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Mary Bermúdez Gómez y Diego Antonio Pineda R

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APRENDIZAJE ADAPTATIVO DE LOS ESTUDIANTES

Mary Bermúdez Gómez y Diego Antonio Pineda R.*

En el presente documento se recogen las reflexiones de cuatro grupos de reflexión que se reunieron el jueves 15 en horas de la tarde y el viernes 16 en horas de la mañana1 . Puesto que se trata de hacer un ejercicio de síntesis, no se diferenciarán los aportes de los distintos grupos,

* Relatoría de las mesas de trabajo, presentada en la sesión posterior a la

XII Jornada de Reflexión Universitaria,

Bogotá, 26 de noviembre de 2019. 1 Dichos grupos fueron coordinados por el P. Luis Felipe Gómez, S.J., Rector de la Seccional de Cali, y los profesores

Ingrid Schuler, Vicerrectora Académica de la Seccional de Cali, Marisol Cano,

Decana de la Facultad de Comunicación y Lenguaje, y Germán Mejía, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales.

Participaron de la discusión más de 20 personas por grupo, entre las que había estudiantes, profesores de distintas facultades, además de algunos directivos y egresados de la Universidad. sino que se organizarán a partir de los temas principales que fueron objeto de discusión.

La reflexión de los grupos giró en torno a tres asuntos fundamentales: el concepto de “aprendizaje adaptativo”, algunas consideraciones en torno al sujeto de dicho aprendizaje y algunos aportes específicos sobre cómo modificar nuestras prácticas de aprendizaje. Por esta razón, el presente documento se estructurará siguiendo esos tres apartados básicos.

1. En torno a la noción de

“aprendizaje adaptativo”

El esfuerzo primero de los grupos fue el de precisar el sentido de la expresión “aprendizaje adaptativo de los estudiantes”. En diversos grupos se tendió inicialmente a identificar la expresión “aprendiza-

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je adaptativo” con el manejo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, de tal manera que la adaptación consistiría exclusivamente en la capacidad de los estudiantes para, haciendo uso de la información disponible en el entorno, seleccionar, explorar y reconocer aquellos aspectos de este que le resultasen relevantes y significativos.

Tal comprensión del aprendizaje adaptativo fue muy pronto superada, en la medida en que se puso el énfasis en el sujeto que aprende en relación con un entorno que es mucho más amplio que las herramientas tecnológicas que sirven de mediación. Sin dejar de reconocer la importancia que tienen estas nuevas tecnologías para ampliar, potenciar y proyectar el aprendizaje más allá de los espacios educativos tradicionales, se consideró que el aprendizaje adaptativo no se limita al uso de las herramientas tecnológicas, sino que debe considerar los ambientes educativos como ambientes dinámicos en donde entran en interacción múltiples factores físicos, sociales y culturales que deben entenderse como partes esenciales de un mismo proceso de aprendizaje.

Con respecto a la noción en discusión, se plantearon al menos tres interrogantes fundamentales: en qué sentido entender aquí la adaptación, por qué poner el énfasis exclusivo en el aprendizaje y, sobre todo, por qué hablar únicamente del aprendizaje de los estudiantes y no del de otros estamentos universitarios, e incluso del aprendizaje de la universidad considerada como un todo.

A propósito del sentido de la “adaptación” se subrayó por parte de los participantes que esta es una noción que plantea al menos tres posibles dificultades: (1) que sea comprendida como algo meramente pasivo, como si adaptarse fuera aceptar unas condiciones dadas en el entorno, sin tener ningún tipo de interacción con dicho entorno; (2) que, en consonancia con lo anterior, la adaptación se entienda solo como la reproducción de un status quo dado y, por tanto, como un ejercicio que no conduce a ninguna transformación; y (3) que se piense en la adaptación como un ejercicio puramente individual, en donde cada persona se adapta al entorno de aprendizaje en que se mueve por su propia cuenta, pero en donde no se propician las interacciones con las demás personas.

