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El complemento ideal, cuarta parte

Christopher Sáez Ahumada

Después de unos meses de ausencia he retomado estas líneas para llevarles la cuarta parte de este análisis personal de los extintos tabacos orientales de la casa McClelland Hoy, sentado en cuasi silencio de mi departamento donde sólo siento que en el dormitorio juegan Latakia y Amaranta, mis gatos. Nos adentramos en las hojas turcas que crecen en la zona este del país, que siempre nos sorprende por su calidad; el mezclador ha escogido las mejores hojas de la variedad Samsun Maden-Canek, que se caracterizan por su suave dulzura y nos recuerdan a la nuez.

El proceso de curado de este tabaco requiere precisión ya que en caso de ser muy acelerado, los azucares se evaporan con la savia y si se realiza muy tarde la hoja se seca y se vuelve quebradiza. Los 350 años de experiencia del cultivo y curado nos demuestran la verdadera experiencia que nos llevaremos en esta fumada.

Para acompañar esta experiencia hemos escogido como vehículo mi pipa de brezo zulu, ya que con su caño un poco más extenso nos permite un enfriar el humo y disfrutar como corresponde este maravilloso tabaco.

Partamos con nuestra clásica disección de la mezcla. Vemos que abundan los tonos marrones claros entremezclados con algunas hebras marrones más oscuras que quedan depositadas en un fondo negro. La humedad en estos momentos es media a baja, ya que el paso de siete años genera su disminución; jugamos un poco con los dedos y se impregnan los aceites aromáticos, pero también al presionar las hojas caen como una leve llovizna en primavera. En frío abundan las notas a nueces entremezcladas con ciruelas secas, un poco de nuez moscada y un dejo de cacao.

Se prenden los fuegos e inundan los humos la totalidad de la boca y desplaza cualquier otro sabor que pudiéramos haber tenido. Llegan las primeras bocanadas llenas de dulzura sin que muerda la lengua, la presencia de nogada es sin duda la característica que resalta inmediatamente. El calor de la brasa llega a la hoja marrón: se entremezcla un poco la nota vegetal del virginia que entrega esa leve ciruela pasa que juega en el paladar.

Mediante el viaje del primer tercio pese a que la punta de la lengua percibe ciertos puntos salados que traen maderas y frutos secos, pero juegan saltando desde un cacao y vainilla con algo especiado similar al cardamomo.

A medida que seguimos navegando en el Mar Negro, sentimos las flores de los campos, esas que transportan los aromas por la brisa, el segundo tercio transita hacia un punto dulce y levemente terroso que me recuerda a ciertos Burley aunque en ciertos instantes tocan notas ácidas que interrumpen el dulce; se convierten en frenos en seco que se suavizan entre un humo turbulento.

Estamos a punto de echar el ancla y la mezcla en el último tercio vuelve a generar un nuevo cambio de timón y nos pega por las bandas para llevarnos a una sensación más ácida, especiada e incluso con ligera pimienta blanca suave pero no invasiva.

Lo increíble de esta mezcla es su retrogusto largo, donde los sabores pueden persistir más de 30 minutos, casi herbáceos y con aumento de salivación tras recalar en el puerto donde nos llevó esta fumada.

Para el fumador avezado como el nobel esta mezcla nos lleva un buen contrapunto a la fortaleza del Latakia, alejarnos de los dulces saborizantes en las mezclas aromáticas y aromatizadas, aún más lejos de lo picante del Perique y de la terrosidad del Dark Fired Kentucky y se convertirá en una mezcla que la podrás fumar tanto en el día y la noche. Prueba en la noche silenciosa y la mañana tranquila y dime cómo muta en tu viaje.

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