Los colores del arte

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colores
La historia del arte en 80 obras C 40 M 0 Y 30 K 10 R 175 G 210 B 188 C 45 M 13 Y 10 K 3 R 155 G 184 B 205 C 0 M 65 Y 75 K 0 R 212 G 113 B 68 C 5 M 25 Y 67 K 0 R 223 G 101 B 104 C 80 M 53 Y 0 K 0 R 75 G 107 B 173 C 60 M 52 Y 42 K 66 R 59 G 58 B 59
Chloë Ashby Los
del arte

Título original Colors of Art. The Story of Art in 80 Palettes

Diseño Glenn Howard

Traducción Rosa Cano Camarasa

Revisión de la edición en lengua española

Llorenç Esteve de Udaeta

Historiador del Arte

Coordinación de la edición en lengua española

Cristina Rodríguez Fischer

Primera edición en lengua española 2023

© 2023 Naturart, S.A. Editado por BLUME Carrer de les Alberes, 52, 2.º, Vallvidrera 08017 Barcelona

Tel. +34 93 205 40 00 e-mail: info@blume.net

© 2022 The Quarto Group, Londres © 2022 del texto Chloë Ashby

I.S.B.N.: 978-84-19785-05-3

Depósito legal: B. 8583-2023

Impreso en China

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, sea por medios mecánicos o electrónicos, sin la debida autorización por escrito del editor.

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C016973

Portada: Robert Delaunay (según), Ritmo/3, 1938 (serigrafía)

© Museum of New Zealand te Papa Tongarewa / Legado de Julius Isaacs, Nueva York, 1983 / Bridgeman Images.

Contraportada: cortesía de CPA Media Pte Ltd/Alamy

7 Introducción Coloréeme 13 Primeras impresiones El arte prehistórico y el arte antiguo 27 Ordenar el mundo El Renacimiento 53 Soltar amarras El barroco y el rococó 71 Mantener el realismo Pintura holandesa del siglo xvii 87 Dos caras de una misma moneda Neoclasicismo y romanticismo 103 Hágase la luz El impresionismo
En el margen del espectro De los prerrafaelitas a los postimpresionistas
Exprésese El expresionismo
Verlo con libertad El expresionismo abstracto y la pintura de Colour Field
Un poco de moderación El arte monocromático y el minimalismo
A petición popular El pop art y The Picture Generation (la generación de las imágenes) 221 Aquí y ahora De 1970 a la actualidad 244 Bibliografía 246 Créditos de las imágenes 248 Índice 255 Agradecimientos 255 Sobre la autora
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Introducción

Coloréeme

Página siguiente: Montón de mantequilla , Antoine Vollon, 1875-1885, óleo sobre lienzo, 50,2 x 61 cm.

¿Puede imaginarse un mundo sin color? Las fotografías y las películas en blanco y negro nos dan una idea aproximada, pero nuestros entornos caleidoscópicos significan que el azul, el amarillo, el rojo, etcétera (la lista sigue) son compañeros constantes. Están cosidos a nuestras ropas, impresos en nuestros libros, apilados en nuestros platos. Cuelgan de paredes y están expuestos en nuestras pantallas. Durante el día es cuando más vibrantes se ven, pero también están ahí, un poco borrosos, cuando cerramos los ojos al final de la jornada. Cuando era niña, en la cama y despierta en la oscuridad, esperando a quedarme dormida, recuerdo maravillarme con los destellos de azul, amarillo y rosa que se arremolinaban en el interior de mis párpados. Daba igual con la fuerza que cerrase los ojos, los destellos no desaparecían. Como pasa con la mayoría de las cosas que están a nuestra disposición, damos el color por hecho. ¿Cuántas veces nos detenemos a contemplar un tono en particular, por qué es como es y qué significa? Cuando Sophie Calle, artista conceptual francesa, le preguntó a varias personas ciegas de nacimiento que describiesen su imagen de la belleza, una respondió: «El verde es precioso. Porque siempre que me gusta algo me dicen que es verde. La hierba es verde, y los árboles, las hojas y la naturaleza también. Me gusta vestirme de verde». Después de leer esto, piense en los infinitos tonos de verde que ve todos los días sin percatarse de ello.