En respuesta a estas objeciones, se propuso no concebir la adaptación como la mera asimilación de los materiales del entorno (al modo como un ser vivo asimila las sustancias presentes en su medio ambiente), ni la simple acomodación del sujeto a las costumbres y reglas del entorno, sino como la interacción dinámica de los individuos con los entornos físicos y sociales de que forman parte. Desde esta perspectiva, el aprendizaje adaptativo no es solamente la asimilación de un saber dado (por el profesor, la institución o las diversas mediaciones tecnológicas y sociales a las que hoy recurrimos), sino también, y sobre todo, el ejercicio que realiza el propio aprendiz por darle a lo que ha asimilado reflexivamente y por sí mismo una forma propia, de tal manera que pueda re-crearlo

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aplicándolo en nuevos contextos, ofreciendo nuevas interpretaciones del contenido elaborado y resignificándolo en entornos culturales diversos y plurales.

La adaptación no debe concebirse, desde luego, como un objetivo de la educación (es decir, como algo que deba ser buscado a través de los currículos y metodologías empleados), sino como el resultado que se debe esperar de un proceso educativo bien llevado. No se trata de adaptar a nadie a un entorno que le puede resultar ajeno, sino de cultivar aquellos procesos cognoscitivos y sociales que lleven a un aprendizaje que nos permite adaptarnos mejor, es decir, desarrollar una interacción más inteligente y creativa con aquellos entornos físicos y sociales con que entramos en contacto.

De acuerdo con lo anterior, un auténtico aprendizaje adaptativo debería tener al menos las siguientes características:

1. Debe promover la autonomía, dado que cada uno aprende no solamente de la aprehensión de un determinado tipo de contenidos (los propios de su ciencia), sino sobre todo de un ejercicio de síntesis propia que ha de ser reflexivo y sensible a los contextos particulares en que se desarrolla el aprendiz. 2. Debe basarse en la cooperación, más que en la competencia entre los que aprenden. En un auténtico aprendizaje adaptativo no se aprende para superar o dominar a otros, sino para desarrollar

proyectos con otros y aprender en el ejercicio mismo de cooperar con otros. La ciencia, el emprendimiento y el humanismo solo se pueden entender como empresas cooperativas en donde aprendemos de otros y con otros. 3. Se funda en la interacción permanente entre los sujetos que aprenden, interacción que se extiende siempre más allá del círculo inmediato de la relación profesoralumno-programa-ambiente de aprendizaje. En tal sentido, un aprendizaje adaptativo está siempre abierto a las interacciones que se hacen posibles por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, el desarrollo de nuevos saberes y una interrelación cada vez más estrecha entre los saberes ya existentes, el intercambio cultural cada vez mayor (relaciones cada vez más amplias entre naciones, etnias, culturas, religiones, etc.) y el surgimiento de nuevas formas de subjetividad y comprensión de la vida propias del mundo contemporáneo. Un auténtico aprendizaje adaptativo es, entonces, interactivo porque es también internacional, intercultural, interdisciplinario, interreligioso, etc. 4. Un aprendizaje adaptativo debe ser, dado lo anterior, de carácter transformador; y, en cuanto tal, debe tener una perspectiva de futuro. Dicha “perspectiva de futuro” debe ser abierta, pues hemos de ser conscientes de que el futuro es impredecible, pero que lo anticipamos con nuestras acciones del presente. No se trata de que “nos preparemos” para un

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futuro que es cada vez más incierto, sino de que transformemos el presente de tal manera que el futuro, que está llegando a cada instante, no nos sorprenda y no nos encuentre sin capacidad de respuesta. El aprendizaje adaptativo debe entenderse como un ejercicio de invención del futuro. 5. Por su carácter transformador, el aprendizaje adaptativo se apoya en la comprensión de circunstancias de personas, tiempos, modos y lugares. No se trata de que sea un aprendizaje meramente de circunstancias, sino de que promueve un hábito de aprendizaje basado en la mejor lectura e interpretación posible de las posibilidades que ofrecen los contextos particulares en que se dan nuestros aprendizajes.

La sensibilidad a los contextos particulares, a las características específicas de personas y culturas en lugares y tiempos dados, es también un rasgo definitorio de un auténtico aprendizaje adaptativo.

