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asumir la mortalidad y con ello la responsabilidad individual de aceptar que el desarrollo de nuestra potencialidad se realiza en la sociedad junto con los otros. Las interrogantes permanentes que fluyen en un espacio democrático creado por todos y cada uno de los individuos, se centran en ¿Qué quiero hacer como individuo con mi existencia? ¿Cómo contribuyo al crecimiento de la sociedad en la que me toca desarrollarme? ¿Qué sentido le brindo a la colectividad y a mí mismo como humano en el tiempo que me corresponde existir?, entre otras. Este cuestionamiento motiva a la alteración, modificación, replanteamiento de las significaciones instituidas y la creación de nuevas. “Del lado del creador, sin duda, se puede hablar de una sensación intensa de libertad y de una ebriedad lúcida que la acompaña. Ebriedad de la exploración de nuevas formas, de la libertad de crearlas. Estas formas nuevas, de aquí en más, son buscadas explícitamente en sí mismas…esta libertad queda ligada a un objeto; es búsqueda e instauración de un sentido en la forma, o mejor dicho, búsqueda explícita de una forma que puede traer consigo un sentido nuevo…”495.
A partir de esta referencia histórica, entonces ¿qué es la democracia actualmente? ¿Qué aspectos la componen? En Grecia, los ciudadanos libres creaban su propia ley; ahora los ciudadanos se someten a la ley que impone el Estado. Esta ley se manifiesta ajena a la realidad, retenida en un conjunto de formalismos procedimentales. Desde mi punto de vista el fracaso del modelo “democrático” comienza cuando la institución instituida se impone o por la fuerza o bajo la máscara de la legitimidad y la legalidad. La democracia se ve reducida, entonces, a un conjunto de procesos y modos que no contemplan los propósitos de la vida colectiva. Se desvirtúa el espacio público atinente a la colectividad convirtiéndolo en un ámbito privado, donde las decisiones son tomadas, únicamente, por los gobernantes en un despacho a puerta cerrada, en un restaurant, dentro de un carro o en los pasillos del ente público. Así las cosas, el 495
Ibíd., p. 246.