¿Cuál es su color favorito? Es una pregunta que a todos nos han hecho y en la que he estado pensando al escribir esta introducción. Al fin y al cabo, todos tenemos uno, ¿no? Para Claude Monet era el violeta ( véase pág. 122), para Yves Klein era, sin duda, el azul (véase pág. 200) y para Flora Yukhnovich podría ser el rosa (véase pág. 242). Podría parecer extraño que no tenga una respuesta fácil, especialmente después de haber escrito un libro sobre los colores en el arte. Pero incluso si la tuviera y, digamos que para mí el verde también representa la imagen de la belleza, estaría hablando del verde manzana, el verde hoja, el verde lima. El esmeralda, el oliva, el savia. Todas las cosas relacionadas con la naturaleza. La vida misma.

Es difícil imaginar un mundo sin color y también un mundo en que el color sea estático, fijo. La historia

8 Introducción

de cada matiz es única, y todos son subjetivos y susceptibles al cambio. El significado del color fluctúa según la cultura, la época y el lugar. Su apariencia también cambia, según el medio que se utilice para plasmarlo, como consecuencia de la exposición a la luz fuerte, la humedad o el calor, y también por una cuestión de gustos diferentes.

Después de que Felipe II se volviese a casar, Sofonisba Anguissola retocó el retrato que había hecho del rey y reemplazó su pesada capa por una versión más ligera de fina seda negra, de modo que combinase con el retrato de su nueva esposa (véase pág. 48). Cuando Élisabeth-Louise Vigée-Le Brun realizó una copia de su autorretrato con un sombrero de paja, cambió el color de su vestido, que pasó de lila a rosa (véase pág. 68).

El arte nos ayuda a apreciar y comprender el color. Desde la prehistoria hasta la actualidad,

los artistas de todo el mundo han utilizado sus paletas para describir, simbolizar y elucidar. Han escogido determinados matices para contar historias y han cargado sus pigmentos con referencias sociales, políticas y religiosas. El color en el arte puede ser realista, como el típico desayuno en los Países Bajos en el siglo xvii pintado por Clara Peeters (véase pág. 74), pero también puede ser idealizado e imaginativo, con delicados toques dorados, por ejemplo ( véase pág. 44). Puede ser apagado o saturado para expresar un ambiente, una emoción, un estado de ánimo. Puede reducirse hasta el punto de borrarse (véase pág. 193).

Los colores del arte: la historia del arte en 80 obras muestra las utilizaciones del color más notables, llamativas y extravagantes a lo largo de los tiempos. Analiza los materiales singulares, desde tierra

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En la balanza

Rogier van der Weyden La Magdalena leyendo

Antes de 1438

Óleo sobre tabla de caoba, transferido de otro panel, 62,2 x 54,4 cm.

Una mujer joven, ataviada con un suntuoso vestido verde, está sentada en el suelo con la espalda apoyada en un mueble de madera tallada. Sostiene una edición especial de la Biblia, cuya sobrecubierta blanca recuerda el tono de su velo, recogido detrás de las orejas. Unos rizos pelirrojos sueltos le asoman por debajo de la tela ondulada, igual que la falda dorada asoma por el borde de su vestido. El vestido, ceñido a la cintura con un cinturón azul, recuerda a la vestimenta del siglo xv; sin embargo, la habitación es como la que se podría ver en la casa de un mercader de la Edad Media. Pero su tocado indica que no se trata de una figura contemporánea, sino de María Magdalena, una pecadora que se convirtió en santa.

Esta poética escena, un fragmento de una pintura más grande que se ha perdido, originalmente formaba parte de un retablo de la Virgen y el Niño con santos. A la izquierda se pueden ver partes de otras figuras: san Juan Evangelista arrodillado, cuyos dedos de los pies le asoman por debajo de la túnica roja; detrás de él, san José con un manto azul y con un rosario de ámbar y un palo en las manos. A través de la ventana, un río atraviesa un campo y algunas figuras pasean por sus orillas cubiertas de hierba. En el mueble hay objetos dorados, y al lado de María Magdalena hay un pequeño tarro de aceite con el que se dice que ungió los pies de Cristo.

