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LA LLUVIA es Marraja
Ϯ ETercio de la agrupación de San Juan.
Madrugada de Viernes Santo, 19 de abril de 2019.
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Con este título escribía el Cronista Oficial de Cartagena Isidoro Valverde en 1994 un breve artículo en el que afirmaba que tradicionalmente la lluvia se asociaba a la Cofradía Marraja más que a la California y como seguidamente veremos no le faltaba razón. Como marrajo que soy reconozco que me daba una sana envidia ver cómo las procesiones de los encarnados siempre se salvaban, y en cambio llegaba el Jueves Santo y las nubes cargadas del líquido elemento se aproximaban y amenazaban con obligar a aligerar el paso o a suspender alguna de nuestras procesiones más centenarias. Y algo parecido debió sentir él pues conocida era su vinculación a nuestra Cofradía, nada extraño si tenemos en cuenta que sus primeras letras las aprendió en el colegio del Patronato, cuna de la Agrupación de la Agonía gracias a Sor María Mailhan. Por destacar algunos datos para la historia hay que recordar que desempeñó la función de Comisario de Arte de la Cofradía junto a una gran marraja como fue Amelia Portela y ejerció de Mantenedor de los Primeros Juegos Florales que los marrajos organizaron en junio de 1980. Pero esa asociación que mencionaba mi admirado Cronista tiene su razón de ser en algunas de las experiencias que le tocó vivir o seguramente le transmitirían sus mayores, algunas de las cuales recordaré en este artículo, y otras que sucedieron después de su fallecimiento en 1995 y que no hicieron sino reforzar la leyenda y no tan leyenda por desgracia de los marrajos y la lluvia.
De las que le fueron contadas la de la Madrugada del Viernes Santo de 1928, un año antes de su nacimiento, en la que los marrajos salieron y terminaron su procesión aunque la lluvia hizo acto de presencia en varios momentos del recorrido. En el repaso a las vividas por D. Isidoro viajamos a la Semana Santa de 1946, a los días previos al Viernes Santo en el que los partes meteorológicos presagiaban que la lluvia podría aparecer y así fue. La procesión de la Madrugada llegó a salir pero nada más producirse el Encuentro y cuando la procesión andaba por la calle Cuatro Santos tuvo que disolverse. El trono del Jesús que se encontraba en la calle del Aire se dirigió a la iglesia y lo propio hicieron la Verónica, San Juan y la Virgen por las calles San Francisco, Honda, Tres Reyes y Aire hacia la iglesia. Note el lector que todavía no se había ensanchado el estrecho callejón de Campos con la anchura que tiene actualmente, de ahí el
gran rodeo que tuvo que hacer la segunda procesión. En cuanto a la procesión del Santo Entierro a la altura de la calle de la Serreta dada la cantidad de agua que caía se disolvió teniendo que buscar refugio para los tronos en la iglesia de la Caridad y el Parque de Artillería. El trono de la Virgen de la Soledad fue llevado directamente a la iglesia de Santa María de Gracia saliendo a recibirla el tercio de Granaderos y no faltó una Salve emocionada ni aplausos y vivas a la Madre de los Marrajos. Aquí hay que decir que un lugar tradicional para cobijar los tronos cuando llovía era el desaparecido Arco de la Caridad, que unía las dos partes del Hospital de Caridad y que estaba situado al principio de la calle San Vicente, pero este fue derribado en 1944 dado su estado ruinoso y el peligro para los transeúntes.
Sin duda los años cuarenta influyeron bastante en la formación del binomio marrajos y agua porque el siguiente año la procesión del Viernes Santo fue una réplica casi exacta del anterior. Lo que comenzaron siendo unas pequeñas gotas en la calle del Parque se transformó en un chaparrón gordo que provocó de nuevo la disolución de la procesión en la calle de la Caridad como si a partir de ese punto tuviera que ser la Patrona la que nos protegiera y ayudara a llegar sanos y salvos a Santa María de Gracia. De nuevo las carreras precipitadas hacia el punto de recogida, de nuevo la gran solidaridad de los cartageneros ayudando a los penitentes a proteger su vestuario y una vez más la emoción de una Salve en la que las lágrimas y la lluvia se entremezclaban con los aplausos que intentaban consolar a los Marrajos ante su mala suerte que marcó su destino durante dos años seguidos.
