Federico Romero Gómez y Juan Diego Miranda Perles
El Plan General y la L.I.S.T.A.
Abogados. Asesoría Jurídica del COA Málaga
«El planeamiento general no es, ni puede ser, este
El necesario protagonismo de las instituciones democráticas y de los ciudadanos.
'mapa del futuro' de la ciudad que se ha venido pretendiendo hasta ahora, sino, a lo sumo, el foco que ilumina el camino hasta un cierto tramo del recorrido»
Flexibilidad, apertura, agilidad… son algunas de las características que hoy se requieren para el planeamiento urbanístico general. Ya no caben rigideces o formas cerradas de planificación: ni es posible, ni necesario, ordenar al detalle y acabadamente un futuro que no conocemos, ni podemos conocer. Nuestra comprensión del hecho social objeto del urbanismo, el hacer ciudad, la que hacemos ahora, y que queremos hacer, sólo tiene certezas cuando se refiera a lo pasado, lo presente o lo inmediato; pero no más allá: para la tarea de construir la ciudad que viene, sólo tenemos a nuestro alcance una nebulosa de datos, ideas y proyectos que cuando más visionarios o certeros pretenden ser, más ahogan las propuestas de futuro.
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El futuro sólo se hace presente de muy limitado modo y manera, apenas nada. Intentamos proyectar los datos —económicos, demográficos, sociológicos, etc.—, seguir las líneas que parecen marcar los hechos —tendencias de crecimiento—, las conductas —demandas de servicios— o las ideas —visión liberal o progresista—, e identificar bienes, intereses y valores que están relacionados con este «hacer ciudad», y, con todo ello, concebimos la ciudad que querríamos; también buscamos el modo y medio de lograrla en estas circunstancias y
en las que están por venir. Pero, lamentablemente, es mucho más lo que condicionamos por nuestros errores que por lo que acertamos en nuestras previsiones cuando del futuro se trata. Porque, en definitiva, esto que tan limitadamente podemos conocer del futuro, no justifica que hagamos el concreto «dibujo» de la futura ciudad; si tiene que haber decisiones, no pueden ser la de ordenar, clasificar o calificar «esto» y «aquí» y «hoy» o «mañana», sino de establecer las directrices que, no como determinaciones vinculantes de modo absoluto, sino como guías, señalaran las decisiones del futuro. El planeamiento general no es, ni puede ser, este «mapa del futuro» de la ciudad que se ha venido pretendiendo hasta ahora, sino, a lo sumo, el foco que ilumina el camino hasta un cierto tramo del recorrido. Y no sólo el plan general urbanístico, así entendido, puede servir para iluminar y orientar en este recorrido, sino que los planes sectoriales, planes territoriales, la programación o revisión, los principios reguladores y otros muchos modos de ejercicio de las potestades, pueden hacerlo. Y precisamente estas otras herramientas pierden su virtualidad y eficacia si el planeamiento general petrifica la imagen del futuro. Y buen cuidado hay que tener de que, por su parte, los planes sectoriales y territoriales no provoquen tampoco esa fosilización.
REVISTA DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE
MÁLAGA