
5 minute read
P. Jairo Gómez Giraldo
+ Cali, 17 de abril de 2016
Hijo de don Daniel Gómez y doña Josefa Giraldo, ambos oriundos de Marinilla (Antioquia), Jairo nació el 13 de octubre de 1926 en Girardota (Antioquia); tuvo tres hermanos: Jorge, Judith e Ignacio. Entró en el Noviciado de Santa Rosa de Viterbo el 31 de diciembre de 1941; allí mismo emitió los primeros votos el 1 de enero de 1944, y enseguida realizó el Juniorado durante los dos años siguientes, antes de ser enviado a Bogotá para los estudios de Filosofía que terminó en 1951. La etapa apostólica la hizo en El Mortiño (1952-53) y en Cali (1954), y posteriormente estudió la Teología en Chapinero entre 1955 y 1958. Fue ordenado sacerdote el 27 de octubre de 1957 en Bogotá; después, hizo la Tercera Probación en La Ceja (1959), estudió Sociología en Estados Unidos (1963-64), y emitió los últimos votos el 19 de agosto de 1977, en Bogotá. Falleció en Cali el 17 de abril de 2016.
Advertisement
Jairo Gómez Giraldo, SJ, “El correcaminos de Dios”
Por P. Álvaro Vélez Escobar, SJ
“El correcaminos de Dios”. Así se me ocurre calificar a Jairo. No creo que otro jesuita haya recorrido más kilómetros que Jairo, a lo largo y ancho de nuestra geografía. Apóstol de los campesinos y de los obreros, asesor de los sindicatos agrarios, desplegó su actividad sacerdotal principalmente en la Guajira, la Costa Atlántica, el Urabá antioqueño, el norte y centro del Valle del Cauca, el norte del Cauca, el interior del país por Cundinamarca, Tolima y Huila, y no pocas escapadas a centro y sur América. Su campero y él mismo eran bien conocidos por lo guerrilleros quienes, aunque a veces lo detuvieron, eran también los que lo protegían y defendían en sus correrías apostólicas.
Sus primeros años de trabajo social [1960] fueron con los jóvenes de la JOC (Juventud Obrera Católica), cuando aún estudiaba Teología. Ya sacerdote [desde 1961], trabajó en la formación y capacitación de líderes sindicales en CETRAC (Centro de Trabajadores Cristianos), en algunas cooperativas, Utraval (Unión de Trabajadores del Valle) con los trabajadores de la caña de azúcar, FANAL (Federación Agraria Nacional), y la UTC (Unión de Trabajadores Católicos). Participó también en cursos organizados para la formación social de sacerdotes. En los últimos años organizó y dirigió diplomados de Desarrollo de Liderazgo Social, reconocidos y apoyados por la Universidad Javeriana de Cali, lo cual era un gran honor para los participantes que en estos años pasaron de 2000.
Un hombre que trabajó por la causa de los explotados, pero sin bombo ni ruido, pasando casi que desapercibido para la gran prensa. Excelente y descomplicado comunicador, en lenguaje sencillo y campesino, muy alejado de los pletóricos discursos de los renombrados conferencistas. Todo lo que supo, dijo él mismo, lo fue aprendiendo en el caminar de la vida. Aficionado como pocos al computador, dejó una larga serie de conferencias para sus campesinos y obreros en Power Point, y hasta sus últimos días siguió preparando nuevas presentaciones.
Así como entraba fácilmente en comunicación con la gente humilde y trabajadora, era tímido y reservado para hablar delante de sus compañeros jesuitas. Hablaba muy poco, apenas lo necesario, en las reuniones comunitarias y, cuando le correspondía presidir la Eucaristía de comunidad, redactaba un breve párrafo que compartía luego en la homilía. Conversar de sobremesa con Jairo sobre sus correrías y experiencias apostólicas, sobre mil y una peripecias vividas en sus desplazamientos, era algo muy agradable, y cómo quisiera uno que todo ello se conservara para nuestro ejemplo y el de las futuras generaciones de jesuitas. A solicitud del Padre Provincial escribió unas páginas sobre su trabajo apostólico a lo largo de los años.
Jairo era ante todo un sacerdote comprometido con su gente, de gran celo apostólico, disponible siempre para reemplazar a alguno en la celebración de la Eucaristía o para atender confesiones. El último recuerdo que conservo de Jairo fue precisamente a comienzos de este año [2016], cuando los de la comunidad de Cali vinieron a pasar un fin de semana en la Finca Villa Gonzaga, del Colegio San Luis Gonzaga. Ese sábado tuvimos un Encuentro con Cristo con los papás y los niños que se preparaban para su Primera Comunión, y le pedí a Jairo que nos ayudara con las confesiones de los adultos, lo que de inmediato aceptó.
Conocí a Jairo cuando siendo yo novicio hizo él la Tercera Probación, y al finalizarla, estuvo unos meses como ayudante del Maestro de Novicios, cargo en el que lo tuve las últimas semanas del Noviciado. Gran parte de sus años apostólicos y los últimos los vivió en Cali, donde por más de diez años compartimos la vida de comu-
nidad, lo que yo aprovechaba para confesarme con él. En tres momentos diferentes fui superior religioso y pude comprobar su compromiso con la vida comunitaria, a la que era particularmente fiel y cómo era bien delicado en informar al superior sobre sus idas y venidas apostólicas. Unas de sus debilidades culinarias eran los alimentos picantes y las cebollas, y en las tertulias comunitarias tomaba siempre su medicina de medio trago de whisky. Aficionado al fútbol disfrutaba viendo buenos partidos y como fiel hincha del Atlético Nacional no se perdía partido del verde de la Montaña.
El Instituto de Ciencias Sociales de Cali, desde sus inicios, tuvo en Jairo un incansable colaborador. Cuando el Instituto dejó de ofrecer programas académicos, anualmente se destinaba un porcentaje significativo de sus recursos para apoyar los cursos que Jairo y su infatigable y fiel compañero Cristóbal Astudillo organizaban para los campesinos, los indígenas y los obreros del norte del Cauca y de los barrios de Cali. Como reconocimiento por el apoyo brindado por don Cristóbal a Jairo y a otros jesuitas como Célico Caycedo, Pacho Mejía y Benjamín Bolaños, la Compañía le concedió la carta de Hermandad hace pocos años. En los últimos años acompañaba los fines de semana a uno de los párrocos de Santander de Quilichao.
A lo largo de su vida gozó de muy buena salud y se resistía a ir al médico. Con todo, en los últimos años fuimos viendo cómo iba decayendo y cómo ya no tenía los mismos bríos de antes. ¡Varias complicaciones de salud le abrieron finalmente las puertas de los cielos!
Referencia: Noticias de Provincia, N° 4, abril 2016, pg. 6-9.