Establecidas algunas de las características fundamentales del aprendizaje adaptativo, los grupos elaboraron también algunas reflexiones en torno al sujeto propio de dicho aprendizaje que se recogen a continuación.

2. Consideraciones sobre el sujeto del aprendizaje adaptativo

La formulación del tema como “aprendizaje adaptativo de los estudiantes” generó, además de los interrogantes ya señalados en torno a la noción de adaptación, preguntas en torno a por qué enfatizar el aprendizaje en desmedro de la enseñanza, y de por qué, y de qué sentido tiene, el reducir dicho aprendizaje adaptativo a los estudiantes, dejando de lado los profesores y otros miembros de la comunidad educativa javeriana, e incluso a la Universidad misma entendida como una organización en capacidad de aprender adaptándose a las nuevas exigencias del entorno local, regional, nacional y mundial. Es un hecho que hoy en día se suele enfatizar el aprendizaje sobre la enseñanza. Por muchos siglos, el problema pedagógico fundamental fue el de cómo los profesores debían enseñar la ciencia y la virtud a sus alumnos; hoy enfatizamos sobre todo la comprensión del proceso psicológico por medio del cual un estudiante se apropia del conocimiento y desarrolla una conducta moral reflexiva. Todos reconocemos la importancia de dicho énfasis, pero no deberíamos dejar de lado por ello el otro aspecto del problema: el de la enseñanza. Creemos que la Javeriana nunca lo ha hecho, pues precisamente cree que el proceso educativo debe comprender tanto la comunicación adecuada de las verdades científicas, los progresos tecnológicos y el pensamiento social y humanístico como la apropiación reflexiva de dichos contenidos y el ejercicio de permanente revisión de nuestros procesos de aprendizaje. La tríada aprendizaje-enseñanzaevaluación debe ser el punto de referencia de toda reflexión pedagógica. Dentro de esta tríada, hacemos hoy un particular énfasis en el

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aprendizaje, no porque sea más importante que los otros dos elementos, sino porque es el punto de referencia desde el cual solemos valorar los otros dos: la enseñanza tiene como finalidad propiciar un mejor aprendizaje, mientras que la evaluación es aquel proceso que busca retroalimentarlo. No debemos olvidar, sin embargo, que la enseñanza no debe ser despreciada, no solo porque ha sido un factor constitutivo y central de la universidad como institución, sino porque también la interacción propia del proceso de enseñanza ha sido muchas veces un factor decisivo en la definición de múltiples problemas que pueden dar lugar a la investigación, la transferencia y la innovación en diversos campos. Una enseñanza adecuadamente desarrollada no tiene por qué entrar en conflicto ni con el aprendizaje adaptativo (en cierto sentido aprender puede ser concebido como el proceso por el cual uno se enseña a sí mismo), con sus características ya señaladas, ni con las otras dos funciones sustantivas de la universidad: la investigación y el servicio.

Surgió en varias ocasiones en la reflexión de los grupos la inquietud con respecto a por qué hablar del aprendizaje adaptativo de los estudiantes, dejando de lado otros aprendizajes; por ejemplo, el de los profesores y el de la propia universidad como organización. Antes de mostrar cómo se fueron resolviendo estas objeciones, es necesario subrayar qué se entendió en los grupos por aprendizaje adaptativo de los estudiantes.

Al utilizar este término surge de inmediato la pregunta por el objeto de dicha adaptación. ¿A qué se deben adaptar los estudiantes? ¿A la universidad? ¿A los programas? ¿A las metodologías usadas? ¿Al campus? ¿A la disciplina universitaria? Sin duda, hay distintos procesos de adaptación de los que participa el estudiante, y muchos de ellos no se pueden regular de forma clara; y tal vez no sea necesario hacerlo, pues muchos de estos procesos de adaptación se dan de forma bastante natural. Lo único importante es que la adaptación sea realmente activa, de tal forma que se dé un aprendizaje con las características ya señaladas. Preguntas semejantes cabrían en el caso de los profesores. ¿A qué deben adaptarse estos? ¿A los grupos con los que trabajan? ¿A las necesidades de los estudiantes? ¿A la pluralidad de intereses que tienen ellos mismos y sus alumnos?

