11 minute read
El día que me separé por Diana Cruz
from Monólogos pandémicos para mujeres valientes (segunda generación) por FARO La Perulera.
by FPerulera
El día que me separé enloquecí, en la noche estaba indispuesta, al amanecer estaba comprando pintura y al medio día ya llevaba pintados dos muros del lugar en el que solía dormir en compañía. Pinté un cuarto, el cuarto en el que muchísimos recuerdos se conglomeraban, que entre rayones de un bebé y los abrazos que se dibujaban en las paredes, anunciaba que ahí existió una familia, una familia que yo adoraba, pero tal vez, nunca quise.
Vivir y existir en familia es complejo, todo se expresa en rituales, desde que despiertas, hasta que llega la hora de dormir. El ritual implica muchas cosas, desde las más triviales como la repetición, hasta lo más complejo como lo es la carga sagrada que converge dentro. Sí, por más que me cueste aceptar, y mis padres no me brindaran una, tener una familia es sagrado.
Advertisement
¿Cómo le quitas a un ser humano lo sagrado de un día a otro sin dejarlo un poco desahuciado? Más allá de las doctrinas, siempre nos acompaña algo sagrado en nosotros, algo constante, algo en lo que creemos y nos mantiene firmes en esto, la vida. Yo hice eso, de un día para otro quité la repetición y lo sagrado en mi vida, eliminé los rituales colectivos y sí, me puse a pintar un cuarto.
En la época que nos toca vivir tenemos más o menos interiorizado que cuando queremos cerrar ciclos nos pintamos el cabello o nos cortamos el flequillo solas, no podía hacer nada de esto porque ya tengo el cabello mal cortado y mal pintado. Pintar el cuarto donde vivía con mi familia, fue mi manera de intentar cortar de tajo un ciclo en mi vida.
Yo soy Diana, la mujer que pintó un cuarto en unas horas porque quería cerrar un ciclo y el cabello no era una opción. Lo confieso: era, y seguramente todavía soy, una mujer ambiciosa. Una mujer que lo quiere todo y lo quiere ahora, justo como lo canta Mercury en I want it all. Cuando digo todo es todo. Soy una mujer ambiciosa que quiere una carrera exitosa, las nalgas duras, una melena envidiable, el esposo perfecto, el hijo perfecto y la casa perfecta. Me confieso ambiciosa porque además de
30
eso, quise o tal vez quiero, tener una vida con miles de aventuras y viajes donde me acompañen amantes ocasionales. I want it all and i want it now. Mercury sigue sonando. ¡God save the Diana queen!
Yo soy Diana, la mujer que pintó un cuarto porque fue la manera de sentirse menos miserable al confrontar las consecuencias de sus deseos. Cuando una mujer ambiciosa pierde uno de los aspectos en los que se sentía triunfal, como ésta, la imagen de una familia ideal, los pensamientos la carcomen, se debate entre las fotos de familias felices y las de mujeres viajando solas por el mundo, se muerde los cachetes y se rasca las piernas hasta sangrarse, no duerme y se despierta cansada y sin ánimo de hacer nada, mientras se repite que es una basura y se recrimina todo lo que hizo, lo que pudo hacer, lo que hace y lo que todavía no hace.
El día que me separé, enloquecí y pinté un cuarto mientras me sentía aliviada, aliviada de encontrarme sola y espantada de no saber a dónde ir. Diana de 18 años, la edad que tienes ahora es quizá la edad que llevas años anhelando porque crees que como por obra de arte, habrá algo que te exilie de la que eres, de lo que vives y eres dentro de los 4 muros que no sólo te rodean en el exterior, sino en lo más hondo del corazón.
18 años, la edad pactada para nunca volver a ver a tu padre. Así es porque en cada pelea, esas, en las que era un reto ver quien lloraba y quién no, para demostrarse más fuerte, lo dijiste “a los 18 años me largo de aquí”. Estás por cumplirlos, unos días o tal vez horas.
La emancipación no es cambiar de casa, Diana. Ten presente la máxima, “podrás salir del barrio, pero el barrio jamás saldrá de ti”. Dos meses después de cumplir los 18, saldrás embarazada y sentirás que te traga el mundo, la vida y todo aquello que creías sería inamovible para siempre. Habrá días muy duros, extremadamente duros, querida. Desde saber si quieres o no al ser que llevas en el vientre, hasta los días que vas a tener que cagar garrafones con panzota de 8 meses.
