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P. Gonzalo Ortiz Lozano
+ Medellín, 6 de marzo de 2020
Por P. Pedro Nel Ortiz, SJ
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Un trece de noviembre de 1921, amaneció a la vida, en el corregimiento de Cachirí, municipio de Suratá (Santander), Gonzalo, hijo de Ángel María Ortiz Ayala y Carmen Lozano García. Ocupó el quinto lugar dentro de los once hijos de la familia – diez varones y una mujer –. Estudió, como sus demás hermanos, en el Colegio San Pedro Claver, en donde sintió el llamado del Señor a la Compañía de Jesús. Juntamente con su hermano, Elberto, ingresó al noviciado de Santa Rosa de Viterbo en 1937. Éste salió del noviciado. Gonzalo hizo los votos del bienio el 11 de febrero de 1939. Allí mismo, hizo el Juniorado y luego, en Chapinero (Bogotá), los estudios de Filosofía y Teología. Su Magisterio lo realizó en los colegios de San Bartolomé La Merced y San Ignacio en Medellín. En la Universidad Javeriana, estudió pedagogía y unos cursos de sociología en el CISIC de Roma. La Tercera Probación la realizó en Santa Rosa de Viterbo, e hizo los últimos votos en Bogotá en 1955.
Ejerció su ministerio pastoral en el Colegio San Luis Gonzaga de Manizales, los dos San Bartolomé de Bogotá, en San José, Barranquilla. Fue prefecto del templo Cristo Rey de Pasto y, por muchos años, se desempeñó como director espiritual del Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga y vicario del Templo del Sagrado Corazón. Durante tres años, fue rector del Colegio. Gonzalo era de carácter austero, acompañado de alegría y de cierta tendencia a la ironía. Por años, celebró la misa a las siete de la mañana en el Templo del Sagrado Corazón. Sus homilías, apegadas a las lecturas del día y a reminiscencias históricas, eran del agrado de los asistentes. En el Templo, dejó fama de ser un buen y constante confesor. Varias horas al día las consagraba al sacramento de la Reconciliación. Los feligreses lo aprecia-
ban y querían mucho, llegando a llamarlo el P. Gonzalito. Cuando en el Colegio fue profesor de historia, fue muy apreciado y respetado por sus clases salpicadas de anécdotas y de gran conocimiento, que él alimentaba con sus numerosas lecturas de diversos autores.
Era muy aficionado a la pesca, era su descanso. Ordinariamente, salía con un amigo y pasaba el día en el lugar trayendo de vuelta a casa abundantes presas. En algunas épocas de vacaciones, se asomó a los Llanos de Casanare y Arauca con su hermano Reinaldo, donde gozaba con el arte de la pesca y la belleza de la naturaleza llanera cantada por los juglares del joropo. Gozaba, literalmente, enseñando a pescar, sobre todo, a las sobrinas, bajo ciertas normas disciplinares de silencio, para no espantar a los peces y de constancia en el uso de la caña de pescar.
Era un buen compañero de comunidad y generoso en entregar al ministro las donaciones que recibía de sus numerosas amistades. Se acostaba temprano y muy temprano despertaba a preparar el tinto y adentrarse en la oración profunda en diálogo fructuoso con el Señor, a quien se había entregado de por vida en el servicio en la Compañía de Jesús. Desde 2016, hacía parte de la Comunidad Pedro Arrupe de Medellín. El Señor, que lo había llamado, le renovó su llamamiento definitivo el 6 de marzo de 2020 a las 7:30 p.m. a los 98 años largos de edad, 83 de Compañía, 68 de ordenación sacerdotal y 65 de últimos votos. Gracias al Padre de las luces y a su Hijo Jesucristo, y a la compañía del Espíritu, que hicieron de Gonzalo un jesuita de cuerpo entero al servicio de la Iglesia y el mundo.
Referencia: Jesuitas Colombia, mayo-junio de 2020, pg. 11-12.