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El Santo Rosario Para llegar a la santidad a que estamos llamados y cumplir bien nuestro apostolado, nos es necesaria la piedad, como nos es necesario el estudio, como nos es necesario alimentarnos y descansar en medida adecuada
A
sí es para cada uno de nosotros, y así es para el Instituto en su conjunto. Si hay suficiente piedad, habrá bendiciones del Señor en el estudio y en el apostolado; habrá una administración recta y regular, y el Señor no dejará faltar a los apóstoles el pan necesario; él, que provee a los pájaros, se cuidará de sus hijos amadísimos [cf. Mt 6,26]. La devoción a la Virgen en nuestra piedad ha de ocupar un puesto particular. Esta devoción tiene manifestaciones especiales. Ciertamente ninguno de vosotros olvidará las tres avemarías por la mañana y por la noche. Ninguno se olvidará de consagrar a la Virgen el sábado, el mes de octubre y el mes de mayo. Esta mañana vamos a hablar del Rosario, del que tanto han escrito y dicho los sumos Pontífices, interpretando los deseos de Jesucristo y de la Virgen. En Lourdes y 18 Alégrate
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en Fátima, María ha exhortado al rezo del rosario. La devoción al rosario es devoción fácil, eficaz, adecuada a todos los tiempos, lugares y personas. Hay que implorar la gracia de saber rezar bien el rosario, de saber meditar bien los misterios, de pedir en cada uno de ellos una gracia particular. Cada misterio -como el P. Alberione expone en la meditación dictada el sábado 23 de febrero de 1952- nos propone una ense-