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MIEDO A LA LUZ
Texto: Juliette Uribe
Estudiante Comunicación Social - Periodismo Universidad de Ibagué
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Ilustración: Catalina Aristizábal
La gente usualmente le tiene miedo a la oscuridad, pero yo le tengo miedo a la luz.
El miedo a la oscuridad puede traducirse como temor a lo desconocido, mientras que en la luz puedes ver lo que hay frente a ti. ¿Y qué es peor? ¿No saber lo que sigue y caer, o saber perfectamente que viene y no poder evitarlo porque te carcome el pánico?
En la luz se pueden ver las angustias, los traumas, el dolor. Y a sabiendas de que nadie quiere vivir invadido por esa plaga, es preferible ocultarse en la oscuridad. Allí no se sabe que hay, nadie puede verte, no puedes ver a nadie. La mente se confunde.
Es como cuando se cierran los ojos a la hora de dormir. Eres consciente de que estás en un estado vulnerable frente a lo que pueda ocurrir alrededor, pero te entregas al confort del sueño porque todo está oscuro. Pero en un lugar bien iluminado puedes ver todo y cada una de las cosas, todo distrae, mucha luz encandila, es estrés constante.
En “Ensayo sobre la ceguera” José Saramago se planteó un mundo invadido por una epidemia de ceguera blanca. Sí, blanca. Tan blanca como la leche. Como tener un foco en la cara. La única persona que podía ver en este mundo apocalíptico, presenciaba la podredumbre y la des evolución de la humanidad. Todos los demás ignoraban la magnitud de la situación.
Y vuelvo a preguntar ¿qué es peor? ¿desconocer lo que ocurre a tu alrededor o ser consciente y no poder hacer nada? Tal vez lo peor sea amar la luz: saber lo que pasa, ver todo, entender y no querer hacer nada al respecto.