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H. Jorge Muñoz Bernal

+ Medellín, 7 de mayo de 2020

Por P. José de Jesús Prieto, SJ

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Jorge nació el 26 de noviembre de 1936 en Turmequé (Boyacá) en el hogar formado por don Siervo y su esposa Ana Rosa. Sus hermanos: Antonio, Ana Rosa, Víctor, David, Emelina, Carlina, Rodulfo, Margarita, Flordelina, Carlos Arturo, Rosa Inés. Ingresó a la Compañía de Jesús en Santa Rosa de Viterbo el 28 de octubre de 1954. Allí, hizo sus dos años de Noviciado y dos de Juniorado. La Tercera Probación la realizó en Cochabamba (Bolivia) y se incorporó de forma definitiva a la Compañía con sus últimos votos el 2 de febrero de 1967.

Prestó sus servicios, por varios años, en las fincas San José de la Ceja, San José de Potosí, La Esperanza, La Rusia, lugares de feliz recordación para muchas generaciones de jesuitas que las frecuentan. Fue destinado al Colegio San Bartolomé La Merced como ayudante en la administración. En la formación, destacamos su presencia en el Juniorado como ministro y su larga permanencia en el Noviciado como subministro por cerca de 30 años. Residió en la Comunidad San Alonso Rodríguez de Bogotá, ya necesitado de cuidar de su salud. En los últimos años, hizo parte de la Comunidad (Enfermería) Pedro Arrupe de Medellín, desde donde partió para la casa del Padre.

Semblanza del H. Jorge Muñoz, SJ

Por P. Enrique Gutiérrez, SJ

Definir al H. Jorge Muñoz es describirlo como un hermano jesuita dedicado a las casas de formación de los jesuitas, principalmente al Noviciado. Entre La Ceja, Santa Rosa y Medellín, fueron 42 años dedicados a los jesuitas que inician su andadura en la Compañía de Jesús. Hombre sencillo, de profunda vida espiritual, servicial como el

que más; esas cualidades lo describen integralmente. No herimos su modestia si decimos que siguió el ejemplo de San Alonso Rodríguez, patrono y modelo del Hermano Jesuita.

El Colegio San Bartolomé La Merced, el Mayor de San Bartolomé y la Comunidad Canisio, fueron otros destinos donde cumplió su misión como jesuita. Al volver la vista atrás en el tiempo, encontramos al H. Jorge conduciendo el bus de Santa Rosa, bien fuera con los juniores o con los novicios. Siempre alegre, sonriente aun en medio de las varadas del bus y arreglándolo para seguir adelante. Otras veces, haciendo el viaje a Bogotá para traer a algunos a citas médicas. Era uno de los hermanos que llamábamos “veteranos” y que hacían agradable la vida de comunidad con su servicialidad, su entrega generosa al trabajo y atención de los aspectos comunes de la casa.

Su vida espiritual fue sencilla. Hombre de oración y participación diaria en la Eucaristía. Era común verlo en la Capilla del Noviciado a tempranas horas de la mañana. Fue devoto de la Santísima Virgen, a quien ofrecía el rezo diario del rosario. Los últimos doce años de su vida los vivió entre las enfermerías de Medellín, Bogotá y finalmente en Medellín. Vivió en su propia vida la Pasión del Señor y supo asumirla con entereza desde la fe. Cuando encontramos a personas sencillas como el H. Jorge, nos viene a la memoria la frase de Jesús en el Evangelio “de los que son como los niños es el reino de los cielos”. En verdad, la característica del H. Jorge fue su sencillez, heredada de su familia boyacense, donde fueron doce hijos. Hay una nota que quiero resaltar del H. Jorge. Era su discreción y prudencia. Profundamente cuidadoso en sus comentarios sobre personas, situaciones y acontecimientos. Muchas veces, prefería guardar silencio. Era una persona alegre, con un fuerte sentido de comunidad. Era consciente de que la comunidad se construye entre todos y que cada uno es importante.

Referencia: Jesuitas Colombia, julio-agosto de 2020, pg. 9-11.

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