MIL PEDERASTAS (Mi tío) me metía al baño y me bajaba el calzón para ponerme a orinar en los bordes de la taza —chorros calientes que bajaban por mis piernas— mientras él me tocaba curioso, interesado, fascinado. Después me abría de piernas y me chupaba, por dentro, como si fuera una fruta, una naranja —quizá—, pero sin semillas, con su lengua ávida —rasposa—, como un perro de caza, lamiendo ansioso el cadáver de su presa. (Mi papá) me acariciaba sentada frente a la televisión sobre sus piernas, mientras mirábamos las caricaturas —solos los dos—, sentados en la sala de su casa —su pene erecto—, las crinolinas de mi vestido infantil todas expuestas. (Mi hermano) entraba al cuarto y me tocaba mientras yo fingía dormir, 31