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P. Efraín Aldana Miranda
+ Medellín, 24 de junio de 2020
Efraín Aldana nació el 5 de noviembre de 1936 en Cartagena. Antes de ingresar a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Santa Rosa de Viterbo, el 5 de noviembre de 1962, estudió ingeniería civil en la Escuela de Minas de Medellín. El Juniorado lo hizo también en Santa Rosa de Viterbo. Las licenciaturas en Filosofía y en Teología las hizo en la Universidad Javeriana de Bogotá. Su etapa apostólica la realizó en el Colegio San José de Barranquilla. Como estudios especiales, cursó Métodos de Investigación Científica y Antropología en la Ibero de México, y también contó con estudios pastorales en Venezuela.
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Terminados sus estudios y etapas de formación en la Compañía de Jesús, fue destinado al IMCA (Instituto Mayor Campesino) como acompañante espiritual de los alumnos. Fue director del Departamento Investigativo del CESDE de Medellín en 1974. Estuvo vinculado al CINEP de 1976 a 1981, donde realizó un trabajo pastoral en el barrio popular Simón Bolívar y el barrio Sucre de Bogotá. Fue vicario parroquial en Cúcuta de 1982 a 1989. Colaboró
El amigo fiel todo lo presiente y todo lo supera, aún la “obediencia debida”, para poder extender la mano protectora. La amistad es un regalo del cielo, transparencia de la presencia divina. Este tesoro hay que cuidarlo, no podemos menoscabarlo con el interés, la intriga o la envidia. En fin, la amistad es el aprendizaje humano y divino, en alegre solidaridad terrena para la vida tras la muerte en la eterna consumación de la unidad.
P. Efraín Aldana, SJ
en la parroquia de Villa Javier de Bogotá de 1990 a 1991 y en la parroquia de Santa Rita de Cartagena de 1991 a 2004. En Cartagena se hizo cargo también de la Fundación Centro de la Cultura Afrocaribe de 2005 al 2009, como director. Finalmente, hizo parte de la Comunidad (enfermería) Pedro Arrupe de Medellín del año 2010 al 24 junio de 2020, fecha en que partió a la casa del Padre.
Referencia: Archivo de Provincia, Summarium Vitae Defunctorum
Semblanza de “Pachito” Aldana
Por P. David Sánchez, SJ
Durante varios años tuve el privilegio de compartir con “Pachito” Aldana – como siempre lo llamamos cariñosamente – la misión que nos encomendaba el Señor y la Compañía de Jesús en la Parroquia de Santa Rita, haciendo parte de la Comunidad del Santuario San Pedro Claver. Quiero resaltar de él los siguientes aspectos de su vida y misión: su alegría, sus amigos, los pobres, la situación del País – la reconciliación y la Paz –, y la cultura Afrodescendiente.
La alegría: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres», Filipenses 4,4. En “Pachito” Aldana se hacía realidad este texto. Siempre lo conocí como una persona alegre, espontanea, acogedora. Estoy seguro de que esa alegría le brotaba de una unión íntima con el Señor. A pesar de los quebrantos de salud, de sus constantes cambios de estado de ánimo, él trataba de conservar y proyectar su alegría en todas las actividades que realizaba. La celebración eucarística era de la comunidad para la comunidad, se esmeraba preparándola y siempre le agregaba un cuentecito, la guitarra, los tambores, las comparsas, las danzas y los bailes, celebraciones litúrgicas llenas de alegría y colorido. Así eran también los encuentros con las pequeñas comunidades, con los grupos de la parroquia, su equipo de trabajo en el Centro de Cultura y los encuentros con nosotros en la comunidad. Por la alegría de “Pachito”, demos gracias al Señor.
Sus amigos:«Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre», Juan 15, 15. Jesús, para realizar su tarea y su misión, escogió un grupo de amigos a quienes llamó apóstoles, y les encomendó la tarea de hacer lo mismo que Él hacía. “Pachito” fue un hombre que se destacó por la amistad, tenía un séquito de amigos y amigas con quienes se reunía constantemente a compartir, contar anécdotas, tocar guitarra, compartir un café, una Coca-Cola; amigo del Obispo, de los sacerdotes de la Arquidiócesis, a quienes saludaba en Navidad y año nuevo, o les llevaba serenata el día de su cumpleaños, a quienes no dejaba marchar sin ofrecerles algo, y a quienes llamaba: “mi amigo o mi amiga del alma”. Por el don de la amistad y por nuestros amigos y amigas, demos gracias al Señor.