Hubo un consenso en los diversos grupos en que el estudiante, como sujeto que aprende, debe ser el eje fundamental y que, por tanto, los otros factores del proceso educativo (profesores, programas, métodos, herramientas y ambientes de aprendizaje) deben estar al servicio de su mejor formación. Desde esta perspectiva, se puso de presente que el punto de partida de todo aprendizaje deben ser los intereses, necesidades, expectativas y motivaciones de ellos y que el proceso formativo debe hacerse de cara a satisfacer sus necesidades personales y laborales y a formarlos como ciudadanos capaces de transformar el entorno local, regional, nacional e internacional.

Este ideal de desarrollo no debe perder de vista, sin embargo, el hecho de que los estudiantes de

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hoy son seres en permanente transformación. En consonancia con ello, se destacaron, entre otros, los siguientes rasgos significativos de los actuales estudiantes javerianos: la diversidad de intereses, gustos y modos de vivir la vida (muchos de ellos tienen proyectos de vida muy distintos a los de generaciones anteriores); aunque hay casos de individualismo y aislamiento, la gran mayoría de ellos tienen un genuino interés por el desarrollo del país y aspiran a ayudar en su transformación a través del ejercicio de sus profesiones; se trata de personas que llegan con un conjunto de conocimientos previos a la universidad que hasta hace unos años no era común (dominio de lenguas extranjeras, destreza en el manejo de herramientas tecnológicas, intereses y habilidades artísticas diversas, etc.); un interés muy marcado por la aplicación práctica de lo aprendido y cierta dificultad para profundizar en los fundamentos de la ciencia y la reflexión teórica y moral sobre lo aprendido; un empoderamiento cada vez mayor de las mujeres en las diversas profesiones y disciplinas; y un interés cada vez más marcado por gestionar las propias emociones y por desarrollar un compromiso emocional con lo aprendido.

Todas estas características hacen que, desde luego, los procesos adaptativos de los estudiantes sean cada vez más complejos, e implican de parte de la universidad una actitud cada vez más abierta y pluralista, en donde, a la vez que se reconocen derechos iguales a todos, se respetan las diferencias entre ellos y se atiende a las necesidades específicas que tienen algunos de ellos (no se debe olvidar a este respecto la importancia que las políticas de inclusión tienen en la mejor adaptación de los estudiantes a su entorno educativo). Estos tres principios básicos (igualdad de derechos, respeto por las diferencias y atención a necesidades de poblaciones específicas) deben ser garantizados a los estudiantes si se pretende que su paso por la universidad sea significativo para sus vidas.

Es evidente que un factor central del aprendizaje adaptativo es el de la relación entre profesor y estudiante, que nuestro proyecto educativo considera como la relación pedagógica por excelencia. Esta adaptación mutua nos impone obligaciones fundamentales a todos los miembros de la comunidad javeriana, pues fortalecer esta relación implica, entre otras cosas, promover lugares de encuentro en donde puedan cruzarse las miradas de estudiantes y profesores, hacer estudios sobre la percepción que tenemos unos de otros, comprender mejor de parte de los profesores los hábitos de aprendizaje propios de los alumnos de esta época (que seguramente difieren de los nuestros) y ayudarles a los estudiantes de hoy a revalorizar la experiencia acumulada de sus maestros, así como su conocimiento y sabiduría.

Los profesores constituyen, en este sentido, un factor primordial en el aprendizaje adaptativo de los estudiantes, dado que este es necesariamente un aprendizaje mutuo y bilateral. Profesores y alumnos aprenden unos de otros en su inte-

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racción mutua. Por supuesto, esto implica, de parte de los profesores, una atención cuidadosa a los modos de aprender de sus estudiantes, un acercamiento a las herramientas tecnológicas que son tan afines a los jóvenes de hoy y, sobre todo, un esfuerzo continuo por reinventarse como maestros profundizando en su disciplina, mejorando sus métodos pedagógicos y apropiándose de las herramientas que faciliten su tarea de mediadores del aprendizaje de sus alumnos. Dadas las diferencias de edad, cultura y hábitos de aprendizaje entre unos y otros, la adaptación mutua solo será posible si se promueve un diálogo abierto entre profesores y estudiantes sobre el modo como aprenden y practican sus disciplinas y profesiones, un diálogo en que se compartan los respectivos intereses, motivaciones y expectativas de unos y otros.

