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Clave para la productividad en México, ¿qué falta?
ADMINISTRACIÓN
Ariosto Manrique Moreno
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Estado actual del Ecosistema Emprendedor en América Latina
Vale la pena comenzar señalando que el emprendimiento no es un proceso ajeno a México y la región de América Latina, aunque en cada país se fue desarrollando a partir de sus propias condiciones y características y procurando alinearlo a una visión y estrategia, todo ello para ofrecer un espacio que facilite “la consolidación de un ecosistema, donde se puedan identificar y desarrollar alternativas empresariales” (Tuta y Ordoñez, 2016, p. 33). Además, en México y toda la región, los programas de apoyo a emprendedores son muy diversos, tanto los de origen público como los privados. De tal suerte que en la región, aunque sí hay emprendimiento, si se revisan con detenimiento y precisión las condiciones de cada país, el resultado es encontrar muchas disparidades.
En un artículo publicado en 2008, Acs y Amorós se refirieron al emprendimiento y las dinámicas de la competitividad en América Latina. En él estudiaron la relación entre las dinámicas emprendedoras y el nivel de competitividad que existe en los países de América Latina. Por otro lado, citando a Porter (1990) y a Porter et. al (2000) describen la competitividad en torno al desarrollo económico de un país y lo hacen distinguiendo esto en tres niveles: la etapa impulsada por factores, la etapa impulsada por la eficiencia y la etapa impulsada por la innovación (Acs y Amorós, 2008, p. 309).
Asimismo, ubican que han habido dos modelos de economía, uno de sustitución de importaciones y el otro de promoción de exportaciones. Acs y Amorós (2008), también argumentaron que el primer modelo obstaculizó el desarrollo porque requería un gran aparato burocrático administrativo, mientras que el segundo (para el caso de América Latina) tuvo el defecto de únicamente enfocarse en generar zonas de procesamiento de exportaciones. De modo que los países latinoamericanos deben enfocarse en transitar a la etapa impulsada por la innovación y convertirse en una “(...) economía basada en el conocimiento” (Acs y Amorós, 2008, p. 309). Precisamente, estos dos modelos se aplicaron a partir de la segunda mitad del siglo XX, y si bien produjeron cierta estabilidad en la región, también es cierto que fueron insuficientes y al término de cierto tiempo se transformaron en un obstáculo.
Ahora bien, para entender mejor la productividad de México y el emprendimiento como eje clave para lograrlo, es importante reflexionar acerca del proceso de creación de una empresa, el cual por principio es el resultado de un emprendimiento, sin importar el tamaño de la misma. En primera
instancia hay que subrayar que mientras que en América Latina el promedio de tiempo va de 4 a 5 años entre decidir la creación de la empresa y luego su creación real, y en contraste en el este de Asia ese mismo proceso toma entre 2 y 3 años, según lo afirma Hidalgo Proaño (2015, p. 2). Por si fuera poco, se señala que un elemento llamativo acerca del emprendimiento en ALC consiste en que “(...) las empresas nuevas no crecen tanto como en otras regiones, por lo que suelen quedarse pequeñas” (Lederman, Messina, Pienknagura y Rigolini, 2014, p. 6), lo cual es un elemento que llama la atención y conduce a algunas interrogantes respecto de las condiciones del emprendimiento en ALC y su impacto en el surgimiento y tamaño de las empresas. Evidentemente, esto pone a la región latinoamericana en desventaja frente a otras en el mundo.
Esto significó que “(...) los emprendedores en México y Latinoamérica no han contado con este entorno habilitador, sí han debido lidiar con diferentes obstáculos como la carga excesiva de regulaciones, la inseguridad o la falta de acceso a tecnologías de la información” (Martínez Estrada y Goma, s/f, 7). De manera que valdría la pena entonces reflexionar acerca de la cultura emprendedora en la región de América Latina y en México, particularmente en lo relativo a las facilidades que otorgan los gobiernos, a nivel nacional y local, así también a las vocaciones económicas de cada país y sus regiones. Al respecto, Sarabia Huerta y Delhumeau Rivera (2019), señalaron que en varias regiones en ALC hay diversos obstáculos como los procedimientos gubernamentales, corrupción, opacidad, así como una deficiente implementación de modelos económicos provenientes de otros países. Además de ello, también hay que agregar que la presencia de corporaciones multinacionales en ALC ha tenido efectos tanto positivos como negativos. Por ejemplo, es de considerar aspectos como “(...) las transferencias de tecnología, la difusión de conocimientos y el establecimiento de vínculos con las empresas de la región (...)” (Lederman, Messina, Pienknagura y Rigolini, 2014, p. 15). Ahora bien, hay otros aspectos que no permitieron el desarrollo del potencial de la región, pues las filiales de las citadas corporaciones multinacionales no invirtieron lo necesario en innovación, lo cual condujo a pensar en su relevancia como elemento indispensable para el surgimiento y desarrollo de Ecosistemas Emprendedores. México bien podría tomar como ejemplo la experiencia internacional acerca de los resultados del fomento de la cultura del emprendimiento que, como sostiene Hi-
El reporte internacional dalgo Proaño (2015), hay países que han logrado salir adelante mediante estas acciones. Adetambién destacó más, es importante destacar que que existe una “Implementar una economía incertidumbre que, basada en el emprendimiento e innovación puede ayudar a las sin lugar a dudas, economías emergentes (como está impactando a México) a alcanzar sus objetilos emprendedores y ello provoca vos de crecimiento y bienestar en base a indicadores económicos” (Martínez Estrada y Goma, una desatención s/f, 7). en el espíritu empresarial de alto Por último, Sarabia Huerta y Delhumeau Rivera (2019), impacto. afirmaron que para el caso de América Latina, cuando se le puso en contraste con otras regiones, presentó una alta tendencia al emprendimiento, pero que obtuvo resultados bajos en cuanto a la innovación así como a la cantidad de emprendimientos de base orientada a la tecnología; “y ninguna empresa figura dentro de las mayores empresas globales de tecnología, y las exportaciones de bienes y servicios digitales de la región son aún bajas” (p. 4). En esta misma tendencia, consideraron Reyes Álvarez y Valls-Pasola (2020), que para identificar las oportunidades hay que entender que podemos diferenciar los Ecosistemas Emprendedores por dos elementos: por cómo evoluciona su trayectoria y por su contexto. Destacan al respecto que es más evidente entre ecosistemas de países no desarrollados
