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H. Augusto Sierra Garzón
+ Buga, 24 de noviembre de 2013
El H. Augusto Sierra, el “Mono”, nació en Zipaquirá el 12 de febrero de 1930. Sus padres fueron Moisés Sierra y Ana Rosa Garzón, quienes tuvieron otros cuatro hijos. Su primer contacto con los jesuitas fue con el P. Hernán Umaña – fundador y director del grupo de promoción vocacional Gonzagas (1955-1969) –, para quien trabajó como chofer. Ingresó por primera vez en la Compañía de Jesús el 14 de febrero de 1968 y emitió los votos del bienio el 15 de agosto de 1970. Trabajó en el Noviciado de La Ceja como ayudante del ecónomo y después como ministro del teologado en Bogotá (1976-1977); los siguientes años apoyó el trabajo y la presencia de los jesuitas en Tierralta. Este primer período como hermano jesuita duró 14 años, durante los cuales se caracterizó por su gran espíritu de servicio, de sencillez y de extraordinaria fidelidad. En sus actitudes siempre mostró hondo cariño por las cosas de la Compañía. Sin embargo, luego de su Tercera Probación en Salamanca, la situación de pobreza de su anciana madre lo llevó a tomar la decisión de salir de la Compañía (1982), para hacerse cargo de ella y acompañarla hasta su muerte, después de lo cual inició su discernimiento para volver a la Compañía. Le fue concedido el reingreso al Noviciado en 1998 y emitió de nuevo los votos del bienio el 13 de enero de 1999. Emitió los últimos votos el 17 de enero de 2009.
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Su servicio apostólico durante esta segunda etapa como hermano jesuita la inició como ministro de la casa Manresa de Medellín (1999) y después fue enviado a Manizales para colaborar en la administración. Entre 2004 y 2010 prestó sus servicios en la Casa Pedro Arrupe, trabajo que realizó con dedicación y cariño, acompañando, aconsejando y aliviando el dolor de los jesuitas mayores y enfermos, como recuerda el H. Jairo Vásquez con quien compartió este ministerio. Después de realizar el curso de
actualización de CURFOPAL en Florianápolis (Brasil, 2010), fue destinado al IMCA en Buga como sotoministro de la comunidad; allí dejó un testimonio de sencillez, jovialidad, piedad, humildad y gran amor por la Virgen María. La vida del “Mono”, recuerda el escolar Christopher Marín, fue para nosotros “un llamado a no olvidarnos de lo fundamental”.
Referencia: Noticias de Provincia, N° 12, diciembre 2013, pg. 12-13.