Interferencias
Jodida arquitectura residencial Antonio Martínez Aragón
No os fijéis en las cualidades más detestables de un arquitecto que hacen que de su paso por la vida no quede nada.
«Debemos dar solución a todo de la manera más arquitectónica posible, al fin y al cabo, somos sólo arquitectos y no atletas de la evasión»
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Cuando me pidieron escribir este artículo, lo primero que se me ocurrió fue no hablar de arquitectura, y lo siguiente, hablar de lo menos «interesante» de la arquitectura: la promoción inmobiliaria. Usar un término tan poco innovador, tan poco academicista, kitsch, esnob, cool, intelectual, o tan poco sensible, es una manera de alejarme de la parte de la arquitectura que menos estimo. Lo tercero que pensé es intentar que no incluyan fotitos en mi artículo, ni siquiera dibujos, ni plantas ni secciones, nada que amenice la lectura, como la realidad, que no es más que la ficción de cada uno. No quiero un mini ensayo sobre cualquier nimiedad que se me ocurra, ni voy a hablar de ningún arquitecto, tampoco hablaré de ficción, ni tan siquiera de autoficción, que tanto está de moda, y no sólo en la literatura, sino en la arquitectura, que es aún peor, porque parece lindar con la estafa, con la flojera, con delatar. La vida me ha hecho leer muchos artículos de arquitectura, más por mi afición a leer que a cotillear egos o imágenes de arquitectura, porque para esto último está la realidad y su vía, el viaje, mucho más placentero que mirar una foto. Algunas de estas publicaciones son realmente interesantes, y otras lo son menos cuando les quitamos esas imágenes o los planos de secciones y plantas, es entonces cuando enmudecen con imposición
y engañifa. Los hay también curiosos como los proyectos de los que hablan, pero no pasan de ahí, y por último están aquellos más majaderos y vacíos de contenido, que se embadurnan con una pátina impostada, portuguesada, academicista y falta de oficio. Y todo esto para justificarme y terminar hablando de lo que menos he leído y que quiero exponer aquí, la parte más realista y sucia de la arquitectura: la promoción inmobiliaria. ¡Qué cansado de leer a escolásticos que caminan tres metros sobre su propia arquitectura, y a algo más, sobre la del resto! De uno de ellos me acabé hace poco todos sus libros, y he de decir que era un decálogo para convertirse en alguien como él, ¡qué pereza! Me quedo con su arquitectura, algo menos parlanchina y vanidosa. A lo que iba. Con los apelativos «realista y sucia», no me refiero a que quiera hablar de la parte burrocrática de la arquitectura: los ayuntamientos, los colegios profesionales, cuotas de visado, etc., porque me pasaría de sucio y no soy tan escatológico. Hablo de los proyectos residenciales promovidos por grandes promotoras que son las que terminan construyendo la mayoría de la arquitectura que se levanta, y no a la idealizada casita ubicada en un lugar aislado donde jamás nadie miccionó. Me interesa hablar de ese encargo profesional de un edificio de viviendas real que te hace una «de-
REVISTA DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE
MÁLAGA