EDITORIAL
Howard Andruejol EDITOR EJECUTIVO
@hac4j
Doble imperfección pero con esperanza UANDO DOS PERSONAS IMPERFECTAS UNEN SUS VIDAS, MUCHAS COSAS PODRÍAN SALIR MAL. A ello, sumemos las complejidades del ministerio, el cansancio del trabajo, las presiones financieras, las obligaciones que atender, las crisis de la vida, complejos personales, las tentaciones del corazón, y demás realidades de la vida en matrimonio. Recuerdo muy bien el día en que entrevistaron a un líder de jóvenes en su iglesia después de unas semanas de su boda. Ante toda la congregación pasó al frente con su esposa y el pastor le preguntó con mucho entusiasmo, “Entonces, ¿cómo te ha ido en estos días de nueva vida? ¿Es como te lo imaginabas?”. A esto, mi amigo respondió con demasiada sinceridad, “¡Ah! ¡Es duro! A uno le advierten muchas cosas, pero cuando ya uno está en ello, ¡se da cuenta que es más difícil de lo que dicen!” Por supuesto, su esposa tenía una mirada, esa mirada, la mirada, y mi amigo... pues aprendió de la experiencia. Sí, la vida en pareja es difícil, pero no por la otra persona, de hecho ni por las circunstancias, sino por las decisiones propias que tomamos a diario, en medio de cada situación. Cuando cada uno de nosotros se somete al señorío de Cristo y busca que su andar diario sea dirigido por el Espíritu Santo, entonces hay esperanza. Un amigo me dijo una vez que el matrimonio era una relación de tres personas: mi Dios, mi pareja y yo. Mientras yo me aparto más de Dios, me aparto más de mi pareja. Y por lo tanto, mientras ambos nos acercamos más a Él, mayor será la intimidad que habrá entre nosotros. Escribirlo es una cosa, vivirlo a diario es otra. Una edición de Líder Juvenil es muy poco espacio para un tema tan extenso y sobre todo importante. Son muchos los asuntos que valdría la pena abordar, consejos a ofrecer, problemas a prevenir. Al mismo tiempo, son pocas las parejas ejemplares que se animarían a ser vulnerables y escribir al respecto. Sin embargo, deseamos dedicar esta edición a todos aquellos que necesitamos esperanza a diario en nuestras relaciones. Un matrimonio en armonía, con propósito y unidad, no solamente será una bendición para cada uno en la familia, sino un pilar fuerte para el ministerio cristiano. En 1 Timoteo 3 se pone en relieve el perfil de las personas que ejercen liderazgo en medio de la comunidad de creyentes. Aunque no se establece que solamente los casados pueden hacerlo, se hace énfasis en que aquellos que lo están deben manifestar una integridad en su matrimonio, y si tienen hijos, deben ejercer un liderazgo saludable en casa. Es un asunto personal, de carácter. Ese liderazgo e integridad interior serán manifiestos en el círculo de influencia inmediato, matrimonio y familia, y luego en la iglesia. En otras palabras, la iglesia sufrirá un gran daño si nuestro matrimonio no es saludable, y eso es causa de un corazón no saludable. Por supuesto, la vida consta de temporadas. Y ciertamente, el matrimonio es un regalo de Dios, una relación que debería ayudarnos a entender el pacto de Dios con nosotros. Es verdad también que existen parejas que avanzan con gracia y bendición. Éstas deberían ser parte de nuestro equipo de consejeros y mentores, apoyo cercano en las diferentes etapas de nuestro recorrido. Si actualmente estás atravesando tempestades en tu viaje en pareja, es momento oportuno para buscar ayuda. Mi deseo y oración es que junto a tu familia puedan ser un equipo en plena armonía para conocer, amar, servir y presentar a Cristo Jesús el Señor.
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