31
No, Diana, no la vas a pasar bien, vas a llorar en las noches, mientras vas camino a la escuela y en algunos momentos entre clase y clase mientras comes con amargura algún antojo del embarazo.
Tengo que decirte, mientras sollozo un poco al recordar esos días, que seas fuerte muy fuerte, que sepas que te tienes a ti misma y que serás la mujer que esperas y más. Ese niño, sí, niño, el sexo que deseas sea tu primer hijo, será increíble, el niño más lindo, inteligente y amoroso que jamás vas a conocer.
A ti, la Diana de 18 años, quiero decirte que no hagas caso de las burlas ajenas y familiares que vas a afrontar, ninguna de ellas te hará bien, quiero decirte que dejes de sentirte una estúpida por elegir tener a ese niño, que sigas, así como sigues, pero más fuerte y sobre todo, te pido que seas honesta, honesta con ese hombre bello que encontraste pero entendiste desde antes de ese embarazo, que no amabas, con el alma, con la piel, con todas las células de tu ser. Sé sincera contigo, di no cuando no quieres, di que sí cuando puedas. Diana, no la vas a pasar bien, nada bien, pero vas a salir de esa y muchas otras. Lo sé, eso te va a sorprender, porque soñaste la vida ideal de una mujer libre, viajera, artista y llena de amantes. Unos años eso se va a volver terriblemente lejano, vas a sentirte horrible e irreconocible, pero un día va a cambiar ¿por qué? Porque vas a elegir decir no cuando es no, y decir sí cuando es sí y sobre todo a serte sincera, a decir la verdad aunque duela, a ti y a los demás. Ser sincero no es divertido ni elegante como lo hacen pasar las series de tv que te gustan, ser sincero es para valientes y tú, querida, eres valiente. Todo el tiempo, desde que confrontas al tarado de tu papá por ser un violento, desde que eliges tener a ese niño y desde que eliges ser tú, la mujer brillante, la mujer con un embarazo joven que trabaja, estudia y destina las noches para leerle cuentos infantiles a su vientre; así como eres valiente para pararte todos los días con los pendejos intelectuales de tu carrera que te mal miran por ser la “idiota” que salió embaraza a los 18 años.
32
Eres valiente Diana, lo fuiste y lo serás. El futuro será mejor y esa mujer que sueñas ser, la vas a ser, yo me encargo de eso Diana, tu encárgate de ser fuerte muy fuerte, agárrate de lo que puedas y pide abrazos cada que puedas, no tiene nada de malo sentirse frágil y llorar a veces, llora, Diana. ¡Llora! Las lágrimas no son signo de debilidad, y tomar decisiones te dará la fuerza para enfrentar lo que viene.
Para una mujer que se embarazó apenas cumpliendo los 18 años sin tener tiempo para conocerse a sí misma, lejos de un cuidado parental que le permitiera sentirse absolutamente dueña de sus decisiones, es un shock. ¿Cómo llegar a ser algo que nunca has sido? Yo, Diana, mujer ambiciosa, recién separada, aliviada y dolida, que pinta cuartos para intentar salvarse de la tristeza y a sí misma, quiero ser libre.
Qué concepto más complejo el de la libertad, tan abstracto y al mismo tiempo tan simplón que barbie puso en un eslogan Sé lo que quieras ser, sé una barbie girl. Mi concepto de libertad no tiene nada que ver con Barbie porque desafortunadamente, yo no soy una Barbie, ella si es una mujer ambiciosa, que tiene las nalgas duras, la cabellera hermosa, la carrera, perdón, carreras exitosas y tiene, cuando quiere, una familia perfecta. Mi concepto de libertad no es y nunca será el de una muñeca porque, por lo menos hoy, me encuentro y me siento real.
La libertad que nos pinta Barbie y la chatarra hollywoodense no es más que una bonita ilusión, vivir ilusionados no es malo, lo malo es no entender que la libertad, que es tan similar a vivir, necesita de responsabilidad, toma de decisiones y de sinceridad. Sí, para ser libre se necesita ser valiente.
