La voz de octubre

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Esperanza Fernando Manosalvas Estudiante de Sociología

A

manecí el 3 de octubre sabiendo que habría movilizaciones en las calles de Quito. Los días anteriores en clase y en los medios se escuchaba sobre nuevas reformas económicas y laborales que el Gobierno quería imponer. “Si sube la gasolina, sube todo”, escuchaba decir preocupadxs a la gente de mi barrio. Mi día comenzó viendo los posts en redes sociales de mis compañerxs que iban a movilizarse. El día anterior habíamos quedado con mis amigos de la Facultad en vernos antes de la marcha, para ir en grupo, como solemos hacer. Llamé a mi novio y le dije que saldríamos a las 12. Él me decía que salgamos más tempano porque “dicen que va a estar denso”. En verdad, y tengo que admitirlo, no dimensioné la magnitud de lo que vendría. Sabía que el momento político era muy tenso, lo suficiente como para generar una reacción del pueblo. Pero, en mi cabeza, la posibilidad de que haya un paro como los que me contaban compañeros viejos (de días y días, de toma de iglesias y de presidentes botados) no parecía plausible. Por años de desestructuración de la protesta, las organizaciones “ya no se movían”.


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