Al igual que su compatriota el maestro flamenco Van Eyck (véase pág. 38), Van der Weyden tenía un don para la precisión, prestaba mucha atención a los pequeños detalles, como las letras de la Biblia y los labios de María Magdalena. El ribete de piel gris del vestido —en sí mismo una verde mezcla de verdigris, génuli y blanco de plomo— está pintado con negro, blanco y gris mojado sobre mojado. Hay un precioso equilibrio del color en todo el panel, con el cierre dorado de la Biblia, que refleja el color de la falda, y el cojín rojo (una combinación de bermellón y carmín) que hace juego con las túnicas de las otras dos figuras. Y cuando hay color, hay significado: el blanco del velo y de la sobrecubierta del libro simboliza la pureza de la santa, mientras que la conexión visual entre su vestido y el paisaje sugiere su viaje emocional.

C 40 M 15 Y 85 K 30 R 130 G 139 B 57 C 74 M 50 Y 16 K 30 R 72 G 91 B 124 C 0 M 0 Y 5 K 5 R 245 G 245 B 236 C 28 M 90 Y 90 K 31 R 121 G 44 B 31 C 16 M 44 Y 66 K 35 R 144 G 112 B 71
42 Ordenar el mundo

Paleta Obras complementarias

Verde, blanco, azul, rojo y ocre son los que más brillan.

• Santa Catalina con un lirio, Plautilla Nelli, 1465.

• La Virgen y el Niño, Barbara Longhi, 1580-1585.

• María Magdalena penitente, Michelangelo Merisi da Caravaggio, h. 1594-1595.

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Efectos especiales

Carel Fabritius El jilguero

1654

Este precioso cuadrito de un jilguero se hizo famoso, primero, con los escritos de Théophile Thoré-Bürger, periodista francés y coleccionista de arte decimonónico y, posteriormente, con la famosa novela homónima de la escritora estadounidense Donna Tartt. El pintor neerlandés Fabritius era discípulo de Rembrandt (véase pág. 76) y contemporáneo de Vermeer (véase pág. 82). Murió joven en una explosión de pólvora en Delft y dejó pocas obras; esta la pintó durante el último año de su vida.

El pajarito está posado en su percha, que proyecta una sombra marrón fuerte en la pared color crema, pintada con una base de blanco de plomo. La íntima escena está bañada en una luz grisácea, que se refleja en los barrotes dorados y en la delicada cadena de oro, así como en las patas del jilguero. Fabritius fue un pionero de los efectos ópticos o trompe l’oeil, que utilizó en su búsqueda de lo cotidiano. Observe el jilguero de tamaño natural encadenado a su comedero y se le perdonará que piense que es de verdad. Y, sin embargo, al mismo tiempo, el pintor insinúa la ilusión. Sus pinceladas son claramente visibles, sobre todo la gruesa oleada de amarillo mantequilla contra negro en el ala del pajarito y el marrón arena alrededor de su característica cara rojiza. Fabritius espesa la pintura y da toques más ligeros e intensos sobre los tonos más apagados de marrón para acentuar el efecto visual del cuerpo cubierto de plumas del jilguero y después contrastarlos con la caja gris lisa y el fondo enlucido. Y, por último, para romper la ilusión, bien visibles, la fecha y la firma en pintura gris.

El jilguero tiene un aire de melancolía —el pintor plasma una mascota popular, con la pata encadenada, sin poder ir a ninguna parte—. Este panel se expuso en la sala de las escaleras de la Koninklijk Kabinet van Schilderijen Mauritshuis, en La Haya, pero cuando se hizo famoso, fue trasladado a una sala en el piso superior, donde ocupa un lugar de honor. Incluso en esta nueva ubicación, colgado en una pared al lado de otras obras de arte, es fácil creer que ese pajarito podría mover las alas cuando uno pasa por delante.

C 5 M 5 Y 5 K 0 R 242 G 240 B 239 C 40 M 2 Y 0 K 100 R 0 G 0 B 0 C 0 M 45 Y 80 K 0 R 224 G 154 B 66 C 24 M 40 Y 58 K 25 R 151 G 127 B 92
Óleo sobre panel, 33,5 x 22,8 cm.
78 Mantener el realismo

Paleta

Blanco, amarillo mantequilla, marrón arena y negro.

