5 minute read

MI PEQUEÑO SHOW

Mi I PEQUENO

Show

Advertisement

Texto: Alejandro Aristizábal Vanegas

Estudiante, Comunicación Social - Periodismo Universidad La Gran Colombia, Armenia

Ilustración: Jorge Alberto Mendoza

Comunicador Social - Periodita Docente universitario Editor General - Revista El Rollo

Voy caminando por un pasillo del centro comercial, de la nada, un miedo invade lo más profundo de mis entrañas. Miro a todos lados múltiples veces, solo veo gente atrapada en la adicción, sea comida o un celular. Me siento en la banca más cercana, el empleado de la tienda de ropa para jóvenes se acerca, me ofrece agua y dice que no puede darme nada más porque sabe de mi condición de diabético. Le digo que no, que no quiero agua, aunque sí quiero. Realmente digo que no porque siento que aseveró mi miedo. Me paro, camino, aunque mis piernas flaquean, me balanceo como si estuviera en una hamaca y logro llegar al baño para vomitar jugo gástrico porque, al parecer, no desayuné.

Una señora, que por su vestir puedo deducir que trabaja limpiando estos baños, me dice que si le doy plata puede ir a preguntar por una pasta que no contenga dimenhidrinato, ¿cómo sabe que soy alérgico al componente para el mareo? Le grito que se vaya, que no quiero hablar con nadie, que no necesito a nadie. ¿Cómo es que saben esos datos de mí? Miro el punto rojo del inodoro, está corrido a la derecha y en el espacio que sobra a la izquierda veo, camuflado en el vidrio negro, algo aún más negro, tiene forma circular: ¿Es una cámara?

Siento vértigo como si estuviera subiendo y bajando en la Red Force de Ferrari. Veo borroso e, incluso, algo pixelado. Mi visión tiene una sensación de viñeta, se abren y se cierran mis ojos, hasta que por fin todo queda negro. Despierto sobresaltado y con el corazón a tope, lo primero que veo es Netflix preguntándome que si seguía ahí; al parecer había visto película tras película. Solo recuerdo que vi Matrix, por recomendación de mi padre y luego, por un algoritmo que todavía desconozco, terminé viendo El Show de Truman.

En la cultura popular y, sobre todo, en las ramas de la filosofía, se encuentra una película muy aclamada, pues no es muy común que temas tan complicados y altamente debatidos se encuentren en el tema central de una producción cinematográfica. Esta es, por supuesto, Matrix (Lana Wachowski, Lilly Wachowski; 1999). Aquí se nos plantea, a través de una trama de acción, que el mundo en el que vivimos es una simulación, al puro estilo de Los Sims, solo que mucho más realista. Es decir, el mundo es un juego, todo está regido por un código y una máquina. El otro filme, que por ser comedia descreemos que pueda idear un escenario tan interesante para pensar, pero se demuestra todo lo contrario. Jim Carrey es el actor principal y hace de un personaje llamado Truman Burbank, que siempre ha vivido en una ciudad que fue creada para él. Christof, el creador de Seahaven Island, condiciona toda la vida de Truman para poder hacer un show televisivo que se transmite 24 horas al día alrededor del mundo.

Puede que no haya preguntas, que todo parezca muy sencillo y que solo me trajo malos sueños y un sudor horripilante, pero vamos más allá. ¿Qué construye nuestra realidad? ¿Un sistema operativo o un señor sentado en una silla?

Para Neo su vida es, al igual que la de Truman (y mi horroroso sueño), el gran momento. Sus pisadas, su tacto o cómo con un sacudir de manos están cerrando un negocio. Ambos tienen una “iluminación” tal cual se originó Buda. Una serie de eventos hacen que ellos despierten, se pregunten qué es lo que pasa, si lo que están viviendo es real: ¿es esto real? Para mí fue literalmente ver un miedo que tengo despierto, el que me estén observando, incluso, en los momentos más íntimos. Para Neo fue la llegada de una banda de personas que lograron burlar el sistema y salir de la simulación. Para Truman, fue ver de nuevo una cara ya conocida, la de su padre, que supuestamente había muerto ahogado cuando una tormenta azotó la barca en la que navegaban. Pero, ¿cómo es que ambos creían que estaban viviendo el mundo real cuando todos nosotros sabemos que es mentira?

Tal vez estoy haciendo muchas preguntas, pero como ellos, quiero que ustedes lo piensen. Al despertar de mi sueño, corro a la biblioteca y cojo mi copia en inglés de Sapiens, de Yuval Noah Harari y busco la parte en la que habla sobre el lenguaje y cómo éste condiciona las culturas. “The most important impact of script on human history is precisely this: it has gradually changed the way humans think and view the world” (Harari, 2014). Este asombroso libro nos da una excelente muestra de lo que es y ha sido el lenguaje para la evolución (buena o mala) de la especie. Para entender esta idea, primero hay que entender un ejemplo: imaginemos a la secretaria de una empresa que administra un edificio, ella es la encargada de mantener el registro de los pagos de los habitantes y todo lo relacionado con las transacciones. Para ella poder llevar a cabo el trabajo por el que se le paga, necesita un sistema para poder organizar y analizar todos los recibos, es decir, para ello necesita un lenguaje. Un lenguaje para distribuir las carpetas en un orden, para que cuando las necesite no sea un problema encontrarlas. Ella, la secretaria, ve su oficina y todo lo que la relaciona como una secretaria. Lo mismo pasa con un fotógrafo, ellos siempre dicen que todo lo ven como si tuvieran un ojo por cámara, tienen un sistema, un lenguaje que les permite imaginar los encuadres. A Truman no le pasaba exactamente lo mismo, de hecho, era totalmente lo contrario. A Truman lo obligaron (sin que él supiera) a adoptar un lenguaje para así poder entender la realidad que se le presenta. A Neo le tocó entender el lenguaje binario en el que estaba construido su mundo, su realidad, su simulación. Porque el lenguaje (en todas las expresiones, idiomas o incluso lo que se comunica de forma indiscreta) funciona como unas gafas para ver el mundo. El lenguaje es un sistema para entender la realidad, sus bases. Porque la realidad en la que vivimos es una construcción social y no hay nada más humano que la comunicación. Eso quiere decir que podríamos vivir en nuestra propia simulación o en nuestro propio show. Mi show: Aristizabal´s show. Solo necesitaría un poco de control sobre el lenguaje, porque quien lo controle, controla la vida de todos, pues nadie piensa que pueda ser un Truman.

This article is from: