CIRINEO ARCHICOFRADÍA DE LA REAL E ILUSTRE ESCLAVITUD NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO DE MEDINACELI
In memoriam FRAY JUAN ANTONIO DÍAZ G. (R.I.P.)
En “esta desconcertante feria del satanismo, donde ha desaparecido el freno de la conciencia y el dique de la ley”; en este mundo irredento, destacado por su “voraz” apatía e indiferencia para todo lo que significa “espíritu”, alma, sensibilidad espiritual, sentimiento, etc., me siento tentado a poner en boca de todos mis coetáneos, ya “poseídos” o “quemados” por el clamante fuego que este “Divino Esclavo” nos trajo, en aquellos versos que Enma M. Valdés dirigía a su Dios:
Habitas en el aire, en el agua, en el fuego, en el óleo sagrado, el pan y el vino, me obsequias con tus siete sacramentos y con los siete dones de tu Espíritu. Sería muy feliz, si yo pudiera retroceder hasta hace dos mil años para darte las gracias por tu entrega y morir, como Dimas, a tu lado. La “generosidad valerosa del corazón y la violencia irresistible del amor”, se encienden en el almo cuando contemplamos, Jesús, esos tus pómulos “salientes” por el sufrimiento; esa boca entreabierta por el ansia; esas muñecas –hacedoras de gestas y prodigios –amarradas, y “cantando” tu eterna esclavitud desde que, en afortunado certamen divino, ganaste la plaza de sufrimiento en esta nuestra tierra, que hiciste generosa y floreciente con tu vida atormentada, tu muerte vindicativa y tu resurrección gloriosa. Año 1950. Una primavera espiritual nace para Albacete, por cuyas calles y plazas se corre, como reguero de pólvora, la gran noticia: Nuestro Padre Jesús de Medinaceli ha sido “trasplantado” de la devoción popular madrileña, a la no menos ardiente albaceteña, en la Parroquia de San Francisco de nuestra ciudad. En los Franciscanos, rosales de amor, en corazón albaceteño, se desangran en primaverales rosas de devoción. Caravanas interminables –especialmente el primer viernes de cada marzo, cada año- desfilarán por esta iglesia parroquial, para depositar a los pies del Cristo de sus amores el ósculo de paz, amor y esclavitud.
Tu gesta divina trajo la felicidad y alegría al mundo. Por eso, cuando tus hijos, nos ponemos frente a tu imagen, “ante esos ojos apagados”; esa cara atormentada por el dolor; y esa cabeza coronada en ríos de rosas que por “nosotros sangra todavía”, brota de lo más íntimo del corazón, aquellas palabras de Gabriel y Galán, el poeta del campo y de la soledad:
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Me enseñaron a rezar; Enseñáronme a sentir: y me enseñaron a amar… Y como amar es sufrir, también aprendí a llorar.