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Y se hizo justicia

Y se hizo justicia

EFECTOS DEL TABAQUISMO DE ACUERDO CON LAS MÁS RECIENTES INVESTIGACIONES

En la medida en que la tecnología posibilitó el estudio de las estructuras más ignotas –hasta ese momento– de las células, la actividad genética y el intrincado juego de enzimas y proteínas que alberga el organismo, los efectos del tabaco, con toda una gama de alteraciones inadvertidas aunque muchas veces sospechadas, fueron puestas en evidencia.

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Los cambios que produce en el aparato vascular estaban caracterizados desde hacía muchos años por un ligero aumento de la presión arterial y de la frecuencia cardíaca. Las arterias coronarias estaban expuestas a ver comprometida su vasodilatación, dependiente del endotelio y, por ende, a la reducción del diámetro luminal. Ahora se sabe que el tabaquismo aumenta el nivel del fibrinógeno circulante con efectos protrombóticos, activa a las plaquetas sanguíneas y altera la secreción de ATP y su inhibidor, que se combinan para reducir la actividad fibrinolítica. De este modo, el fumador está provocando sobre su organismo, un efecto contrario al buscado cuando el individuo ingiere bajas dosis de aspirina: inhibir ligeramente la actividad plaquetaria. Debido a que el aumento del fibrinógeno circulante es un proceso general en la senectud, los senescentes fumadores están más expuestos.

La serie de variantes, o vertientes, que se suscitan con el tabaco, que surgen de un cultivo intensivo a los largo de centurias, son interminables. Más aún, llegan a inmiscuirse en el abono que se utiliza para el desarrollo ponderal de estos vegetales.

Ruíz y Romero (1) del Departamento de Biología Vegetal de la Universidad de Granada, España, refiriéndose al metabolismo del boro en el interior de las plantas, luego de señalar que con la aplicación de fertilizantes se obtiene mayor rendimiento en la cosecha, dice sobre este tema: “La calidad de la siembra es una compleja combinación de características visuales, físicas y químicas. El abono de la planta, principalmente en forma de nitratos, incrementa la biomasa pero no solo eso: en las hojas se acumulan nicotina y nitratos”.

“Los niveles de nitratos en las hojas ejercen un efecto destacado sobre la composición química del humo. Parte de los nitratos del humo son absorbidos por el cuerpo. Pueden entonces convertirse en nitritos y causar metahemoglobinemia. Si los nitritos reaccionan con aminas, se forman nitrosaminas cancerígenas”.

Este es otro agregado al riesgo que de por sí significan los efectos nocivos del tabaquismo, efectos que fueran prontamente reconocidos por los médicos y observadores diversos del siglo XVI.

Todo hubiera estado aclarado si la adicción no hubiera jugado su papel.

Las experiencias posteriores a 1950, el abultado número de enfermos (sobre todo en los trabajos de Wynder y Graham así como en los de Doll y Hill) y una metodología estricta utilizada por estos investigadores, ya no dejaron dudas. En este sentido, el trabajo original de Richard Doll y Bradford Hill (2) no

tiene desperdicio, pese a que ya ha pasado medio siglo desde su publicación.

Es curioso como nadie es profeta en su tierra: Angel H. Roffo, pese a la falta de medios estadísticos, se hallaba en la misma pista muchos años antes.

Este trabajo primigenio –por su enfoque– de Doll y Hill merece ser destacado porque demostró palmariamente por los trabajos de Schrek, un aumento, en los varones, de cáncer de pulmón (en Inglaterra y Gales) que fue del 1,1 cada 100 000 habitantes entre 1901 y 1920, y de 10,6 cada 100 000 en el período 1921-1930. Entre 1940 y 1944 esta última tasa se multiplicó por seis.