De gran importancia en los procesos de aprendizaje es, sin embargo, trascender los límites de los espacios tradicionales de aprendizaje (el aula, el laboratorio, la plataforma virtual, etc.) y comprender el entorno físico, social, político y cultural en que nos movemos en un país como Colombia. La educación universitaria no puede ser ajena a las necesidades, retos y problemas del país, y especialmente a las necesidades de las regiones. No deberíamos olvidar que la misión de la universidad siempre nos ha insistido en la necesidad de no perder de vista que somos un país de regiones y que, si bien los centros urbanos concentran buena parte de nuestras actividades, tenemos un compromiso con el desarrollo de las regiones y una contribución que hacer a la consolidación de la paz en nuestros territorios.

No menos importante que lo anterior es comprender la universidad como una organización capaz de aprender de sus propios errores y de mejorar continuamente sus prácticas científicas, pedagógicas, administrativas y de formación de comunidad. Esto, desde luego, no puede desligarse de su esfuerzo permanente de construcción de identidad. Las buenas prácticas que cultive a todos los niveles, que implican un ejercicio de revisión y autocrítica permanentes, son las que pueden hacer de la Universidad Javeriana una organización que aprende por sí misma. Este es, sin duda, uno de los retos mayores que la universidad se ha planteado dentro de su planeación universitaria y, desde luego, hay una serie de buenas prácticas administrativas, ecológicas y de relaciones personales que han hecho de la Javeriana una institución que busca aprender de un modo inteligente.

Una de las conclusiones preliminares a las que se fue llegando a medida que avanzaba la discusión fue que el aprendizaje adaptativo es no solo una tarea de los estudiantes, sino de cada uno de los miembros de la comunidad educativa y de la universidad entendida como un todo. Se trata, pues, de un proceso de muy amplio significado que vincula todo tipo de recursos, tanto materiales como humanos.

Aunque –como ya se indició- en algún momento se pensó en el aprendizaje adaptativo más como

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una metodología para propiciar la interacción en el aula, o como un cierto tipo de interacción mediada tecnológicamente (para algunos la adaptación no sería otra cosa que la capacidad de hacer uso de la información que está en el entorno), se fue imponiendo poco a poco la idea de que el sujeto fundamental del aprendizaje adaptativo tienen que ser las personas, es decir, seres dotados de corporalidad y emociones, de capacidad de razonamiento teórico y práctico y de creación de nuevas formas de expresión de la subjetividad. Con base en ello se insistió especialmente en que, si bien la virtualidad nos abre múltiples y novedosas posibilidades de desarrollo, no debemos dejar de reconocer el privilegio de ser una universidad que le sigue apostando al privilegio de la presencialidad, pues entiende que el acto educativo más productivo y generoso es el que se da por la interacción directa entre cuerpos sensibles, mentes razonables y formas de expresión creativa, y no el que se da a través de máquinas que responden a estímulos con respuestas prefijadas.

A medida que la reflexión se desarrollaba en los distintos grupos, se fue avanzando poco a poco hacia el poder imaginar nuevas estrategias que hiciesen posible desarrollar formas novedosas de aprendizaje que cumpliesen con las características del aprendizaje adaptativo ya señalado. En esto fueron particularmente iluminadores los aportes de algunos estudiantes, que insistieron en la idea de que para ellos el aprendizaje se basa en la identificación de intereses genuinos que puedan convocar tanto a los otros aprendices como a sus maestros; y que solo la identificación de esos intereses genuinos y compartidos hace posible tanto el aprendizaje mutuo como la correcta elección de las mediaciones pedagógicas (programas, textos, metodologías, apoyos tecnológicos, etc.) que garanticen un aprendizaje realmente autónomo, interactivo y cooperativo.