Damos un salto para situarnos en el año 1968 con D. José María de Lara como Hermano Mayor, un año en el que la previsión no estaba clara y la procesión del Viernes Santo salió con una hora de retraso intentando buscar ese hueco que respetara el desfile pero la historia desgraciadamente se repitió. Esta vez fue a la altura de la calle del Parque cuando la llovizna se convirtió en una lluvia intensa que obligó a suspender la procesión. El trono del Santo Sepulcro que se encontraba a la altura de la calle del Arco de la Caridad atajó por ella para dirigirse rápidamente a la iglesia de Santa María de Gracia seguido de los tronos de San Juan y la Virgen de la Soledad. Cambiamos de década pero no de costumbres y llegamos a otro año malo para los marrajos como fue el de 1976 en el que directamente la lluvia impidió la salida de la procesión del Viernes Santo, circunstancia que originó la celebración de dos procesiones inéditas. La primera de ellas tuvo lugar el Sábado Santo con un único trono el de la Soledad de los Pobres que recorrió únicamente las calles Aire, Cañón, Mayor, Plaza de San Sebastián, Jara y San Miguel y que contó con la presencia del Obispo Azagra que se incorporó en la calle Jara. La segunda procesión inédita fue la que salió a la una de la madrugada del Domingo de Resurrección con los tronos del Viernes Santo por la noche, circunstancia que la prensa decía había sido la primera vez que esto ocurría. Una nota a destacar fue la presencia en esta procesión de representantes de las otras cofradías cartageneras como muestra de apoyo a la Cofradía Marraja.
Seguimos nuestro recorrido y la siguiente parada es 1979, un año en el que el Viernes Santo por la mañana el sol lució espléndido y nada hacía presagiar que los marrajos tuvieran que correr para regresar a Santa María de Gracia. A las once y
Ϯ Imagen y trono del Cristo de Medinaceli.
Madrugada del Viernes Santo, 19 de abril de 2019.
veinticinco de la noche sonaron los tres cohetes anunciando la disolución de la procesión y en ese momento los tronos de San Juan y la Virgen circulaban por la calle Mayor. Quien esto escribe se encontraba en la procesión como un niño nazareno del Santo Sepulcro y si algo recuerdo es que en las Puertas de Murcia todo el mundo corría y corría en dirección contraria para llegar cuanto antes a Santa María de Gracia. Y tanto se corrió que sólo veinte minutos después de que sonaran los tres cohetes hizo su entrada en la iglesia el último de los tronos que fue el del Santo Entierro, un tiempo récord si tenemos en cuenta que el Santo Cáliz tuvo que venir desde la calle del Parque. Los penitentes del Jesús Nazareno se refugiaron en el Parque de Artillería gracias al coronel Díaz Ripoll y los del Descendimiento en la calle del Carmen hicieron lo mismo en domicilios particulares donde les ayudaron a proteger su vestuario. Los gestos de solidaridad no se hicieron esperar y los californios rápidamente comenzaron a preparar grandes plásticos para cubrir imágenes y mantos, algo que hizo el ilustre procesionista de pro Balbino de la Cerra subiéndose al trono del Jesús Nazareno y el sanjuanista californio Salvador Pedreño al de la Virgen de la Soledad.
Una vez recogida toda la procesión el trono de la Virgen de la Soledad salió al umbral de la puerta de Santa María donde se le cantó una Salve llena de emoción Reunida la Junta de Mesa marraja se decidió que el Sábado Santo saliera también la Virgen de la Soledad cerrando la procesión precedida por su sudario y acompañada por una representación formada por cuatro penitentes de cada tercio con sus propios hachotes. Antes del cambio de siglo nos detenemos en 1990 para recordar que ese año la procesión del Viernes Santo salió a las diez de la noche para intentar evitar una lluvia, que finalmente cayó cuando la Virgen de la Soledad iba por la calle del Parque, pero que paró dejando entrar los últimos tercios sin lluvia alguna. Precisamente la imagen de esa noche del trono de la Virgen de la Soledad mecida por sus portapasos sobre un suelo mojado fue la que sirvió de ilustración para acompañar el artículo de D. Isidoro Valverde que mencioné al principio.