y los desarrollados. Además, ponen en discusión el elemento de la innovación, el cual puede estar limitado en México y América Latina:
Una barrera importante para el surgimiento de una innovación es, por definición, el mercado. Esto está relacionado con la difusión de las innovaciones, su aceptación. En el caso de los países en desarrollo, como en México, esta limitación aumenta, ya que no se pueden acelerar los procesos de difusión de tecnología. Por lo tanto, una buena política de innovación orientada a la demanda sería fundamental para el caso de los países en desarrollo. (Reyes Álvarez y Valls-Pasola, 2020, p. 7)
Un poco más enfocados en México
A partir del año 2018, México dio un giro en cuanto a su política económica al elegir al primer presidente de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, a través de un movimiento político llamado “La Cuarta Transformación” con objetivos muy particulares de políticas sociales y económicas orientadas hacia la población más marginada. Uno de los cambios más dramáticos fue la desaparición del Instituto Nacional del Emprendedor creado en el sexenio anterior y que, a su vez, tenía como antecedente cambios en otros sexenios todos enfocados principalmente en apoyar la creación de pequeñas y medianas empresas.
De manera que, a partir del 17 de octubre de 2019, el Instituto Nacional del Emprendedor fue transferido a la Unidad de Desarrollo Productivo de la Secretaría de Economía. Dicha Unidad tiene como objetivo “reactivar la economía mexicana, hacerla más incluyente, diversa e innovadora a través de estímulos a sectores económicos estratégicos para los mercados interno y externo”. Cuenta con dos programas: el Fondo Nacional Emprendedor y el Programa Nacional para el Financiamiento al Microempresario.
Las reacciones del “ecosistema” fueron inmediatas teniendo como consecuencia la desprotección del Estado hacia la práctica del emprendimiento, especialmente la de alto impacto. Así lo afirmó Gustavo Huerta, CEO y fundador de la firma de corporate venturing BlueBox, cuando comenta que:
En cualquier país en vías de desarrollo es poco probable que los ecosistemas se mantengan por sí solos. Incluso en economías desarrolladas, la participación del gobierno es una de las hélices para que el emprendimiento funcione junto con la aca-
demia y las empresas. De ahí la necesidad de tener en México una nueva figura como el Inadem.” (Velázquez, 2019).
Derivado de esta cancelación, se reorientaron algunos esfuerzos dando como resultado programas como los “Microcréditos para el bienestar” y algunos otros de muy bajo impacto. Será muy interesante evaluar y contrastar los resultados que arrojan ambas perspectivas y su impacto en el éxito de Ecosistemas Emprendedores en México.
La actividad económica de México es muy grande, así lo reveló una parte del reporte Global Entrepreneurship Monitor 2019-2020 con el registro de casi 9 millones de personas que trabajan por cuenta propia o en microempresas y de las cuales el 60% requieren de algún tipo de apoyo económico o financiamiento (Bosma, Hill, Ionescu-Somers, Kelley, Levi, y Tarnawa, 2020), lo cual significa un área de oportunidad para que programas públicos y privados puedan diseñar estrategias de respaldo y soporte para el EE del país. El reporte internacional también destacó que existe una incertidumbre que, sin lugar a dudas, está impactando a los emprendedores y ello provoca una desatención en el espíritu empresarial de alto impacto. Los expertos sobre EE mexicano concluyen que hay dos áreas muy importantes por atender: el primero relacionado con Investigación y Desarrollo, y el segundo, enfocado a la burocracia y carga tributaria.
Para finalizar, respecto de la forma en que se miden los Ecosistemas, López y Villareal Peralta (2017) identificaron algunas que destacan: las que hace el Tec de Monterrey como el el Índice Nacional de Innovación del Venture Institute o el Índice Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación y la que propone el Observatorio Nacional del Emprendedor. Sin duda faltan mecanismos de medición.
Reflexiones finales
No se puede entender a un país productivo sin la presencia activa y dinámica del emprendedor y la empresa. La evidencia es suficiente pero también las áreas de oportunidad lo son. Comentarios como los de este artículo confirman la necesidad de contar un actor gestionador o articulador de los esfuerzos de emprendimiento con características muy particulares en su autoridad, liderazgo, gestión y nivel de involucramiento. La idiosincracia del mexicano, y las experiencias previas en el liderazgo de ecosistemas de emprendimiento, son suficientes como para ir conversando en la necesidad de reactivar esfuerzos similares a los del otrora INADEM, bajo la tutela del Estado pero compartida y protegida por la sociedad civil en la persona del sector privado y fortalecida por el sector académico.
¿Se podrá avanzar en una iniciativa así mientras Morena siga teniendo el control del Congreso y la mayoría de las Entidades Federativas? ¿Podría flexibilizarse la política “socialista” del nuevo régimen, como lo hicieron Chile o España en su momento, dando un rol (y presupuesto) preponderante al Emprendimiento como parte fundamental de la política de desarrollo económico y social?
Referencias Acs, Z.J., Amorós, J.E. (2008). Entrepreneurship and competitiveness dynamics in
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