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P. Alejandro Flórez Calvo
+ Medellín, 8 de septiembre de 2015
Alfonso Flórez Calvo nació en Barcelona (España), el 31 de marzo de 1923. Sus padres fueron don Jorge Flórez y doña Esperanza Calvo (oriunda de Burgos de Osma, Soria, España); fueron sus hermanos: Jorge y Lila. Ingresó al Noviciado de Santa Rosa de Viterbo el 6 de marzo de 1945 y emitió los primeros votos el 19 de marzo de 1947. En esa misma casa realizó el Juniorado (1947-1949), para luego pasar a Bogotá, donde estudió la Filosofía en la Universidad Javeriana, entre 1950 y 1952. Ulteriormente realizó el Magisterio en el Colegio San Ignacio (1953-1955), donde se destacó como excelente profesor de matemáticas y por su cercanía, respeto y exigencia a sus alumnos. Regresó en 1956 a la Javeriana para hacer la Teología, que terminó en 1959. Tiempo antes de terminar estos estudios, recibió la ordenación sacerdotal en la fiesta de San Francisco Javier, el 3 de diciembre de 1958, de manos de Mons. Ángel María Ocampo. Destinado a la Tercera Probación en La Ceja en 1960, emitió los últimos votos allí mismo el 15 de agosto de 1961, siendo ministro de casa y de hermanos juniores. Por su carácter preciso y matemático sirvió en la Provincia considerables años como ministro y administrador en Cali, Bogotá y Medellín; de otra parte, su gusto especial por la liturgia lo llevó a desempeñarse como prefecto y asesor espiritual en Cali y como capellán de La Salle en Bogotá (1963). El P. Flórez entregó su alma al Señor en la Casa Pedro Arrupe, el 8 de septiembre de 2015.
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Alejandro, el amigo y el maestro
Por P. Álvaro Vélez Escobar, SJ
Hijo de padre paisa y de madre española, nacido en Barcelona, criado desde muy niño en su Popayán del alma, bachiller del Colegio Javeriano de Pasto y alumno de los primeros años de Ingeniería Química
de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, ingresó al Noviciado de Santa Rosa de Viterbo al filo de cumplir 22 años en 1945. De porte gallardo y siempre bien presentado, pulcro y ordenado, por su corte fino y elegante, sus compañeros jesuitas de formación lo molestaban diciéndole “el conde venido a menos”, por aquello de que su origen barcelonés no lo eximía de fregar platos y asear corredores y baños en sus años de novicio.
Los Ignacianos de los años 50 tenemos de él un muy grato recuerdo: fue siempre buen y fiel amigo, excelente profesor de matemáticas y respetado subprefecto en nuestros años adolescentes, cuando nos enseñó aritmética y álgebra y nos acompañó como subprefecto en los años 1953 a 1955. A lo largo de los años permaneció cercano al grupo de los bachilleres de 1957, acompañándonos a nuestros aniversarios quinquenales, hasta cuando sus achaques de salud se lo permitieron. Tenía una muy buena memoria para acordarse de sus antiguos alumnos, particularmente con nuestro grupo, pues no en vano nos acompañó durante tres años. No dudo que los compañeros guardamos todos muy grato recuerdo del Padre Flórez como el amigo y el maestro de nuestros años juveniles.
Fue siempre una persona estricta consigo mismo y con los demás, tanto con los alumnos como con los jesuitas de la comunidad en sus largos años como Ministro de Casa. El trato con los estudiantes era de gran finura y amabilidad, al mismo tiempo que respetuoso y exigente. En Cali me di cuenta de la finura y delicadeza con la que trataba a sus amistades, particularmente señoras devotas, de Cali y Medellín, y frecuentemente lo escuché despidiéndose de ellas dándoles la bendición. Esta calidad humana también la comprobé al ver la forma como trataba a las colaboradoras en el Economato de Provincia.
Desde los años de su Magisterio en Medellín se distinguió como amante de la liturgia. Más que liturgista, era rubricista o ritualista, y le costó bastante acomodarse a los cambios litúrgicos posteriores al Concilio Vaticano II. Todos, sin embargo, admiramos y agradecemos la delicadeza y exactitud con que preparó y elaboró durante muchos años el Calendario Litúrgico de la Provincia. La artrosis en sus extremidades le dificultó bastante su movilidad, lo que lo llevó a renunciar a celebrar la Eucaristía en el Templo de La Soledad, y posteriormente a trasladarse a Medellín, donde nuevas complicaciones en su salud limitaron definitivamente su actividad apostólica. En la Casa Pedro Arrupe tuve la oportunidad de visitarlo varias veces, ya postrado en el lecho, cuando seguía interesándose por lo que le comentaba acerca de las noticias de los que fuimos sus alumnos. Que descanse en paz.
Referencia: Noticias de Provincia, N° 9, septiembre 2015, pg. 10-11.