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Joaquín Garralda, profesor, IE University; y presidente, Spainsif

reglas no van a permanecer inmutables por un período largo, sino que estarán sometidas a su revisión y ampliación con cierta periodicidad. ¿Qué pasaba antes? ¿Por qué en tan corto espacio de tiempo se han producido unos cambios que para muchos actores se consideran disruptivos?

Una razón lógica es que existían unas fuertes barreras de las empresas directamente involucradas que, mediante su influencia ante el regulador, evitaban que se produjeran los cambios necesarios para tener en cuenta las externalidades negativas de algunos sectores. Sin embargo, los retos y amenazas relativas a la sostenibilidad cada vez eran más evidentes. Cuando los informes científicos demostraron, sin lugar a duda, los impactos que tendría el aumento de los gases de efecto invernadero en el clima y, por ende, en las condiciones humanas y del planeta, la presión social ha crecido acentuadamente y el regulador ha reaccionado.

EVOLUCIÓN DE LA INVERSIÓN SOSTENIBLE

Haciendo un resumen sencillo de la evolución de la Inversión Socialmente Responsable (ISR), se podría situar su despegue en el año 2000, con el lanzamiento de dos índices muy relevantes, el DJSI y el FTSE4Good, que utilizan a las agencias de información muy especializadas EIRIS y SAM. También en este año empieza el despegue del estándar GRI, que sería el más utilizado para los informes de RSC de las empresas ante la inexistencia de otra alternativa.

La evolución de la ISR fue lenta, añadiendo a sus estrategias iniciales de exclusión y best in class, otras estrategias que reflejaban la preocupación social en aumento por conocer el destino de los ahorros. En esta línea, podemos considerar las estrategias de los fondos temáticos, de los fondos basados en el cumplimiento de las normas internacionales, y de las inversiones de impacto.

La iniciativa UN PRI (Principles for Responsible Investment), año 2005, daría un mayor impulso a los asset owner y asset managers signatarios para que publicaran su estrategia de selección de inversiones en función de los temas ASG (Ambientales, Sociales y Gobernanza) y que actuasen de forma más activa con las empresas en las que invirtieran.

El año 2015 supone una aceleración importante en la evolución de esta tendencia. La ISR, inversión ya entonces más denominada como Sostenible y Responsable, en vez de Socialmente Responsable, pasa a tener una mayor visibilidad en el entorno financiero. La Agenda 2030 de Naciones Unidas, el Acuerdo de París como resultado de la COP 21 y, en menor medida política pero no para el sector, el discurso de Mark Carney, Gobernador entonces del Banco de Inglaterra, en una reunión de las empresas aseguradoras con un mensaje apocalíptico para el sector en el que les aseveraba que muchos de sus activos (invertidos en empresas del sector

de petróleo y gas) iban a permanecer varados (stranded) en el futuro y, por tanto, tendría una repercusión clara en sus balances y en los fondos necesarios para hacer frente a sus obligaciones.

A partir de entonces, para los analistas financieros, los temas ASG pasan a tenerse en cuenta como factores de riesgo que hay que incluir en las valoraciones de las empresas y las respuestas del mercado, en términos de rentabilidad, dan la razón a quienes mantienen que las finanzas sostenibles, entonces ISR, en el medio y largo plazo son la única forma de maximizar los retornos para el inversor (todo inversor, sin distingos), baste como confirmación la evidencia aportada por los índices de sostenibilidad en comparación con los generales (Ejemplo: DJ Sustainability y FTSE4GOOD frente a sus homólogos). En esos mismos años, los suministradores de información ASG tradicionales son comprados por las grandes agencias americanas de información financiera, para ofrecer un servicio complementario que algunos clientes ya les demandaban.

La Comisión Europea publica en el año 2018 su Plan de Acción para una economía más ecológica y más limpia, en el que se atribuye al sistema financiero un papel clave para respaldar la agenda de la UE relativa al clima y al desarrollo sostenible. Los tres pilares de este Plan son: la Taxonomía, la ampliación de la visión a más largo plazo y la transparencia mediante unas normas más normalizadas de difusión de la información ASG.

Con esas medidas se trata de reorientar los flujos de capital hacia una economía más sostenible, integrar la sostenibilidad en la gestión de los riesgos y fomentar la transparencia y el largo plazo, generando confianza sobre las actuaciones de las empresas y así evitar la amenaza que supone el greenwashing, entendido como un rechazo a la credibilidad de las acciones de adaptación de las empresas ante los retos palpables del clima y de la inclusión social.

La manera de lograr el objetivo de canalizar los fondos hacia la transición ecológica y social es asegurar la transparencia en toda la cadena de valor del sistema financiero. Ello supone varios cambios para los distintos actores, que se materializan en directivas y regulaciones. Para los gestores, la obligación de informar de sus productos financieros de inversión de acuerdo con unas reglas (SFDR); y para los bancos y asesores, la obligación de preguntar a los clientes no financieros (test de idoneidad) sobre sus preferencias de sostenibilidad. Pregunta compleja de responder y explicar, ya que debe hacerse en términos de: porcentaje de alineamiento con respecto a la taxonomía; porcentaje de la inversión sostenible; y valoración de los principales impactos adversos de las empresas en que invierten.

La regulación del SFDR fuerza a las gestoras a que utilicen una determinada nomenclatura (Artículo 6, 8 y 9) que a finales de 2021 todavía no estaba muy clara (verde claro y verde oscuro en términos más coloquiales), pero que se hacía dueña de la inclusión de la palabra

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