CIRINEO CONGREGACIÓN-COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS
Una espada te traspasará el corazón San Lucas 2, 33-35 César Cortés Ponce
María, la joven de Nazaret, apenas tras decir “Sí” al ángel Gabriel, comenzó la peregrinación más intensa que cualquier ser humano puede experimentar: se trata del camino que le lleva al fondo de su corazón, el lugar sagrado donde nos comunicamos con Dios y vivimos la experiencia de su amor. En su camino fiel, su único equipaje fue el silencio y el compromiso ciego a un Dios que le invita, nada más ni nada menos, a ser la Madre del Salvador. El equipaje a veces pesaba demasiado recordando la profecía del anciano Simeón, pues el miedo y la angustia le producían un dolor que anidaba en lo más profundo de su corazón. Sin embargo, ella, confiada en la misericordia del Padre, sacaba fuerzas para seguir caminando, acordándose del saludo del ángel: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
Si el evangelio señala que al pie de la cruz estaba la madre de Jesús, lo más lógico es que, en el momento del descendimiento, María tuviera presente en su corazón aquella primera vez que lo acunó en sus brazos, lleno de vida en la fría noche de Belén. De la misma forma, ahora en el Monte Calvario, recoge en sus brazos el frío cuerpo yacente de su hijo. El paradigma de convertir el frío en amor y la muerte, en angustia.
Como nos decía Santa Teresa, “en el corazón tenemos varias moradas”. El ejemplo de la Virgen, “consuelo de los afligidos”, nos anima a vivir con esperanza confiada, sobre todo en los momentos en que la espada se hace presente en nuestra vida y nos identificamos con las angustias que traspasaron las moradas del corazón de María. Porque ella, a lo largo de su vida, desde que camina por los campos floridos de Nazaret, las verdes praderas de Ain Karem, los fríos establos de Belén y las montañas pedregosas del Monte Calvario, experimenta lo anunciado en la presentación en el templo de Jerusalén, traspasando todas las moradas de su corazón. Jesús, desde la cruz, nos dicta una eterna acción en siete palabras. En una de las palabras, dirigiéndose a María, su Madre, le dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Si Jesús llama a su madre “mujer” no es por falta de amor, sino todo lo contrario. Es porque eleva la maternidad de María a todos los hombres y mujeres.
Autor: César Cortés.
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