pesar de que hasta el Defensor del
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