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meramente contemplativo que se dedica a la producción de sistemas teóricos del conocimiento, sino que el hombre es un individuo imaginativo, creador, efectivo, una ficción vivida213, que cuestiona e interroga su existencia, que practica una manera de vivir, un estilo de vida que le proporcione bienestar. El hombre es social y todo lo que se deriva de él se explaya en lo social. Así, el hombre es imaginación (potencia creadora) pero también es imaginario (potencia creadora práctica que cambia lo instituido con hechos). Dicho de otro modo, el hombre es “psyche, alma, psique profunda, inconsciente; y el hombre es sociedad, es en y por la sociedad, su institución y las significaciones imaginarias sociales que hacen apta la psique para la vida…el hombre es un ser psíquico y un ser histórico-social. Y es en esos dos niveles donde encontramos la capacidad de creación, que denominé imaginación e imaginario”.214
El hombre es un ser de imaginación, pero para que esta capacidad se desarrolle a su máxima expresión requiere del plano social. En otras palabras, las imágenes aparecen, se presentan en el ámbito social. Es en lo social que las imágenes indeterminadas o sin nombre adquieren sentido. Es la relación con el otro lo que permite nombrarla, simbolizarla, darle un significado. Por consiguiente, la combinación de la imaginación con lo imaginario se hace necesaria para la autocreación del ser de la singularidad del individuo. ¿Cómo se da ésta vinculación?: “Hay imaginación radical de la psique, es decir un surgimiento perpetuo de un flujo de representaciones, de afectos y de deseos indisociables, y si no comprendemos esto no comprendemos nada del hombre. Pero no es la psique, en el sentido que aquí le doy a este término, la que puede crear instituciones; no es el inconsciente el que crea la ley o incluso la idea de la ley,
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“…contrariamente al viejo lugar común, lo que hace del hombre un hombre no es que sea razonable o racional -cosa que, evidentemente, es una aberración-. No hay ser más loco que el hombre, ya sea que se lo considere en los lugares más recónditos de su psiquismo, o en sus actividades diurnas…no es a partir de la <<racionalidad>>, de la <<lógica>> -las que caracterizan en general a todo lo viviente, en tanto lógica operante- como podemos caracterizar al hombre. La capacidad de creación nos hace ver precisamente por qué la esencia del hombre no podría ser la lógica ni la racionalidad…ni la lógica ni la racionalidad nos permitirán nunca imaginar un nuevo axioma. La matemática, la forma más elevada de nuestra lógica, no puede ser continuamente reformulada si no se imagina, si no se inventa…” Ibíd., pp. 138 y 139. 214 Ibíd., p. 139.