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La Revolución Agroalimentaria
LA REVOLUCIÓN AGROALIMENTARIA
La revolución agroalimentaria almeriense ha sabido sumar a los cultivos tradicionales de la zona (que no sólo no ha abandonado, sino que siguen similares procesos de mejora) una producción cuya excelencia reconocen los mercados internacionales.
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Y no se limita a los productos de la huerta: los nuevos nichos de mercado tienen que ver tanto con la diversificación y mejora de los productos de la tierra como con su transformación en una agroindustria basada en los conceptos gourmet y de calidad; que cuenta además con una industria auxiliar creciente que apuesta con fuerza por la profesionalización. Las cifras de la última campaña agrícola almeriense son claras: ventas de más de 3.150 millones de euros, de ellas un total de 2.716 millones en los mercados exteriores. El crecimiento de la superficie cultivada camina de la mano de la renovación de los terrenos invernados, aquellos que desde 1963 sentaron las bases de una revolución productiva y un ejemplo de aprovechamiento de los recursos. En 2017 Almería produjo 3,7 millones de toneladas de frutas y hortalizas, lo que convierte a la provincia en un referente a nivel europeo. Y no sólo por el volumen, sino porque el empeño en desarrollar fórmulas de respeto medioambiental y el uso de energías renovables para la gestión del clima en los invernaderos es un reto al que cada vez prestan más atención los agricultores. Un reto que camina de la mano del objetivo de hacer las explotaciones cada vez más competitivas. La doble vertiente en la que avanza el campo almeriense: mejora en la producción y sus métodos y especialización en la gestión de las explotaciones y la comercialización y exportación. Si un mérito ha tenido la agroindustria local ha sido saber compaginar las producciones tradicionales (legumbres, frutos secos, cereales, aceite de oliva,... típicos del secano) con las frutas y verduras nacidas en sus invernaderos. Junto con los vinos de la tierra, todo un mosaico de productos en cuya mejora se sigue avanzando, sin abandonar ninguno de ellos.
Hortalizas, el sello de identidad
Las hortalizas son el sello de identidad de la oferta almeriense: 55.669 hectáreas cultivadas en la última campaña, de ellas 30.654 hectáreas bajo abrigo. La mayor producción corresponde al tomate, un millón de toneladas se comercializaron, cultivadas en 10.220 hectáreas y con un valor de venta de más de 1.000 millones de euros. Le sigue el pimiento, que en 10.310 hectáreas cosechó 694.402 toneladas, que se vendieron por 719 millones de euros. En tercer lugar se encuentra el calabacín, con casi 450.000 toneladas vendidas y 428 millones de euros extraídos a las algo menos de 8.000 hectáreas sembradas. En valor de comercialización le sigue el pepino, 375 millones de euros por las más de 422.000 toneladas cultivadas en 4.980 hectáreas. Berenjena y sandía son las siguientes producciones en valor de comercialización (182 y 170 millones de euros respectivamente); en un grupo de cabeza que completan la judía y el melón (48 y 39,5 millones). Junto con la producción tradicional el campo almeriense registra un crecimiento muy importante en agricultura ecológica, que cultiva ya 2.756 hectáreas, de ellas unas 2.100 en invernadero. Y otras más de 48.000 hectáreas dedicadas a la producción bio; además del desarrollo de nuevas hortalizas y formas de presentación, como las variedades mini, para atender la demanda de verduras como snacks. El esfuerzo que se realiza en la mejora de las semillas y la obtención de nuevas especies es no sólo uno de los aspectos de desarrollo del futuro del sector hortofrutícola local, sino también un nicho de negocio alternativo a los cultivos de la provincia, en el que los investigadores están volcados. Con todo, uno de los grandes objetivos de la agroindustria es ganar presencia en segmentos con mayor valor añadido, como los productos de cuarta gama (los que se comercializan limpios, troceados y envasados listos para su consumo) y los de quinta gama (platos preparados cocinados y esterilizados).