3. Sobre la modificación de nuestras prácticas de aprendizaje

Un aprendizaje adaptativo con las características propuestas implica una modificación radical de muchos de nuestros hábitos de aprendizaje más comunes. No se trata solo, por ejemplo, de retener la información adquirida, sino de resignificarla a través de una aplicación inteligente y una interpretación creativa. No se trata solo de producir y reproducir el conocimiento, algo que sigue siendo esencial a la universidad, sino de preguntarse por el sentido de lo que aprendemos y por el significado de aquello que conocemos. Un aprendizaje adaptativo no solo se preocupa por la eficiencia o la eficacia; se pregunta también, y de modo muy fundamental, por el sentido. Pero, sobre todo, un aprendizaje adaptativo promueve las más diversas formas de interacción y reconoce el valor de la pluralidad de perspectivas y de la expresión de la singularidad.

Desde esta perspectiva general, fueron muchas las sugerencias que se hicieron en los grupos, basadas muchas de ellas en la propia experiencia de estudiantes, profesores y

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directivos de la universidad, sobre cómo se podrían modificar nuestras actuales prácticas de aprendizaje. Señalaremos a continuación algunas de ellas.

Algunos estudiantes subrayaron la necesidad de hacer un análisis más a fondo de las características de los actuales estudiantes de la universidad, pues consideran que lo que era el estudiante javeriano típico se ha modificado significativamente en los últimos años. Un dato que uno de ellos subrayó al respecto es el fuerte incremento de los estudiantes que pagan sus estudios con préstamos obtenidos en instituciones públicas y privadas; a este respecto, algunos señalaron la necesidad de que la universidad desarrolle programas cada vez más flexibles e interdisciplinarios que le permitan competir con otras instituciones universitarias y piense en estrategias que no le hagan perder buenos estudiantes por razones económicas. Otros subrayaron la necesidad de hacer un diagnóstico más comprehensivo de la situación de los estudiantes que supere los meros datos sociológicos y demográficos y vaya más allá de las percepciones presentadas al respecto por algunos directores de carrera en la presente jornada.

A lo anterior se debería unir, consideraron algunos, un examen más detallado del modo como se han modificado, como efecto de múltiples factores sociales y tecnológicos, los hábitos de aprendizaje de los jóvenes. Algunos estudiantes sienten que hay profesores que pretenden que sus alumnos deberían aprender del mismo modo en que ellos mismos aprendieron hace ya algunos años y se niegan a comprender las nuevas dinámicas del aprendizaje en que viven los jóvenes en la actualidad. Sin un conocimiento más detallado de las circunstancias de vida del joven y de sus formas de aprender sería difícil pensar en una modificación adecuada de nuestras prácticas de aprendizaje.

Algunos profesores subrayaron, más bien, el hecho de que el aprendizaje hoy es algo que se hace bajo circunstancias de presión, por el hecho de que vivimos en una sociedad competitiva; y, así, como los estudiantes están sometidos a la presión de perfeccionar día a día su formación, al tiempo que de encontrar un lugar propio en el mundo del trabajo, los profesores se ven sometidos a exigencias muy altas de investigación y producción intelectual. Este hecho no se debe tomar como disculpa, sino como el reconocimiento de que las condiciones de aprendizaje que se dan en el mundo de hoy resultan particularmente complejas y exigentes. Desde esta perspectiva, se deberían buscar estrategias que, sin rebajar la exigencia, disminuyan la tensión en los procesos de aprendizaje. Es allí donde la expresión lúdica y estética tiene un importante lugar y donde las estrategias basadas en las artes, los deportes y otras formas de expresión pueden hacer un aporte significativo a los procesos de aprendizaje adaptativo.

