Evaluación de impactos ecológicos en áreas afectadas por quemas e incendios
1. INTRODUCCIÓN Actualmente los incendios son considerados como una de las principales presiones y amenazas para la conservación de la naturaleza (Gonzales et al. 2005). Desde una perspectiva antrópica y ecosistémica el fuego es categorizado como un elemento de disturbio o perturbación, cuyos efectos sobre la naturaleza pueden resultar negativos (severos y destructivos), neutros (discretos o difusos) y/o positivos, dependiendo del ecosistema donde ocurra (The Nature Conservancy 2004, Gonzales et al. 2005, Myers 2006, Quiroga 2015). De acuerdo con The Nature Conservancy (2004), “Los incendios son tan antiguos como la Tierra misma. Durante millones de años, el fuego ha sido, y continúa siendo, una fuerza evolutiva mayor que define el tipo de vida en la Tierra”. Bajo este principio, históricamente el fuego es un fenómeno de perturbación que viene ejerciendo sus efectos sobre los ecosistemas terrestres (Myers 2006, Bowman et al. 2009), moldeando de forma gradual o abrupta los atributos del paisaje, los ecosistemas y su respectiva biodiversidad (The Nature Conservancy 2004, Myers 2006, Lehmann et al. 2014). En ciertas regiones estos atributos han evolucionado, desarrollando una relación de interdependencia positiva ante los incendios, consiguiendo soportar y aprovechar sus efectos como parte de su ecología (ecosistemas dependientes del fuego); pero en otras regiones (ecosistemas sensibles al fuego), el efecto de los incendios es completamente negativo, representando un evento de perturbación catastrófico (Swan et al. 2015, Ferreira et al. 2019). Con la utilización del fuego como una herramienta para el desarrollo de la humanidad, la ocurrencia de incendios se incrementó espacial y temporalmente en todo el mundo, alterando los regímenes naturales del fuego. Como consecuencia, en ciertas regiones el efecto de los incendios ha superado la capacidad de resistencia de los ecosistemas y su biodiversidad; modificando de manera irreversible los procesos ecológicos responsables por la generación de los servicios ambientales y alterando la estructura del paisaje (Montes & Sala 2007, Parra-Lara & Bernal-Toro 2010, Munguia-Vega et al. 2013, Simms et al. 2019). Así también, como consecuencia de los daños ambientales, los incendios han llegado a ocasionar grandes pérdidas económicas e impactar negativamente sobre la salud humana (FAN 2014). En el ámbito de la producción agropecuaria, el fuego se constituye en una de sus principales herramientas de trabajo, tanto para la habilitación de los suelos, como para su posterior mantenimiento (Simula 2009, FAN 2014). Con la constante colonización de áreas destinadas para la producción agropecuaria, el número de incendios forestales se ha incrementado, pues, según Simula (2009) este fenómeno se origina principalmente dentro y en cercanías de áreas antrópicas. Por tanto, podemos asumir que los cambios e incremento de la ocurrencia espacial y temporal de los incendios está estrechamente relacionado con las actividades humanas y al uso inadecuado del fuego en las prácticas agropecuarias (FAN 2014). Si bien en la actualidad existe un amplio conocimiento respecto al efecto del fuego sobre los ecosistemas y su biodiversidad, éste está basado principalmente en estudios realizados en regiones templadas, subtropicales y del continente africano; por lo que la comprensión de la respuesta de los ecosistemas y su biocenosis ante este factor de perturbación aún es deficiente en el neotrópico (Parra-Lara & Bernal-Toro 2010, Pausas & Parr 2018). Estudios referentes a la evaluación del efecto del fuego sobre el paisaje, los ecosistemas y su biodiversidad son considerados claves y relevantes para determinar su capacidad de respuesta y/o grado de dependencia o sensibilidad, pues, ecosistemas resistentes y/o adaptados al fuego (ecosistemas dependientes del fuego) mantendrán una relativa estabilidad de sus atributos después de la ocurrencia del disturbio, conservando eficientemente su biodiversidad y funciones ambientales (The Nature Conservancy 2004, Myers 2006, Santos & Cheylan 2013). Por el contrario, en aquellos ecosistemas que no están adaptados para resistir el efecto de los incendios (capacidad de respuesta
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