En mi relación yo no me sentía libre porque delegué mis responsabilidades, no tomaba decisiones todo el tiempo y sinceramente, no fui sincera todo el tiempo. Así es, una relación siempre es de dos, terminar una relación siempre es de dos personas, pero claro, una siempre lastima más que la otra. Lastimé, no hay duda de eso, lastimé porque no fui sincera, porque no tomaba decisiones
33
y por no ser responsable, por no dar y recibir amor como una mujer libre. Estar en libertad es la única manera de amar sin lastimar y sin destruir, yo no era una persona libre y acepto toda la responsabilidad.
No deseo compadecerme de Diana de ésta mujer que fui, que soy y seré, porque no es lo mismo hacer daño por ignorancia a hacerlo por omisión, Diana lo hizo por omisión. Así es Diana, te voy a juzgar, lo haré por última vez. Te voy a juzgar por no ser sincera, por no poner límites y no ser responsable con los sentimientos de de los demás. Te voy a juzgar porque es necesario, porque necesitamos entender.
Es verdad, también sufriste y tú, la Diana todo poderosa, te duele saberte sumisa en una relación que presumías como ideal. Sin embargo, esto no te exime de tu parte de responsabilidad, quiero recordártelo Diana, hoy, ésta última vez para que avances, para que empieces a ser libre y de una vez por todas no lastimes personas, pero lo más importante, dejes de lastimarte a ti. Recuerda Diana: “Puedes salir del barrio pero el barrio nunca saldrá de ti” ¿Qué te quiero decir con esto? Que las inseguridades, miedos y abusos que presenciaste, seguramente los vas a reproducir a donde sea que vayas. Y los miedos inmensos te van a paralizar, los antidepresivos no van a ayudar y nada te va a hacer los suficientemente fuerte para sentirte libre.
El día que me separé, vi a la Diana ambiciosa y a la sumisa reconciliarse un poco, mientras habitaban un nuevo espacio, un espacio del que salían paso a paso hacia la luz para verse poco a poco de nuevo los pies, las manos, los brazos, el vientre, los pechos, hasta verse completas y entender que ni una ni otra son malas por tomar decisiones, por querer ser una más de la estadística de malas madres divorciadas que le negaron el hogar perfecto a su hijo, y que simplemente somos y soy una humana, con deseos y anhelos como cualquiera aquí y sobre todo, me di cuenta que desde fuera ya me juzgarían bastante duro como para hacerlo yo también.
34
Hoy sigo sin ser absolutamente libre, peleando entre la chica de los 18 años que se enamoraba del primer fulano que parecía tener metas en la vida, que buscaba una vida de artista viajera y llena de amantes a la mujer de 26 años que busca ser libre que busca elegir, tomar decisiones y ser responsable con los afectos de otros, pero sobre todo, con los suyos.
El día que me separé, enloquecí porque creía que empezaba a ser libre por primera vez; ahora lo sé, la libertad es mucho más compleja e implica cosas para las que casi nunca nos preparan entre ellas la soledad, la autosuficiencia, el silencio, las noches frías, la fortaleza y sí, la felicidad. Ahora estoy convencida de que siendo libres es la única forma posible para amar y ser empáticos, verdaderamente empáticos con las y los otros. Libertad no es “hago lo que quiero cuando quiero” no, así no y si es así, siempre hay que asumir lo que nos toca de responsabilidad.
El día que me separé, enloquecí y vi a Diana no sentirse libre ni dueña de sí misma, la vi pintando un cuarto mientras escuchaba música de la infancia con letras de desamor que entonces no entendía, las cuales le heredó su hermana, No sería a ti, no sería a ti, esta vez ya no sería a ti, inolvidable rola dosmilera, resonaba y golpeaba los muros que Diana pintaba, mientras se sentía aliviada de por primera vez tomar una decisión en su vida.
El día que me separé, Diana enloqueció, y la vi pintar muros de color azul mientras lloraba y entre sollozo y sollozo, comenzaba a pensar que quería ser libre.
Diana Cruz filósofa, teatrera, mamá y amiga. La vida se le va entre drama, entelequia y canciones de cuna por las madrugadas.