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P. Luis Guillermo Vélez Escobar
+ Medellín, 6 de noviembre de 2019
Por P. Álvaro Vélez Escobar, SJ
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Nació en Medellín el 7 de agosto de 1922, en el seno de una familia profundamente cristiana y muy cercana a la Compañía de Jesús. Falleció en Medellín el 6 de noviembre de 2019, a los 97 años y dos meses de edad. Don Guillermo, su papá, fue durante unos meses novicio jesuita hermano y años más tarde recibió la Carta de Hermandad de la Compañía, por sus esfuerzos para conseguir dinero con el cual comprarle el edificio del Colegio San Ignacio al gobierno departamental. El quinto de diez hijos fue, como sus otros cuatro hermanos varones, bachiller del Colegio San Ignacio y uno de los fundadores de la Tropa IV Scout del Colegio. Samuel, su hermano, un poco mayor que él, fue también jesuita y murió siendo párroco en Bocas del Rosario, que era parte de la entonces Misión del Río Magdalena, confiada a la Compañía.
Luis Guillermo entró al Noviciado de Santa Rosa de Viterbo el 6 de marzo de 1941, a poco de terminar su bachillerato, como lo hicieron sus compañeros Jorge Hoyos y Hernán Umaña. Como dato curioso, fue de los primeros jesuitas que, al ingresar a la Compañía de Jesús, tenía licencia de conducir, práctica que ejercitó con gran gusto y satisfacción a lo largo de la formación y hasta casi el fin de su vida. Siguió el curso normal de los estudios en Santa Rosa de Viterbo (Juniorado, 1943-1945) y en Chapinero (Filosofía, 1946-1948). El Magisterio (1949-1951) lo hizo en el Colegio San Francisco Javier de Pasto y en San Bartolomé La Merced en Bogotá. Recibió la ordenación sacerdotal en la Iglesia de San Ignacio, en Bogotá, el 3 de diciembre de 1954. Terminada la Teología (Chapinero, 1952-1955), acompañó un grupo de nuevos maestrillos a estudiar inglés durante unos meses en Washington, antes de la Tercera Probación en Santa Rosa (1956).
Fue ministro fundador del Noviciado de La Ceja (1957-1961), y le tocó organizar la casa del nuevo edificio y prácticamente conseguir toda la dotación. Su mamá, doña Margarita, una tía y una hermana le ayudaron cosiendo ropa para cama, de comedor, para el baño y las cortinas. Estuvo, así mismo, al frente de la construcción de la Casa de Ejercicios de la Colombière, al lado del Noviciado. Después fue director de la Escuela Apostólica de Villa Gonzaga (1963-1966), ministro de las comunidades del Colegio San Ignacio (1967) y de Chapinero (1968), y por breve tiempo prefecto de disciplina de San Bartolomé La Merced (1969). También fue director del Círculo de Obreros en Bogotá (1971-1972) y de su Caja de Ahorros, origen de la Fundación Social; apoyó y fue muy cercano al grupo de “Las Marías”, señoritas que manejaban las Caja de Ahorros. Después de un año sabático de actualización teológica en el Instituto Juan XIII en Madrid, fue director de Fe y Alegría Colombia (1974-1983), donde fue particularmente cercano a las religiosas de las diferentes comunidades vinculadas a sus centros educativos, a quienes, cuando las visitaba, solía llevarles algún detallito, principalmente frutas. Emitió los últimos votos el 2 de febrero de 1981, en Bogotá.
Durante siete años fue rector del Colegio San José (1984-1990), en Barranquilla. Posteriormente, estuvo al frente de la construcción de la Casa Pedro Arrupe, para jesuitas ancianos y enfermos en Medellín (1991). Lo encargaron después de la dirección de la Fundación de Servicio Social Carlos González (1991-2003); durante estos años también formó parte, como “padre grave”, de las comunidades del Juniorado y Filosofado, siendo muy cercano a los jóvenes jesuitas en formación, que lo llamaban “El tío Vélez”, a quienes varios años acompañó en sus Campamentos Misión en poblaciones cercanas a Bogotá. Cuando los juniores no lograban discernir si tener o no una televisión a color, aprovechó que salieron unos días a retiros para cambiarles el viejo y obsequiarles uno nuevo a color. Terminados sus años de actividad apostólica de tiempo completo, fue superior de la Casa Pedro Arrupe en Medellín (20042009) y pasó luego al Colegio San Ignacio, como encargado de la Casa de Ejercicios de La Colombière y como capellán del Grupo Scout (2009-2011). Cuando su salud empezó a complicarse, después de haberla tenido a lo largo de su vida muy buena, salvo por un infarto, fue destinado a la Casa Pedro Arrupe, con la misión de orar por la Iglesia y la Compañía. Esto al comienzo lo golpeó bastante, pero poco a poco fue asumiendo en fe su limitada condición de enfermo.
Luis Guillermo fue un jesuita amante de la Compañía, fiel a su vocación y a su sacerdocio, particularmente cuidadoso en su vida de oración y en la celebración de la Eucaristía, que la decía con mucha unción. Era persona de muy buena vida comunitaria, que no criticaba de los superiores ni de los compañeros, disponible para colaborar en lo que hiciera falta y para atender a quien lo buscaba. Era muy hábil para el manejo de los asuntos económicos y administrativos, así como para las construcciones. Por algo
lo encargaron de obras en las que tenía que levantarse el dinero para financiarlas (Noviciado, Villa Gonzaga, La Colombière), en las que no siempre recibió apoyo contante y sonante de la Administración Provincial.
El Padre Guillermo, como lo llamábamos en la familia, fue muy querido por todos: sus hermanas y hermanos y nosotros sus sobrinos. A él acudían para los matrimonios, los bautismos y los encuentros familiares en la Casa de Sabaneta, en los que no podía faltar la celebración de la Eucaristía. Él y yo fuimos cercanos y muy buenos amigos. Me cuentan que, recién nacido, como acababa de sacar su pase de conducir y ya tenía la fiebre por manejar carro, era él quien me llevaba a la clínica para que me pesaran, pues en ese tiempo no había básculas domésticas. En su primera misa fui su acólito y él fue el presbítero asistente en la mía.
Hicimos varios viajes juntos: un mes largo visitando colegios en los Estados Unidos y México, antes de su viaje a España para su sabático, y luego cuando nos encontramos unos días en España para pasar unas vacaciones navideñas por algunos países europeos. Trajimos de Cartagena unos vehículos importados directamente por él para el Círculo de Obreros y después otros desde Venezuela para las Regionales de Fe y Alegría. Compartimos también varias veces las vacaciones en Balsillas y algunos días en otros sitios del país y en el extranjero. Mientras estuvo en Bogotá, cuando yo viajaba, nos encontrábamos, salíamos a veces de paseo los domingos y conversábamos de muchas cosas. Cuando estuve en Roma nos comunicábamos por internet. Durante sus últimos años en la Casa Arrupe, hablábamos por teléfono casi todas las semanas, hasta cuando los años y la senilidad precoz o el Alzhéimer le impidieron relacionarse con los demás. Descanse en paz servidor fiel y prudente en la casa de su Señor.
Referencia: Jesuitas Colombia, marzo-abril de 2020, pg. 12-15.