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P. Adolfo Nicolás Pachón
+ Tokyo, 20 de mayo de 2020
«Un hombre sabio, humilde y libre; entregado al servicio de modo total y generoso; conmovido por los que sufren en el mundo, pero a la vez rebosante de la esperanza que le infundía su fe en el Señor Resucitado; excelente amigo, de los que aman la risa y hacen reír a otros; un hombre del Evangelio». Así describió el P. Arturo Sosa, SJ, Prepósito General de los Jesuitas, al P. Adolfo Nicolás, SJ, Superior General de la Compañía de Jesús entre los años 2008 y 2016. Nacido en Villamuriel de Cerrato (Palencia) en 1936, entró en el noviciado de los jesuitas de Aranjuez
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Yo creo que los problemas de la Iglesia han sido siempre los problemas de la humanidad. Me preguntan mucho cuando viajo: “¿cuáles son los retos de la Compañía hoy?” Yo creo que los retos honestos, son los retos de la humanidad: el hambre, la pobreza, la violencia, la guerra, la paz, la falta de sentido, la falta de alegría, la falta de esperanza, esos son los retos. Por lo tanto, nuestros retos son los retos que tiene el hombre de la calle, los retos que tiene toda persona que quiere vivir humanamente.
P. Adolfo Nicolás, SJ
en 1953. Con 24 años fue destinado a Japón. Desde ese momento hasta su elección como Superior General, en 2008, trabajó en Asia, sobre todo en Japón y Filipinas, desempeñando distintos cargos, entre ellos el de Provincial de Japón durante la década de los 90, o el de moderador de los Provinciales Jesuitas de Asia Oriental y Oceanía. También trabajó con población inmigrante y desfavorecida en una parroquia de Tokio.
En 2008, tras la renuncia del P. Peter-Hans Kolvenbach, fue elegido por la Congregación General 35 como Superior General de
los jesuitas, convirtiéndose en el vigésimo noveno sucesor de San Ignacio y el séptimo jesuita de nacionalidad española que ocupaba este cargo. A su generalato aportó su conocimiento y sensibilidad de las culturas orientales, la espiritualidad en diálogo con otras religiones y reafirmó el compromiso prioritario por la promoción de la justicia y la reconciliación. A lo largo de estos años lideró un trabajo de intensa reestructuración de las provincias jesuitas europeas y americanas y, sobre todo, insistió repetidamente en la necesidad de combatir la superficialidad, trabajando desde la profundidad y la creatividad. A lo largo de su gobierno animó a los jesuitas a redescubrir la dimensión universal de la Compañía de Jesús y a impulsar la colaboración con otros, creyentes o no. Algunos de los acentos de su generalato fueron el trabajo en favor de los más desfavorecidos, la ecología, la reconciliación y el trabajo por la paz como principio irrenunciable; así como la educación de los jóvenes.
En 2014, a la edad de 78 años, anunció su voluntad de presentar la renuncia, lo que hizo ante la Congregación General 36, celebrada en Roma en 2016. Tras ello, regresó a Asia, primero a Filipinas y después a Japón. Se definió como un hombre marcado por su larga trayectoria en Asia y el contacto con su cultura y con las religiones orientales: ecuménico, comprometido con el diálogo interreligioso e intercultural. Asimismo, de su personalidad se reconoció siempre su gran apertura, su sencillez e inteligencia.
Referencia: Infosj, Información de la Compañía de Jesús en España, https://infosj. es/noticias/16394-fallece-adolfo-nicolas
Gracias a Dios por la vida del P. Adolfo Nicolás, SJ
Por P. Carlos Eduardo Correa, SJ
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás nos ayudó a reconocer que nos debíamos abrir dinámicamente a la sabiduría de la humanidad, revelada y transmitida especialmente a través de muchas otras religiones y culturas. Siempre nos invitó a tener la perspectiva de que Dios va sembrando en los corazones de toda la humanidad y que nosotros, en la dinámica que nos propuso San Ignacio, buscamos y hallamos ese fruto que va produciendo la maravillosa acción de Dios y que se nos regala como sabiduría humana. El P. Nicolás nos propuso que no nos esforzáramos tanto en llevar a todos lo que a nosotros nos parece importante, sino en ir recogiendo y visibilizando lo que Dios va haciendo. Es Dios el que realiza la misión y nosotros somos sus colaboradores. Y la mejor forma de colaborar hoy es a través de un lenguaje sapiencial, como el que nos ha regalado el Papa Francisco, porque es un lenguaje que llega al corazón de la gente, para permitirle descubrir perspectivas muy profundas de vida plena y abundante.
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás nos invitó para que pudiéramos reconocer que la gran transformación de la humanidad viene de la profundidad interior, de la capacidad de reconocer todo lo
que ocurre dentro de nosotros y de dejarnos llevar por aquello que mueve al amor, a la compasión, al perdón, al servicio y a la búsqueda del bien común.
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás se tomó muy en serio lo que la Congregación General 35 nos propuso para crear caminos de Reconciliación con Dios, con los demás y con la naturaleza. Siempre estuvo atento para ayudarnos a descubrir, con una bella figura, que tenemos que ser “como jirafas”: con visión muy alta para ver más allá de lo inmediato, pero con un corazón muy grande para estar con los otros, amándolos y sirviéndoles.
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás nos ayudó a comprender que en todos nuestros discernimientos era necesario que estuvieran presentes los pobres. Nos ayudó para comprender que todo nuestro quehacer apostólico tiene sentido desde la real amistad con los pobres; porque si no hay amistad con ellos, con concretas personas pobres que sean significativas en nuestras vidas, no hay nada. En este sentido, muchas veces manifestó la preocupación de que el número de comunidades jesuitas insertas entre los pobres se hubieran ido disminuyendo.
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás enseñó que la profundidad en todo lo que hacemos debe ser un criterio fundamental para nuestras vidas: profundidad en el apostolado intelectual, para dar las respuestas pertinentes que la humanidad necesita; profundidad en nuestra oración, para poder convertirnos en verdaderos colaboradores de Dios en su misión; profundidad en el apostolado educativo, para poder ayudar a formar integralmente a los niños y jóvenes de nuestro mundo; profundidad en la vida comunitaria, para que reconozcamos que nuestra fraternidad también es misión; profundidad para elegir el mejor servicio a los demás y no el servicio a nosotros mismos.
Gracias a Dios porque el P. Adolfo Nicolás non insistió en que Dios es el que mueve los corazones para colaborar con Él y el que llama a trabajar con Él. En este sentido, nos mostró que ya no se trata de estar buscando quién nos puede ayudar en nuestras obras apostólicas, sino de descubrir quién tiene el corazón tocado por Dios, para invitarlo a participar de nuestro apostolado. Desde esta perspectiva nos invitó a crear comunidades apostólicas donde los laicos, los jesuitas y otras personas de buena voluntad, tocados por Dios, nos constituyamos en los colaboradores de la misión de Dios.
Referencia: Jesuitas Colombia, julio-agosto de 2020, pg. 32-35.