5 minute read

P. Carlos Hernán Rubiano Melo

+ Bogotá, 7 de mayo de 2018

En el municipio de Turmequé, Departamento de Boyacá, nació Carlos el 6 de abril de 1937. Hijo de don Doroteo Rubiano y doña Mercedes Melo, tuvo ocho hermanos. Hizo la escuela primaria en su pueblo natal y el bachillerato lo terminó en el Colegio Mayor de San Bartolomé. Ingresó al Noviciado de Santa Rosa de Viterbo el 14 de diciembre de 1954 y emitió los primeros votos el 25 de diciembre de 1956; en esa misma casa, hizo el Juniorado durante los dos siguientes años. En Chapinero realizó los estudios de Ciencias y Filosofía (19601963) y continuó con la etapa de Magisterio en el Colegio Mayor de San Bartolomé durante el bienio siguiente. Entre 1967 y 1970 hizo la Teología en Chapinero; fue ordenado sacerdote el 30 de enero de 1971. Antes de hacer la Tercera Probación en Medellín (1975-1976), trabajó como espiritual de alumnos del Colegio San Luis Gonzaga de Manizales, sirvió en el Centro Loyola y fue asesor Nacional de las Guías Scouts. También hizo parte, desde 1974, del sector de formación de los nuestros, como encargado de la promoción vocacional de la Provincia. Se incorporó definitivamente a la Compañía el 9 de septiembre de 1979.

Advertisement

Enseguida, su vida apostólica se enfocó en el trabajo con los jóvenes y las vocaciones a la Compañía, siendo parte del equipo de la Casa de la Juventud, de la cual fue director (1979-1985), y sirviendo como director del Plan de Candidatos (1974-1991). Adicionalmente, durante todos estos años, Carlos fue muy activo impartiendo cursos, talleres y charlas sobre la pastoral vocacional a religiosos y religiosas de diversas congregaciones de América Latina. Este largo período apostólico dedicado a la pastoral juvenil y vocacional culminó el 17 de febrero de 1997, cuando fue destinado a colaborar en la Regional Caldas de Fe y Alegría, al lado de los padres Manuel Uribe, SJ y Miguel Restrepo, SJ. En esta misión Carlos se em-

peñó en el impulso de tres ejes de trabajo de esa Regional de Fe y Alegría: los centros de desarrollo comunitario, la resocialización de jóvenes de pandillas y la aceleración de aprendizaje de niños entre 10 y 17 años. Igualmente, se preocupó mucho por buscar recursos para apoyar a la Regional en momentos de extrema dificultad económica. Esta misión la cumplió hasta el año 2008, en el que hizo el curso de actualización de CURFOPAL en Brasil.

A su regreso fu destinado a apoyar el trabajo del SJR en la Diócesis de Soacha, en concreto como director del proyecto “Casa de encuentro el Buen Samaritano” (Casa Pastoral de Altos de La Florida). Allí se encargó de ofrecer acompañamiento espiritual a personas en situación de desplazamiento: mujeres viudas desplazadas, hombres en situación de duelo y readaptación a nuevos roles, jóvenes desplazados y población vulnerable en general. También se dedicó a realizar visitas domiciliarias, la celebración de la eucaristía dominical, el apoyo a actividades de catequesis y pastoral dirigida a mujeres líderes de Altos de La Florida, actividades de fortalecimiento de la vida de las familias, talleres de espiritualidad ignaciana para agentes de pastoral de la Diócesis de Soacha, y actividades de reintegración social de familias desplazadas desde la perspectiva espiritual. Cumpliendo este servicio celebró el 60 aniversario de su vida como jesuita. Los últimos años sirvió como ministro de la Comunidad del Colegio Mayor de San Bartolomé y como encargado de la cripta del Templo de San Ignacio de Bogotá. Entregó su vida en manos del Señor el 7 de mayo de 2018 en Bogotá.

Momentos con Carlos Rubiano, SJ Por P. Alejandro Londoño, SJ

Quisiera primero evocar mi encuentro con Carlos en la Casa de la Juventud. La primera idea de fundación de esta obra, cuando ya no vendrían más candidatos de la Apostólica de El Mortiño, fue aprovechar la casa de Teusaquillo – donde hoy funciona la Casa Ignaciana de la Juventud – para continuar con el trabajo de la pastoral juvenil. Allí nos fuimos a vivir Alberto Silva, Jorge Julio Mejía, Elkin Arango, Carlos Rubiano y yo. Nuestra primera reunión de planeación la tuvimos en el Colegio de la Presentación de la calle 170. Nunca se me han olvidado las cinco líneas de acción que nos propusimos: trabajar primero nosotros por formar una buena comunidad; estudiar la problemática juvenil de ese entonces; preparar buenos asesores en Bogotá para esta misión; crear grupos juveniles con un enfoque cristiano; ofrecer cursos, retiros y convivencias espirituales.

En ese momento el enfoque de la pastoral vocacional estaba cambiando del todo. No se trataba de “pescar” vocaciones, sino de ayudar a los jóvenes y a los grupos a madurar en la fe hasta que fueran capaces de hacer un discernimiento vocacional serio. Este cambio se debió en gran parte a los cursos que estaba dando Jesús Andrés Vela en el IPLAJ, inspirado en el Concilio Vaticano II y en su experiencia en Brasil. Entonces se nos hizo evidente que era

necesario cambiar de enfoque y no hacer más campañas vocacionales. Con todo, el Provincial no dejaba de preguntarnos, de cuando en cuando, por el número de vocaciones. La respuesta unánime de nosotros era: “Ya una muchacha escogió el laicado”. Un día nos llamó a la Casa Provincial y pensamos que nos iba a cerrar “el chuzo”; pero nos dijo: “He pensado bien las cosas y por ahí es el camino”. Nos pidió diseñar un Plan para los Candidatos de la Compañía.

Éste se inspiró en el perfil de candidato que nos dio el entonces maestro de novicios, Javier Osuna, SJ. Desde el principio nos dijo que no era deseable que el candidato fuera muy “jesuisote”, es decir, un niño prematuro ansioso por conocer toda nuestra historia, sino una persona con madurez humana, sentido cristiano de la vida y capaz de entrar al mes de Ejercicios al poco tiempo de iniciar el noviciado. Este oficio de responsable del Plan de Candidatos estaba destinado para Carlos Rubiano, quien lo ejerció por un tiempo en la Casa de la Juventud y luego en la Casa Manresa, con la gratitud de tantos jesuitas que tuvieron su apoyo y orientación. En ese momento [años 70], muchos jesuitas estaban pensando en vivir más cerca del pueblo y no en grandes edificios. Nosotros optamos por trasladar nuestro sitio de vivienda a una casa sencilla del barrio San Fernando. Allí vivimos los momentos más fraternales con Carlos, quien nos entregó todo su espíritu de servicio.

Con el apoyo de Carlos comenzamos a dar cursos de relaciones humanas, que ayudaran a los jóvenes a afrontar de manera crítica las ideologías fanáticas, fueran capitalistas o comunistas. También formamos a asesores y animadores de grupos juveniles de Bogotá y otras partes del país, a través del Seminario de Planificación Pastoral. Fue un jesuita dedicado fundamentalmente a la juventud.

Referencia: Noticias de Provincia, N° 5, mayo de 2018, pg. 12-15.

This article is from: