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Postorígenes

La fotografía es un ojo a distancia.

Joan Fontcuberta, fotógrafo y crítico de la imagen

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¿Qué significa el prefijo «pos»? Según el Diccionario Panhispánico de dudas, significa detrás de o después de; solo en los casos en que este prefijo se una a palabras que comiencen por «s» se aconseja añadir una «t».

ORÍGENES

La historia de la fotografía se puede dividir actualmente en: · Fotografía antigua: 1839 a 1920. · Fotografía moderna: 1920 a 1980.} · Fotografía contemporánea o posmoderna: 1980 hasta nuestros días.

Cabe mencionar que la temporalidad de las corrientes artísticas es difícil de precisar porque la transición de una a otra no se hace de golpe; hace falta tiempo para que el método artístico evolucione y se transforme. La historia de la fotografía ha estado marcada por muchas imágenes que se han quedado grabadas en el imaginario colectivo. Sí, este gran invento cambió la historia de la humanidad. No concebimos el mundo sin ellas. Son parte fundamental de nuestras vidas. Pero, ¿qué pasó después de o simplemente, después? La fotografía va más allá de solo capturar imágenes.

Desde el punto de vista del desarrollo de las disciplinas de la imagen, todo lo que tiene que saberse para hacer una foto concreta resulta en un proceso: nunca perder de vista los detalles: menos, es más; en retratos, enfocar el objetivo; enmarcar dentro del marco; las líneas diagonales y los triángulos dan una tensión dinámica a una imagen; incorporar patrones y texturas para dar ese toque especial; y la regla de lo improbable, es decir, ahí donde esperamos ver a dos personas en la foto, una tercera aparece… Asimismo, para capturar una buena imagen se requiere de especial cuidado en la composición: perspectiva, enfoque, espacio e iluminación. La fotografía también contiene un contexto histórico que es necesario para comprender el verdadero significado a este complejo arte, que nos permite obtener imágenes duraderas mediante el uso de la luz.

Imagen cortesía Colección Nacho López, Fototeca Nacional IV. Imagen cortesía Fundación Pedro Meyer

¡OH! MODERNIDAD, LOS CAMBIOS SE VIENEN

por primera vez en el siglo xvi como una forma de marcar la separación del presente con el pasado. Aunque en el siglo xvii fue George Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo del idealismo alemán, quien dio la primera definición formal de Modernidad como la persistente re-creación del yo y las condiciones de vida. Hay quienes llaman Modernidad al periodo que va de la Revolución Francesa (1789) al final de la Segunda Guerra Mundial (1946). La Modernidad es un periodo histórico caracterizado por un conjunto de ideas y cambios profundos en la sociedad occidental que se asocia con la idea de ruptura, que también se da en el campo de la imagen.

Es precisamente con el paso entre la pintura y la fotografía en el siglo xix que es posible percibir de manera clara, drástica y creativa esta ruptura. El pensador Walter Benjamin identificó este síntoma en el célebre ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en el que comenta que las imágenes reproducibles, por medio de técnicas como la fotografía y el cine han perdido su «aura», es decir la “singularidad” de la experiencia de lo irrepetible. La reproducción técnica destruye dicha “originalidad” ya que solo es posible calibrar el valor de un objeto a partir de su valor exhibido. Al existir múltiples reproducciones, el arte se vuelve un objeto cuyo valor no puede establecerse con respecto a su funcionamiento dentro de la tradición.

Es cierto que sobran las imágenes y corremos el riesgo de ahogarnos en ellas. Al encuentro con un nuevo público y masificarse, la fotografía sale del marco tradicional moderno, abriéndose hacia nuevas lógicas. Su valor cultural artístico como obra única se remplaza por su valor expositivo, lo que cambia completamente su sentido. La reproductividad técnica la despoja del valor aureático tradicional y surge un nuevo valor: el de su función social. Esto marca un primer momento en el que la fotografía comienza a separase de los relatos estéticos de la Modernidad.

Imagen cortesía Fundación Pedro Meyer

Invadidos por las nuevas tecnologías que ponen a nuestro alcance diversos y variados medios de comunicación y rendimos culto a las imágenes y a las pantallas. En definitiva –afirma Nicole Aubert, psicóloga profesora emérita de la Escuela Superior de Comercio de Paris–, pertenecemos a una sociedad en la que el acento no está puesto en la ruptura con los fundamentos de la modernidad, sino en la exacerbación, en la radicalización de la modernidad.

De una sociedad simple y primitiva pasamos a la moderna donde las creencias tradicionales se sustituyen por la visión racional del mundo. Si el prefijo pos significa “después”, ¿hablar de posmodernidad implica admitir que la modernidad y sus valores han terminado?, ¿o simplemente los pone en tela de juicio?

El término «posmodernidad» se utiliza para designar un extenso número de movimientos artísticos, culturales, literarios filosóficos del fines del siglo xx que se caracterizan principalmente por el predominio de las tecnologías de la información, la desilusión y el pesimismo; la pérdida de la fe en la trascendencia de los grandes relatos históricos.

CLAUSURAMOS EL CUARTO OSCURO Y SEPULTAMOS EL ÁLBUM FOTOGRÁFICO

La fotografía posmoderna pone fin a los discursos que la relacionan con la concepción del arte y a los ideales de verdad y memoria. Según Joan Fontcuberta, la fotografía posmoderna dice adiós a los grandes relatos de la modernidad, abandona su carácter de verdad y reflexiona sobre sí misma sobre sus propios mecanismos de producción y recepción. Hasta la segunda mitad del siglo xx la fotografía disfrutó de privilegios que la emparentaban con el círculo del arte, esta gozó de veracidad por su registro de la realidad y, a su vez, se constituyó como un arte subjetivo, expresivo con cierta autonomía.

El 11 de junio de 1997, Philippe Kahn envió la primera fotografía desde un teléfono móvil. Se trató de una imagen del nacimiento de su hija Shophie. Aún no se habían comercializado los teléfonos con cámara integrada, sin embargo, Kahn conectó su cámara digital a su teléfono móvil utilizando los cables que dotaban de sonido a su coche y envió la foto de la pequeña Sophie acurrucada entre las sábanas. Poco después fundó la empresa LighSurf, que impulsó a Sharp a lanzar el j-sh04, el primer teléfono móvil con cámara integrada. En la actualidad relacionamos el concepto de fotografía con capturar imágenes mediante cualquier dispositivo como teléfonos móviles, inteligentes, tabletas, cámaras digitales…

POR FAVOR NO TE VAYAS…

Es tan grande la fuerza evocadora de una imagen que, a través de ella, se puede verbalizar e incluso rescatar recuerdos e historias olvidadas que forman parte de la memoria individual y colectiva. Al visualizar una imagen somos capaces de generar conceptos y pensamientos. Por lo tanto, la fotografía estimula la evocación de un proceso muy amplio de interconexiones; su atractivo radica en su capacidad para detener el tiempo y centrar el espacio en un instante. Se dice que existe una memoria visual colectiva cuando una imagen trasciende del interés individual y se construye como restos de un pasado, por ejemplo, recuerdos visuales de una identidad compartida que pertenecen a todo un grupo en un lugar determinado, con base en experiencias o espacios en común y reconocer, pensar y reflexionar los acontecimientos que allí sucedieron. La imagen señala lo que merece ser expuesto y reconocido, pero también, la ausencia representa aquello que ya no es o que ha dejado de ser.

Los materiales visuales del pasado proporcionan acceso a emociones, experiencias y memorias que no pueden encontrarse fácilmente en los documentos escritos que los historiadores exploran. Sin embargo, es precisa una investigación mucho más detallada sobre las imágenes específicas, antes de que podamos comprender los contextos que las produjeron. La fotografía no ilustra aunque solo puede describir las superficies de los acontecimientos históricos.

Por otro lado, las imágenes documentales son cruciales porque llaman la atención a realidades que preferimos no saber o mirar, por ejemplo, las fotografías del Holocausto en ocasiones repelen al observador debido a su brutalidad, pero nos hemos preguntado alguna vez si el fotógrafo ¿era nazi o era judío?

LA REVISIÓN DEL PASADO NOS PERMITE UN FUTURO MÁS JUSTO

Aunque hablar de memoria es casi sinónimo de hablar de pasado, no olvidemos que esta se genera en el presente y vuelca la mirada hacia el futuro. Las memorias son plurales y crean, potencialmente, espacio para las historias y las experiencias de las minorías sociales, aun cuando esos recuerdos desafían las versiones hegemónicas del pasado y las consecuencias de procesos traumáticos; por ejemplo, los hijos de los sobrevivientes heredan historias catastróficas no de manera directa, pero sí a través de imágenes, objetos, historias... A este cúmulo de experiencias Marianne Hirsch le llama «posmemorias».

La posmemoria está vinculada a la idea de posmodernidad acuñada por el pensador alemán Andreas Huyssen, uno de los críticos culturales más destacados sobre los usos de la memoria en la contemporaneidad y sobre cómo en un tiempo en el que es imposible olvidar, es paradójicamente más común la amnesia. Huyssen apunta que es posible ubicar la posmodernidad en el momento en que desapareció la confianza que teníamos en la narrativa de progreso, la idea de que nuestra realidad iba a mejorar, y este proceso convivió a la vez con el fin de la Guerra Fría, del Apartheid en Sudáfrica y de las dictaduras en América Latina. Se habían perdido muchos testimonios, ya que la gente protagonista de estos procesos estaba muriendo y urgía captar sus testimonios para salvar los hechos y no permitir que desaparecieran en narrativas hegemónicas nacionalistas. Una vez que la voz del Estado dio paso a las voces de la colectividad, hemos entrado de lleno a la época de la «conmemoración», en la época de la nostalgia, de la creación, de la imaginación contra las paradojas de este mundo sobreinformado. Existe un conjunto de autores que en el ocaso del siglo xx y comienzos del xxi han reflexionado sobre la memoria e historia, el trauma personal e imaginario colectivo, testimonio y ficción, recuerdo y olvido, que han mostrado sus trabajos en exposiciones fotográficas, performances, memoriales, la nueva museología…

Lucila Quieto (Buenos Aires, Argentina 1977). En plena dictadura argentina, su padre, Carlos Quieto desapareció a manos de los militares. Veintidós años después y ante la angustia de no tener ninguna fotografía junto a su padre, decidió crear la “instantánea soñada”, una imagen que se convertiría en el punto de origen de Arqueología de la ausencia, que consistía en un tipo de autorretrato imposible, en el que la fotógrafa se sitúa ante la proyección de la diapositiva de una foto del carnet de identidad de su padre. A partir de este primer montaje, Quieto empezó a realizar, por encargo de otros compañeros que se encontraban en la misma situación, una serie de composiciones que partían de la puesta en escena del cuerpo del hijo proyectado en una o varias fotografías de los padres ausentes valiéndose de diferentes estrategias; en ocasiones, y solo cuando disponía de más de una fotografía, recurrió a la técnica del collage, en un intento de juntar en una sola toma las escasas imágenes del álbum fotográfico de las familias. Como complemento de estas composiciones, Quieto incluyó breves textos en los que, a manera de inscripción, cada hijo fotografiado hacia público algún detalle de su vida o de la de sus padres, así como las circunstancias de la desaparición.

Ignacio, Nacho López Bocanegra, (Tamaulipas, México, 1923-1986). Es una de las figuras más reconocidas dentro del fotoperiodismo mexicano, al que se dedicó por casi una década. Fue el primero en trabajar con series fotográficas denominadas «fotoensayos» en los que capturaba escenarios creados y diseñados por él mismo. Su obra destacó gracias a que decidió capturar imágenes de la vida cotidiana sobre la clase política mexicana. Con una colección de aproximadamente 30 000 negativos, reunió lo que hoy es el Fondo Nacho López que conserva la Fototeca Nacional.

Pedro Valtierra (Zacatecas, México, 1955). Especialista en capturar momentos de la historia de México y países en conflicto, como fotorreportero ha sido testigo de sucesos como las guerras centroamericanas a fines de l970, así como la marginación en Chiapas. Es fundador de la agencia y revista Cuartoscuro, ambas dedicadas completamente a la fotografía. A través de sus imágenes ha logrado formar un punto de vista político y social en más de 300 exposiciones en México, Venezuela, Ecuador, Guatemala, Costa Rica, Cuba, Canadá, España, Francia, Italia, Alemania, Bélgica...

Pedro Meyer (Madrid, España, 1935). Es considerado uno de los pioneros de la fotografía mexicana contemporánea. Ha presentado su obra en más de 200 exposiciones que han recorrido países como China, Gran Bretaña, Francia, Italia, Estados Unidos y Cuba. Es director de la Fundación Pedro Meyer, con la que busca contribuir a la reflexión interpretación e investigación en lo que se refiere a la imagen fotográfica dentro del marco de las nuevas tecnologías. Entre sus principales contribuciones se encuentran la fundación del Consejo Mexicano de Fotografía, y la organización de los tres primeros Coloquios Latinoamericanos de Fotografía. En 2014 erigió el hoy extinto (por covid y por falta de apoyos de la 4t) Foto Museo Cuatro Caminos.

Lucila Quieto Arqueología de la ausencia 1999-2001

LO QUE NO ES

No asistimos al nacimiento de una técnica; no presenciamos por lo tanto la invención de un procedimiento sino la desinvencion de una cultura: la destrucción de la visualidad que la fotografía ha implantado de forma hegemónica durante un siglo y medio. Precisamente, la sustitución de muchas de las funciones que dieron origen a las técnicas y características para capturar una buena imagen es lo que origina esa condición «posfotográfica», lo que supera o trasciende la imagen, al menos la fotografía como la conocemos hasta ahora. Los usuarios no han notado el cambio y simplemente siguen llamando “fotografía” a lo que hacen.

El término surge en el mudo académico a principios de los noventa. Algunos teóricos limitaron su alcance a aquellas prácticas fotográficas vinculadas con postulados posmodernistas; otros atañeron su significación a los efectos de la tecnología digital. La popularización de las cámaras digitales y escáneres asequibles, así como de computadoras u ordenadores domésticos y de programas de procesamiento gráfico y retoque electrónico –de los que Photoshop se convertiría en referente–, avivaron la certeza de que la fotografía inauguraba una nueva etapa. Para David Thomas, profesor y artista canadiense, todas las prácticas radicales de la fotografía ya han sido posfotográficas y propone que el filme de Dzíga Vertov de 1929, The Man with a Movie Camera, es un precoz manifiesto de la posfotografía.

De hecho, la era posfotográfica se consolidó en la década posterior: con el cambio de milenio se ha producido una segunda revolución digital caracterizada por el predominio de la Internet y las redes sociales. En cada casa, en cada oficina se cuenta con una pantalla, una conexión a la web, un teléfono móvil… Google, Twitter, Facebook, Yahoo, Wikipedia, YouTube, Instagram, TikTok... todos son nuevos mediadores para con la realidad externa.

De la analógica a la digital, de los montajes fotográficos a las fotos abstractas, la urgencia de la imagen por existir prevalece sobre otras cualidades. La imagen deja de ser dominio de artistas, especialistas o profesionales al servicio de poderes jerarquizados. Hoy todos producimos imágenes espontáneamente, como una forma natural de relacionarnos con los demás. De hecho, la posfotografía no es más que la fotografía adaptada a nuestra vida online. Un contexto en el que, como en Ancien régime de la imagen, caben nuevos usos vernáculos y funcionales frente a los artísticos y críticos.

DECÁLOGO DE LAS PRACTICAS POSFOTOGRÁFICAS

¿Cómo opera la creación posfotográfica? A riesgo de atrevimiento aquí una propuesta: 1. Acerca del papel del artista: ya no se trata de producir “obras” sino de prescribir sentidos. 2. Acerca de la actuación del artista: el creador se funde con el curador, con el coleccionista, con el historiador…Todas estas facetas son camaleónicamente autorales. 3. Acerca de la responsabilidad del artista: se impone una “ecología” de lo visual que penalizará la saturación y alentará el reciclaje. 4. Sobre la función de las imágenes: la circulación de la imagen prevalece sobre su contenido. 5. Acerca de la filosofía del arte: se deslegitiman los discursos de originalidad y se normalizan las prácticas de apropiacionistas. 6. En la dialéctica del sujeto: el autor se camufla o está en «la nube».

Se formulan modelos alternativos de autoría: coautoría, creación colaborativa, interactividad, anonimatos estratégicos, obras anónimas, resguardos más allá de lo físico. 7. Sobre la dialéctica de lo social: superación de las tensiones entre lo privado y lo público. La intimidad como reliquia. 8. Acerca del horizonte del arte: se da más lugar a los aspectos lúdicos en detrimento de lo solemne. 9. Acerca de la experiencia del arte: se privilegian prácticas de creación que nos habituarán a la desposesión. Compartir es mejor que poseer. 10. Acerca de la política del arte: no rendirse ni al glamour ni al mercado para inscribirse en la acción de agitar conciencias.

Básicamente, la posfotografía rubrica la desmaterialización de la autoría al disolverse las nociones distópicas de originalidad y propiedad. En la actualidad la técnica para la fabricación de una imagen es “muy fácil” y no parece exigir ningún esfuerzo. Todo esto desacredita la noción ortodoxa de calidad fotográfica, pero podemos aspirar a distintos grados de excelencia dependiendo de la capacidad que se tenga al dotar a la imagen de intención y de sentido, y hacer que sea significativa. Así, el mérito estará en la capacidad que tengamos para expresar un concepto y sepamos vincularlo a través de la imagen. No hay buenas ni malas fotos, hay buenos o malos usos de ellas.

Joan Fontcuberta en La furia de las imágenes disertó: Hoy no solo estamos sumidos en su producción masiva y apabullante. Como si fuesen impelidas por la tremenda potencia de un acelerador de partículas, las fotografías circulan por la red a una velocidad de vértigo; han dejado de tener un rol pasivo y esa extraordinaria energía cinética las hace salir de su sitio, de su quicio. Entonces, sin sitio, sin lugar al que replegarse quedan desquiciadas y se vuelven furiosas.

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