Ya metidos en el Siglo XXI la lluvia no se hizo esperar mucho y en el año 2002 volvió a tener protagonismo pero esta vez la gran perjudicada fue la procesión del Encuentro. El Jueves Santo en el Cabildo de las Yemas el Hermano Mayor D. José Miguel Méndez no dudó en afirmar que teníamos un “tiempo marrajo” y es que la
Ϯ Tercio de la Dolorosa con los hachotes apagados camino de Santa María de Gracia.
Madrugada del Viernes Santo, 19 de abril de 2019.
Ϯ La Comisión de Iglesia, en la rampa, esperando la llegada de la Dolorosa para recogerla.
Madrugada del Viernes Santo, 19 de abril de 2019.
Ϯ Encuentro del Nazareno y la Virgen Dolorosa en la Plaza de la Merced.
Madrugada de Viernes Santo, 19 de abril de 2019.
previsión para la Madrugada era de lluvias con chubascos intermitentes y no se equivocó. A las tres menos cuarto de la madrugada se tomó la decisión histórica de no salir, a la Dolorosa se le cantó más de una Salve dentro de la iglesia y una de ellas pilló al equipo de Comisión de Iglesia bajando el manto de la Virgen de la Soledad porque si algo teníamos claro los marrajos era que la vida seguía. El Jesús Nazareno de manera excepcional salió a hombros en la procesión de la noche que sí que pudo desfilar al mejorar el tiempo.
Cinco años después en el año 2007 la Semana Santa coincidió con un temporal de lluvia y viento que asoló la ciudad de manera intermitente, la procesión de la Burrica salió por la mañana, la Piedad tuvo suerte y hasta el viento se paró, la del Miércoles salió con una hora de retraso protegida por plásticos, el Encuentro también fue afortunado pero la del Viernes Santo por la noche se suspendió por la mala previsión meteorológica. Esta vez las palabras del Hermano Mayor D. José Miguel Méndez en el Cabildo de las Yemas fueron premonitorias al afirmar que “la lluvia era patrimonio de los Marrajos”. A las doce de la noche la Virgen de la Soledad se asomó al dintel de la puerta de Santa María donde le esperaban el piquete de Infantería de Marina y miles de personas que entonaron una salve triste y dolorosa.
La Semana Santa de 2016 trajo consigo una cancelación histórica como fue la de la procesión del Lunes Santo, algo que no había sucedido nunca desde que comenzara a salir en 1930. El Hermano Mayor Domingo Bastida reunió hasta dos veces a la Junta de Mesa y presidentes de agrupaciones pero el pronóstico era muy malo. A las diez de la noche se abrieron las puertas de Santa María, la cantante onubense Ana García Caro entonó una saeta mientras los portapasos de la Virgen de la Piedad la mecían y se cantó otra Salve amarga. Ya en el interior se rezó el Santo Rosario en el que el capellán marrajo Fernando Gutiérrez animó a los asistentes a orar por las intenciones que tuvieran para esa noche y posteriormente se le cantó la última de las salves de un día histórico.
Y terminamos este repaso con los hechos más recientes y por ello más frescos en la memoria de los cartageneros. Me estoy refiriendo a la Semana Santa de 2019, la última que se celebró antes de la pandemia y que quedará para la historia como aquella en la que debido a la lluvia la procesión de la Madrugada tuvo que recogerse apresuradamente tras la celebración del Encuentro y no pudieron salir ni la procesión del Viernes Santo por la noche, ni la del Sábado Santo y tampoco la del Domingo de Resurrección. Algo insólito en la Semana Santa cartagenera, pues los resucitados tradicionalmente han gozado de buen tiempo, y que los marrajos en aquellos momentos solo pudimos explicar llegando a la misma conclusión a la que había llegado D. Isidoro Valverde 25 años antes y es que la lluvia es marraja.
Juan Ignacio Ferrández García Cronista Oficial de Cartagena