Obras complementarias

• Ala de pájaro, Alberto Durero, 1512.

• Perdiz muerta colgada de un clavo, Jan Baptist Weenix, 1650-1652.

• Pato blanco, Jean-Baptiste Oudry, 1753.

79

Color en el contrato

Johannes Vermeer La lechera

h. 1660

Óleo sobre lienzo, 45, 5 x 41 cm.

Cuando se piensa en los pintores neerlandeses del siglo xvii, es fácil olvidarse de todo el mundo y centrarse simplemente en el maestro de la belleza de lo cotidiano: Vermeer. Aunque fue poco conocido durante su vida, pues se le consideraba un pintor de género más, encontró la fama con los primeros modernistas en el siglo xix en París, que apreciaron sus deslumbrantes escenas domésticas. Nos dio muchachas que leían y escribían cartas, una mujer con una jarra de agua, una encajera, una lección de música y —una de sus pinturas más preciosas e ilusionista— una lechera.

Una figura solitaria está de pie al lado de una pequeña mesa llena de cosas y de una ventana, y, con paciencia, vierte leche de una jarra de barro a un cuenco con dos asas. A su derecha, una cesta de mimbre y una olla de cobre bruñido cuelgan de ganchos clavados en la pared encalada; a su izquierda, el telón de fondo de una cocina desnuda y rudimentaria. Vermeer ha centrado su composición en dos colores, azul y amarillo, que se unen en la cintura de la lechera. Su corpiño color maíz, pintado con génuli, armoniza con el color crema de su cuello y su cofia de lino, así como la pared gris perla —una maravilla de luz y sombra—. El azul intenso de su delantal se repite en el mantel que cubre la mesa y la jarra de cerámica de gres con la tapa de peltre. El luminoso pigmento azul ultramarino era tan raro y caro que el mecenas especificó por adelantado la cantidad que el pintor podía utilizar en el cuadro.

Igual que la luz del sol que se filtra por la diminuta rajadura en la ventana, los colores de Vermeer tiñen con delicadeza el lienzo y logran texturas y tonos convincentes. La luz más intensa brilla sobre la naturaleza muerta de panes con corteza, que cobran vida con toques de pintura, pero es a la joven a la que Vermeer valora sobre todo lo demás. De pie, orgullosa y segura, con la mirada baja y los labios separados, del todo absorta en su tarea. La suave inclinación de su cabeza y la forma en que sujeta la jarra sugieren que tiene mucho cuidado. Vermeer no solo ha plasmado una sencilla tarea doméstica, sino también la sensibilidad de la modelo.

C 84 M 65 Y 0 K 0 R 68 G 89 B 160 C 5 M 14 Y 50 K 0 R 235 G 215 B 145 C 0 M 3 Y 7 K 3 R 247 G 242 B 233
82 Mantener el realismo

Paleta

Un corpiño color maíz, una cofia crema y un delantal azul intenso.

Obras complementarias

• Hombre ofreciendo dinero a una mujer joven , Judith Leyster, 1631.

• Muchacha asomada a la ventana , Nicolaes Maes, 1650-1660.

• La pesadora de oro, P. Hooch, h. 1664.

83

El color permite a los artistas narrar historias, expresar su individualidad, evocar una atmósfera y plasmar mensajes subliminales, y los artistas más grandes han cargado sus pigmentos con referencias sociales, políticas y religiosas. Desde tierra a piedras semipreciosas e insectos machacados, este libro examina los inesperados materiales utilizados para crear pigmentos y hasta qué extremos han llegado los artistas para conseguirlos. Y mediante ochenta maravillosas obras de arte, desde pinturas rupestres a obras maestras contemporáneas, navega por puntos de inflexión de mayor y de menor importancia y nos invita a contemplar obras conocidas y otras que no lo son tanto a través de una perspectiva nueva y vibrante.

ISBN 978-84-19785-05-3

Los colores del arte conduce al lector por un viaje a través de la historia mediante ochenta obras de arte y sus gamas cromáticas cuidadosamente seleccionadas. Para estas obras, el color no es solo una herramienta, sino también el secreto fundamental de su éxito.
9 7 8 8 4 1 9 7 8 5 0 5 3 C016973

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