Los autores hacen un relevamiento de los trabajos de investigación que demuestran efectivamente que entre los fumadores, la prevalencia del cáncer de pulmón es decididamente importante. El estudio lo realizaron en 20 hospitales de Londres y, como precaución diagnóstica, incluyeron también a pacientes con cáncer de estómago, colon o recto. Entre abril de 1948 y octubre de 1949 recibieron la notificación de que 2370 pacientes padecían estas enfermedades. Finalmente, la cifra quedó reducida a 2140 enfermos ya que se descartaron los mayores de 75 años, los que estaban incorrecta o dudosamente incluídos, los que habían recibido el alta, los muy enfermos, etc.

Posteriormente, la cohorte fue dividida en grupos.

Con respecto al tabaco, los investigadores ingleses se ocuparon de evaluar el hábito de fumar (lo definieron como la persona que fumó no menos de un cigarrillo al día por un período de un año, desestimando cualquier cantidad menor); fumadores y no fumadores, cantidad de tabaco consumida, antecedentes de los fumadores y cigarrillos, pipas e

hidratación del humo de tabaco.

Algunas de las conclusiones a las que arribaron estos investigadores fueron terminantes: “El efecto del tabaquismo, como cabía esperar, varía de acuerdo con la cantidad que se fume […] …el riesgo de contraer carcinoma de pulmón aumenta de manera regular a medida que aumenta la cantidad de tabaco que se fuma […] de acuerdo con los supuestos reconocidamente especulativos que hemos formulado, el riesgo parece variar en una proporción aproximadamente simple respecto de la cantidad fumada […] la mayor prevalencia del carcinoma de pulmón en los varones, en comparación con las mujeres, sugiere, de manera natural, que el tabaquismo puede ser una causa, dado que fumar es sobre todo un hábito masculino.

“Aunque un número creciente de mujeres está empezando a fumar, la gran mayoría de los que han alcanzado ya la edad del cáncer o bien no han fumado nunca, o solo han empezado a hacerlo recientemente.

En consecuencia, es tentador atribuir la desproporción entre los sexos al mayor consumo de tabaco por parte delos varones. Si eso fuera cierto, habría que esperar que la incidencia del carcinoma de pulmón fuese la misma entre los no fumadores de ambos sexos”.

En un estudio hecho sobre fumadores en Londres, con cifras especulativas, estas “sugieren que, por encima de los 45 años de edad, el riesgo de contraer la enfermedad aumenta en proporción simple con la cantidad fumada, y que puede ser aproximadamente 50 veces mayor para quienes fuman 25 o más cigarrillos al día para los no fumadores”.

Por último, afirmaron: “el agente carcinógeno del

humo del tabaco se introduce en el producto final durante su cultivo y preparación. Quizás los cambios hayan sido mayores en los métodos utilizados en esos procesos que en la cantidad real de tabaco consumida”.

Cosecha de hojas de tabaco (Vea y Lea, N° 247, 18/10/1956)

Doll y Hill creyeron que el factor cancerígeno del cigarrillo era el arsénico, elemento constitutivo del humo del tabaco.

El fumador de los últimos tiempos tiene, habitualmente, acabados conocimientos sobre los efectos nocivos del cigarrillo. Es lógico que si no posee estudios médicos tendrá un panorama borroso, global, pero no menos esclarecedor sobre el peligro a que está expuesto, pero, como el daño no es inmediato, sino a largo plazo, no le da importancia.

Peto y colaboradores (3) en 1990, en 44 países, hicieron un relevamiento de las muertes debidas al tabaco y el resultado fue aterrador: 24 % correspondía a hombres y 7 % a mujeres.

Doll y colaboradores (4) hicieron un seguimiento de 22 años de 6194 médicos británicos fumadores. Durante ese lapso, murieron 1094. La enfermedad isquémica de miocardio, el cáncer de pulmón y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica fueron, estadísticamente, las causas más significativas de muerte. La injuria y los efectos deletéreos que causa el tabaco representan una cuarta parte de las causas globales de enfermedad (5).

Los efectos del tabaco sobre los organismos vivientes han sido vastamente realizados en animales de laboratorio. Algunos de ellos, efectuados en forma burda tal cual lo hemos relatado.

