SENSEI Sensei, quiero hablar, pero no puedo, librarme de este nudo en la garganta que me anuda, me aprieta y me sofoca, dejándome frente a usted desamparada. Ahora, lloro, mis lágrimas caen como piedras en un río y las palabras que anoto en mi cuaderno se transforman en un cruel remolino de sonrisas. Estoy harta, hoy ya no puedo decirle que lo amo, Sensei. Lo sé bien: para usted el amor es una sarta de cursilerías por eso odio su cara, su cuerpo, su cabello, detesto cada una de las palabras de su aliento. Ya no lo quiero, Sensei. 33