Los pobres: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios», Lu-
cas 6,17. “Pachito” procedía de una familia “acomodada” de la sociedad de Cartagena; uno podría decir que lo tenía todo y no necesitaba nada, económicamente hablando. Sin embargo, su opción por los más pobres siempre fue radical: un hombre sin apegos, desprendido de todas las cosas materiales, no le importaba mucho si le pagaba a un taxista la carrera con cien dólares que confundía con un billete de mil pesos.
Yo recuerdo que alguien le dijo: “Pachito los pobres tienen su propio karma, ellos están enseñados a vivir así y saben vivir así, usted no se contamine”. Eso lo sumergía en profunda tristeza, porque su opción eran los pobres, los necesitados, los más vulnerables de la sociedad. En esto era radical. Siempre lo conocí con una sensibilidad muy grande por los más pobres y vulnerables de la sociedad, sentía en su corazón la responsabilidad de dar de comer, de vestir, de educar, de dar salud, vivienda... Un hombre que se desvivía buscando quién le donara regalitos para hacerlos llegar a los niños en Navidad; siempre lo vimos averiguando quién le podía ayudar para poder, a su vez, ayudar. Se esforzaba por lograr que los niños accedieran a las escuelas y colegios, que los jóvenes llegaran a la universidad; se preocupaba por buscar quién pudiera atender a los enfermos, a dónde los podía llevar, quién le donara kits escolares, cómo se le podía mejorar la casita a una persona o cómo se le podía construir una casita a otra. Muchos recibieron su ayuda y su intervención afectiva y efectiva en la construcción de sus casitas, él era feliz realizando estas actividades. Pero también le llegaban muchos insultos, los que recibía y sabía afrontar; sin embargo, los que no eran para él, lo hacían sentirse impotente y eso lo sumergía en profundas depresiones, al sentirse responsable de la situación precaria que vivían muchas personas en Santa Rita y sus alrededores. Por esta sensibilidad de “Pachito” por los pobres, démosle gracias al Señor.
La situación del País, la reconciliación y la Paz: «El Espíritu es vida a causa de la justicia», Rm. 8, 10. A “Pachito” le dolían las injusticias de este país. Le dolía saber que existieran unos pocos con mucho y muchos sin nada, le dolía la corrupción, las masacres de los militares, de los paramilitares, de la guerrilla; le dolían los desplazados y los migrantes… Su testimonio de vida solidaria lo convertía en un verdadero profeta de este tiempo: era un hombre que anunciaba y denunciaba las injusticias. Esto fue tema constante para los artículos que escribía en las columnas de El Universal, El Colombiano y algunas veces en El Tiempo.
Promovía con mucha fuerza la Semana por la Paz, el tema de la reconciliación, la verdad, la justicia, la reparación y el derecho de no repetición. Con todo el problema del enfrentamiento de las pandillas en Santa Rita, se propuso construir, con la ayuda de Caracol – el programa Quién quiere ser millonario – la construcción del Centro de Acogida en Loma Fresca. Lo construyó en un sitio estratégico: en un cruce de caminos donde era habitual el enfrentamiento entre pandillas, con el fin de menguar el conflicto y propiciar un encuentro de paz y reconci-
liación. Esta fue una de muchas cosas que hizo “Pachito” para evitar el conflicto y el enfrentamiento entre las pandillas de Santa Rita y Cartagena. Por este don tan maravilloso de “Pachito”, démosle gracias al Señor.
La cultura Afrodescendiente: «En todo salimos vencedores, gracias a aquel que nos amó», Rm. 8, 37. De una manera muy particular, “Pachito” fundó el Centro de Cultura Afro Caribe con sede en el Santuario San Pedro Claver, desde el cual realizaba múltiples actividades en pro de la cultura afrodescendiente. Asociado con Funsarep (Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción), realizó talleres, simposios, debates, reflexiones para defender la cultura y los derechos de los hombres y mujeres afro. Buscó rescatar sus valores y tradiciones autóctonos: el folclor, la danza, las comparsas, la música, los tambores. Convencido de aquella frase muy común en su lenguaje, “el negro evangeliza al negro”, era algo propio en él promover los encuentros entre los pueblos: Manzanillo del Mar, Punta Canoa, Pontezuela, Arroyo de Piedra, Arroyo de las Canoas, entre otros. Démosle gracias al Señor por la vida de “Pachito” y pidámosle que desde el cielo interceda por la obra misionera de los Jesuitas, la Iglesia de Cartagena, especialmente por las comunidades que acompañó y que continúan vivas.
Referencia: P. David Sánchez, SJ, texto no publicado al momento de preparación de este Necrologio.