Collik 49

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Revista de Lima Norte

fuego. “Tanta Inti, padre Sol, padre que nutre la vida nuestra, la vida de nuestros hermanos menores, las plantas, todo lo que nos rodea”. El amauta y sabio espiritual invoca a los mallquis, antiguos hermanos presentes, vigilantes milenarios de las monta-

presentes nos damos un saludo en celebración de la vida. Nuestros pies tocan este lugar sagrado, podemos tocar las piedras, en este humilde instante, podemos sentirlo. Exactamente, son las doce del mediodía. La montaña sagrada está más viva que nunca, su poder divino vigilante se entrelaza con los manantiales de Alpacoto y Guacan Llanco, ñas. “Apu cuyas aguas aún riegan las sePariaqaqa, millas de la nueva civilización apu San Jerónimo, apu Usharu, apu Comicay, apu Cerro Baúl, apu La Cabra”. “Pachamama, creador del infinito, Pachamama con todas tus virtudes recibe esta ofrenda de gratitud y respeto”. Ahora, la Madre Tierra transforma, regenera y recrea el universo, el tiempo, el espacio, la vida misma. Todos los

que todo lo destruye, que no saben del espíritu de lo mallquis. Es cierto que cada piedra, cada conjunto de piedras canteadas que conforman los altos y gruesos muros milenarios de la Fortaleza de Collique nos permiten comprender el profundo respeto de aquella cultura por el espacio, por la gestión de los campos y por la naturaleza.

L E P A P E D O T I U UN BARQ

T

endría yo unos 4 años cuando sucedió este hecho que ahora traigo a la memoria. En un día soleado, en las alturas de Huánuco Viejo o Huánuco Pampa, llamado también Quillay Cancha, junto a mi padre Adrián y mi madre Guillerma, me encontraba yo despreocupado al lado de un pequeño arroyo de aguas cristalinas que discurrían suavemente por la inmensa planicie, entre las hierbas y las piedras, produciendo un suave y característico rumor. “Que tiempo tan feliz sin

una nube gris Y aquel cantar alegre del ayer…” Jugaba entonces haciendo navegar un pequeño barquito de papel que avanzaba moviéndose en forma sinuosa y chocando de cuando en cuando con los guijarros redondeados que sobresalían a su paso. Aquel barquito representa muchas cosas, constituye una añoranza exquisita y peculiar de mi edad pueril; representa también, la presencia de mis padres en mi vida y lo que significa una familia y de cómo esta idea se consolidó en mi mente en formación, cual arcilla que trabaja el alfarero y va tomando la forma definitiva. Es sorprendente comprobar, cómo un hecho aparentemente intrascendente, en realidad cobra enorme significancia para la valoración que le damos a la familia, ya siendo

Ese barquito de papel y su lejanía en el espacio y en el tiempo, me hacen meditar, acaso no fue también un vaticinio de mi prolongada estadía, de más de 30 años, que tengo en la Caleta de Ancón, balneario hermoso con su muelle de pescadores, plagado de botes, lanchas, yates, chalanas, zapatitos, bolicheras, veleros, motos acuáticas, catamaranes, y de cuando en cuando enormes barcos y hasta buques de guerra de la Armada Peruana que atracan en la bahía. Múltiples embarcaciones que destacan sobre el fondo matizado del azul del mar, con opacos colores y tonos grisáceos, típicos de la estación invernal. Entre todos ellos, quizá esté escondido ese “Yo soy un barco que va sin barquito de papel y su lucha mirar hacia atrás incesante por la vida… Las tormentas de ayer me enseñaron a ser luchador y Adrián Ortega Funebra tenaz…” Ancón, 16-07-2020

mayores. Representa además, por el lado de la vena genética, la herencia de las habilidades manuales de mis progenitores, que posteriormente desarrollaría yo en gran forma. Representa por otro lado, la lucha entre un frágil juguete enfrentándose a una corriente de agua, corriente diminuta, suave, pero corriente de agua al fin, con obstáculos que tenía que sortear. En ese barquito de papel me veo ahora reflejado, enfrentándome a los vaivenes de la vida a lo largo de los caminos que recorrí, recorro y recorreré. Para rotular la idea, rescato las letras de una canción que dice así:

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