La ciencia actual lo ha expresado con los métodos más refinados y por mencionar algunos ejemplos, citemos a los de Boykin y colaboradores (6), con perros sometidos a la inhalación crónica con patentes no uniforme de afección pulmonar; los de Nilsson y colaboradores (7) con ratas expuestas al humo de tabaco y luego irradiadas, o bien el artilugio que empleó McGrego (8), en estos últimos animales,

irradiando con rayos beta la piel y luego topicando con extracto de humo de tabaco y promoviendo cáncer en ese tejido (una repetición con variantes actuales de las experiencias de Roffo).

Debido a lo complejo de las investigaciones, hace pocos años que se conoce el efecto del humo del cigarrillo –como lo demostraron Baluk y colaboradores (9) como inhibidor en las ratas de los receptores de neurokinina NK1 causando la adhesión de leucocitos neutrófilos y eosinófilos sobre las vénulas en las mucosas de las vías aéreas.

Como sufre el acompañante del fumador los efectos perniciosos de ese acto, de esta forma padece el feto en las entrañas maternas de la adicta, con la secuela de problemas en el desarrollo y menor peso al lnacer, así como una posible apnea (cese de la respiración) en el momento del parto(10).

Sin embargo, las investigaciones más importantes sobre la nocividad tabáquica giran en torno de las influencias genéticas que, como dice Rossing (11), incluyen tanto la iniciación de la adicción como su cese. En ese sentido, de acuerdo con una determinación genética: el genotipo NAT110 (12) los efectos podrían ser mayores. Otros genotipos, relacionados con afecciones respiratorias, han sido reportados.

No se puede soslayar el efecto global del tabaquismo sobre el material genético. La inducción de cambios cromosómicos, que evidentemente es multifactorial, se inscribe preferentemente en la mutación del gen P53. La actividad de este incide fundamentalmente en favorecer la apoptosis (muerte celular).

Este fenómeno tiene el sentido de la destrucción celular programada y ello ocurre puesto que entre las teorías postuladas, el gen P53, sería supresor de

tumores y controlaría la calidad del ADN. Cuando ésta es deficiente impediría la división celular y obligaría a la destrucción de la célula mutante.

El gen P53, localizado en 17p 13.1, al mutar (por la acción del tabaco) estaría implicado en el 50 % de los tumores, sobre todo en los cánceres de pulmón y de mama. La proteína P53, que induce en su producción este gen, de vida media muy corta (30 minutos), controla el ciclo celular y la calidad del ADN, y también lo hace con la regulación celular y, en especial, la apoptosis. Cuando el gen está alterado ninguna de estas funciones puede ser realizada eficientemente (13, 14, 15).

Entre otros, Denissenko, Pao, Tang y Pfeifer (16), de Estados Unidos, demostraron –superando esa etapa signada por el desconocimiento– que el benzopireno, una sustancia que se desprende de la combustión del tabaco, inactiva el gen P53 que actúa a su vez, induciendo la apoptosis (un tipo especial de destrucción) de las células que al dividirse alteran su conformación y se transforman en mutantes. Sin el control del gen P53, las células pueden comenzar un crecimiento anárquico y constituir tumores.

Todas estas calamidades del tabaquismo, las advertencias que sugieren estos estudios, de poco o nada sirven para impulsar a un adicto a que abandone el hábito. Siempre el mal le ocurrirá a otro. Existe cierto grado de omnipotencia, la del adolescente, etapa vital en la cual habitualmente se adquiere el vicio. Todos los peligros que la ciencia médica certificó y certifica alertando al fumador sobre los peligros del vicio de fumar, se estrellan, como lo señalamos, contra el poder de la adicción. Paralelamente, coadyuva la propaganda, pertinaz, subliminal, afanada por conquistar adeptos que le permitan ensanchar el

negocio.

“La creciente producción de tabaco argentino ha permitido superar los también crecientes niveles de consumo, evitándose así el drenaje de divisas para importaciones. Teniendo en cuenta las cifras correspondientes al año pasado, así como los cálculos de producción para el presente año, se estima que muy pronto la Argentina dejará de importar tabaco –y lo que es más importante– podrá inclusive exportar en cantidad ese producto”. Podemos apreciar en las siguientes imágenes el informe que acompaño al gráfico ilustrativo que publicara la revista Vea y Lea (N° 247) el 18 de octubre de 1956.

