Septiembre 2020
Página 32
NOROESTE BONAERENSE
Sobre las condiciones laborales de un trabajador rural Por: Daiana Bernal*; Ignacio Paunero** *Alumna y **Profesor del Instituto Superior de Formación Técnica N°192 de Baradero Contacto: iepaunero@gmail.com
L
a pandemia de coronavirus agrega un sufrimiento más a la precariedad con que trabajan muchos trabajadores del agro argentino. Situaciones como las que se describen en la entrevista que realizó la alumna Daiana Bernal de la carrera de Técnico en Higiene y Seguridad en el Trabajo, del Instituto Superior de Formación Técnica N°192 de Baradero, deben ser un llamado de atención sobre las condiciones de trabajo que no pueden existir en el siglo 21. La agricultura actual se encamina inexorablemente al cumplimien-
to de normas como las Buenas Prácticas Agrícolas, donde el cuidado del trabajador es un eje central. Jornadas de 12 horas no remuneradas convenientemente, la exposición a agroquímicos sin la debida capacitación ni entrega de los elementos de protección personal (EPP) adecuados, la ausencia total de aportes jubilatorios y de obra social, son algunos de los factores perversos que afloran en esta entrevista. Mucho se habla del alto “costo argentino” en comparación con otros países, o la falta de trabajo agravada por la
actual pandemia, situaciones entendibles sobre las que deberán actuar las autoridades que correspondan, pero nada justifica este tipo de relación laboral sumamente precaria. Se trata de un trabajador de sexo masculino que al igual que su familia se dedica desde siempre a las tareas rurales. Empezó a trabajar a los 18 años en tareas de tractorista que comprenden el manejo del tractor y su mantenimiento, efectuar la siembra y cosecha de granos con trilladora y aplicaciones de agroquímicos con maquinaria autopropulsada. El trabajador se refirió a sus condiciones de trabajo en los siguientes términos: “La jornada laboral es de 12 horas y en ocasiones más si se rompe alguna máquina que tiene que salir a trabajar. Estoy expuesto a ruidos, vibraciones, productos y riesgos de accidentes sin nunca haber recibido capacitación o control médico sobre mi salud”. “Cuando realizo las aplicaciones no me entregan los EPP. La ropa me queda impregnada en producto. Cuando puedo me compro guantes de latex y barbijo para evitar salpicarme. Mi patrón no me entrega ningún EPP”. “A veces se tapan los pi-
cos de la máquina y hay veces que al destaparlos me salpican la cara y el cuerpo”. “Sufro de dolor de cabeza, picazón, ardor en los ojos, cada vez que termino de preparar la dosis para la fumigación y persisten hasta el otro día”. Sus tareas son realizadas sin ninguna supervisión y explica que “hay ingenieros agrónomos que controlan los cultivos y les indican las dosis y productos a aplicar pero no controlan lo que hacen. No le dan importancia al tema de la seguridad del trabajador, solamente que se cumpla el trabajo”. Se desplaza a su trabajo por sus propios medios, llevando su comida. Si llueve no trabaja y no cobra ese día, no tiene obra social ni vacaciones. Esta realidad que ha vivido durante toda su vida lo ha llevado a pensar que se trata de algo normal, “es pesado el trabajo del campo”, dice. Es importante que los profesionales de la agricultura, los ingenieros agrónomos y otros, pongan entre sus prioridades, además del cuidado de los cultivos y el medio ambiente, el cuidado del trabajador rural, capacitándolo a él y a su empleador en los temas de prevención, donde el trabajo registrado es el punto de partida.
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