Los estudiantes de hoy no son homogéneos, sino diversos; y, además, están en constante cambio. Esto plantea un reto mayúsculo al apren-

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dizaje, pues lo que hemos aprendido muchas veces resulta obsoleto en poco tiempo, pues surgen nuevas necesidades e intereses y, sobre todo, las mediaciones que favorecen el aprendizaje también cambian muy rápidamente (fenómenos como las redes sociales, por ejemplo, que no existían hasta hace unos años, juegan hoy un papel central en el modo como aprenden los jóvenes e interactúan unos con otros). Por ello mismo, el énfasis se debe hacer ahora no tanto en el contenido de las disciplinas (aunque proporcionar el bagaje científico fundamental seguirá siendo una tarea esencial de la universidad) como en el desarrollo de habilidades para un aprendizaje a largo plazo: habilidades observación, de razonamiento riguroso, de investigación, de comunicación, de elaboración de teorías, de expresión estética, etc. Dado que muchas de las habilidades más específicas de las profesiones se aprenden hoy con mucho mayor sentido y eficacia en el mundo del trabajo, en el ejercicio de las profesiones, la universidad debería poner atención sobre todo a estas habilidades fundamentales que no solo favorecen el aprendizaje adaptativo, sino uno de sus principios más básicos: el de aprender a aprender.

Es tarea esencial de la universidad, si quiere promover un efectivo aprendizaje adaptativo, la de promover entre sus estudiantes nuevas formas de interacción con otros: con otras naciones, con otras culturas, con otras religiones, con otros saberes, con otras mentalidades. La universidad debe ser cada vez más internacional, intercultural, interdisciplinaria, etc. En la medida en que promueva todo este tipo de interacciones ofrecerá cada vez más a sus estudiantes oportunidades de crecimiento personal, intelectual y laboral y favorecerá formas de aprendizaje significativo que tendrán efectos muy positivos sobre sus vidas.

No menos importantes son, desde esta perspectiva, lo que algunos llaman “habilidades blandas”, que tienen que ver sobre todo con el desarrollo de formas de comunicación empática con otros. En la medida en que la universidad sea una auténtica comunidad de personas, en donde se promueve el encuentro entre todos sus miembros y el diálogo permanente entre todos los estamentos, podrá formar en sus diversos miembros algunas habilidades que son verdaderos factores de cambio, como la comunicación asertiva, el ejercicio de discernimiento en la toma de decisiones y la búsqueda de coherencia entre lo que somos, hacemos, decimos y pensamos.

Se insistió de modo específico en algunos grupos en la necesidad de mantener un equilibrio entre la continuidad y el cambio. Así como no se trata de aferrarse a las tradiciones constituidas, sino de inspirarse en ellas para promover cambios graduales, así tampoco se trata de promover la innovación a ultranza. Se trata, más bien, de estar atentos a los signos de los tiempos para identificar tanto los retos que nos plantean las situaciones vividas como las resistencias que nos impiden responder de forma creativa a ellos.

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Desde este punto de vista, algunos coincidieron en la idea de que no debemos despreciar una forma de aprendizaje tan básica y natural como el aprendizaje por imitación. Muchas de las cosas más fundamentales, empezando por la propia lengua materna, las aprendemos a través de la imitación, y ello precisamente porque la imitación es una de las más eficientes formas de adaptación. No hay que menospreciar por ello muchas formas de interacción pedagógica (como la clase magistral, el seminario, ciertas prácticas de laboratorio, etc.) que se basan en la imitación del maestro y que, sin embargo, no por ello dejan de ser prácticas que implican un elevado componente de interacción y reflexión.

Finalmente, algunos destacaron la importancia de que el aprendizaje adaptativo no pierda nunca de vista la atención a las necesidades de las personas, según la más pura tradición jesuítica. Ello implica, además del principio de la “cura personalis”, que hace que las necesidades de las personas tengan prioridad sobre otro tipo de necesidades, la necesidad de una atención personal a los diversos miembros de la comunidad, el reconocimiento de que, si bien todos tienen los mismos derechos, algunos de ellos tienen necesidades especiales que deben ser atendidas y, sobre todo, que es tarea de todos promover la inclusión dentro de la universidad respetando todo tipo de diferencias (de género, de creencias, etc.) dentro de la universidad, de tal manera que ella llegue a ser una auténtica comunidad en donde lo esencial no son los resultados globales de su trabajo como organización, sino el continuo crecimiento y la progresiva realización de los miembros que la conforman.

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