NIVEL DECRECIENTE DE LAS IMPORTACIONES

AÑO CANTIDAD

1926 (1) 13 000 000 kg

1950 4 000 000 kg

1951 2 600 000 kg

1952 130 000 kg

1953 108 000 kg

1954 141 000 kg

1955 69 000 kg (1) Fue el año de máximo nivel de importación)

Leoplán, N° 119 (2 de agosto de 1939)

Leoplán, N° 92 (20 de julio de 1938)

BIBLIOGRAFÍA:

1. Ruíz J M y Romero L M, “Rendimiento del tabaco”, Investigación y Ciencia, Nº 277, pp 43-45, octubre 1999. 2. Doll R y Hill B, “Smoking and carcinoma of the lung”, British Medical Journal, 2: 739-748, 1950. 3. Peto R, López AD, Boreham J, Thun M, Heath C Jr and Doll

UK, “Mortality from smoking worldwide”,British Medical Bulletin, 52 (1): 12-21, Jan 1996. 4. Doll R, Gray R, Hafner B and Peto R, “Mortality in relation to smoking, 22 year´s observations on female British doctor´s”, British Medical Journal, 280 (6219): 967-971, Apr 1980. 5. Leistikow BN, Martin DC, Jacobs J and Rocke DM, “Smoking as a risk factor for injury death: a meta-analysis of cohort studies”, Preview Medical, 27 (6): 871-878, Nov-Dec 1998. 6. Roykin AB, Anderson D, Mc Namee GM and McNamee JE,

“Effect of entrainment time on pulmonary deposition of cigarrette smoke in dogs”, J. Appl. Physio,. 74 (4): 1862-1868,

Apr 1993. 7. Nilson K, Henriksson R, Cai y YQ, Hellstrom S, Hornquist Bylunds,

Bjermer L, “Effects of tobacco-smoke on radiation induced pneumonitis in rats”, Int. J. Radiat. Biol. 62 (6): 719-727, dec 1992. 8. McGgregor JF, “Enhancement of skin tiemongenesis by cigarrette smoke condensate following beta-irradiation in rats”, J National Cancer Institute 68 (4): 605-611, Apr. 1982. 9. Baluk P, Bertrand C, Geppetti P, McDonald DM and Nadel

JA, “NK1 receptor antagonist CP-99,994 inhibits cigarrette smoke - induced mentrophil and eurinophil adhesion in rat nacheal venules, Exp Lung Res. 22 (4): 409-418, Jul, Aug. 1996. 10. Toubas PL, Duke JC, McCaffree MA, Mattice DC,

Benll D and Orr WC, “Effects of maternal smoking and caffeine habits on infantile apnea: a retrospective study”, Pediatrics, 78 (1):159-163, Jul 1986. 11. Rossing MA, “Genetic influences on smoking: candidate genes”, Environ Helath Perspect,106 (5): 231-238, may 1998. 12. Abdel-Rahman SZ, EL Zein RA, Zwischen Berger JB and Au

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Albertini RJ, “Mitochondrial genome damage associated with cigarrette smoking”, Cancer Res. 56 (24): 5692-5697, 15

Dec 1996. 14. Gao HG, Chen JK, Stewart J, Song B, Rayappa C, Whong

WZ and K-Ras, “Mutations in human lung cancer tissues, Carcinogenesis”, 18 (3): 473-478, Mar 1997. 15. Colucci S, EL-Gehani R, Flint S and Mothersill C: “P53 mutations and protein expresion in primary cultures of normal oral mucosa in smokers and non-smokers”. Oral On 33 (4): 240246, Jul 1997. 16. Denissenko MF, Pao A, Tang M-S, Fabsitz R: “Preferential formation of benzo (a) pryrene adducts at lung cancer mutational hotspots in P53”, Science 274 (5286): 829-833, 1992.

Caras y Caretas, N° 492 (7 de marzo de 1908)

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